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El Quindío  |  29 junio de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Calarcá: hija de colonos ilustrados, cumple 137 años

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Por Jaime Lopera Gutiérrez

Hace 137 años un grupo de personas, provenientes de otros lugares, fueron llegando a las tierras quindianas con el ánimo de establecerse en tierra propia, hacer negocios o formar una familia en los baldíos que la Nación estaba impulsando gracias a unas leyes agrarias que, desde el presidente Herrán, se fueron dando a conocer por medio de los correos o chasquis que las divulgaban. Eran campesinos, colonos, guaqueros en formación, vagamundos, soldados desertores, y otra serie de individuos cundiboyacences que venían del Tolima por Anaime, o del norte provenientes de Manizales y Salamina.

El hoy municipio de Calarcá estaba en formación. Todos esos pobladores llegaron gradualmente durante la década de 1870 en adelante, desafiando los azares y peligros de unos montes inexplorados que al parecer ya tenían encima la codicia de unos invasores de cuello blanco que, desde la creación de la Empresa Burila en 1864, venían reclamando la tierra a nombre de una cédula real de la Colonia que exhibían como titulo de propiedad. No obstante, en 1883 ya el censo de predios ocupados era numeroso al lado y lado del río Quindío, y se requería una zona común de mercados y transacciones, lo que permitió una comunidad de intereses que se llamó Junta Pobladora a la cabeza de la cual se pusieron dos personajes, Segundo Henao y Roman Maria Valencia.

Los dos pioneros

Henao y Valencia, miembros de aquella Junta, poseían cada uno conocimientos de diversa índole, pero el destino los unió para proclamar la fundación del poblado de Calarcá en junio del año de 1886, según los pormenores que trae el libro monográfico de Eduardo Isaza y Arango, publicado en 1934, que sería prolijo detallar aquí [1].

Roman Maria Valencia, con mayor experiencia, había llegado de Pereira donde trabajaba como naturista (era botánico y coleccionista de mariposas que exportaba) y como guaquero pues había estado en Filandia mirando los objetos del tesoro de los quimbayas y al parecer había comprado alguna orfebrería de esa zona. Hay evidencia de unas cartas que le publicaron en 1884 en el diario bogotano El Telégrafo (que entonces dirigía el joven Enrique Olaya Herrera) donde Valencia denuncia el hallazgo de estas piezas de filigrana y pide su vigilancia ante los depredadores. Henao, quien era ilustrado como todo masón que leía a Voltaire, también escribió un libro al final de sus días llamado Miscelánea donde cuenta sus peripecias como colono y fundador.

Segundo Henao acogió a Valencia, quien además tenía habilidades de agrimensor, y se entendieron bien al punto que el pereirano repartió octavillas de propaganda en su ciudad contando que había lugar en el Quindío para más colonos en la jurisdicción que ellos estaban habilitando. Esa amistad duró varios años después de que se consolidara la fundación calarqueña, a la que le dieron apoyo especial los colonos que andaban instalando el poblado de Montenegro. Cuando sucedió la discrepancia entre los fundadores de Armenia con los calarqueños, el enojo de Tigrero no fue contra Segundo Henao sino con el inspector salentino Eliseo Ochoa quien lo había enfrentado en alguna ocasión por razones que aún se desconocen del todo. Ese episodio del sancocho en el río no pasó a mayores pues la cooperación entre vecinos era una consigna necesaria frente a los atropellos de los terratenientes que trataban de erradicarlos.

Lo que vino enseguida

Pero la fundación de Calarcá, según datos recientes, estuvo precedida por una serie de conflictos entre el Estado colombiano y sus agentes (concejos, alcaldes, corregidores, inspectores) con los colonos que llegaban a ocupar los baldíos de la Nación, lo cual convierte a este acontecimiento fundacional en un hecho histórico de notables alcances. Después de los trabajos de investigación de Wilder Andrés Carrero Delgado, un historiador palmirano, no existe ninguna duda que fue en el poblado de Calarcá donde por primera vez se pudo examinar el proceso formativo del Estado “a través de las acciones colectivas llevadas a cabo en el actual eje cafetero, en el marco de la producción de legislación agraria en los siglos XIX y XX” [2].

Una afirmación como la anterior introduce nuevos conocimientos para hallar una explicación plausible a la fundación de las ciudades quindianas y establecer primacías. La razón es sencilla: cuando comenzaron los rituales fundacionales, ya la compañía Burila se había asentado en ese territorio y la conflictividad entre la legislación agraria y las apetencias de los empresarios territoriales o terratenientes[3] que ambicionaban estos predios, versus los colonos de a pie que habían llegado, se habían acentuado notablemente. En aquel momento se suceden los pleitos entre la empresa Burila –compuesta por ricos latifundistas de Manizales y Cali— que duraron muchos años y fueron resueltos solo en 1930. En pocas palabras, la fundación calarqueña –como quizás ninguna en esta región—es singular y ligada de la existencia de una empresa latifundista en sus avances y pretensiones agrarias.

El apoyo legal

La evidencia de que el territorio calarqueño ya estaba habitado desde antes, es la ley 14 de 21 de abril de 1870: unos colonos se habían asegurado ya, por medio de esta norma, la cesión al caserío de unas tierras baldías, pero estas ya estaban en pleito con Burila desde entonces. Solo que, 18 años más tarde, se conoció el memorial de Roman Maria Valencia al Gobierno central, apoyado con 231 firmas, solicitando el beneficio de 14.000 hectáreas como concesión a los nuevos pobladores en nombre de “la inmigración pacífica de Antioquia en la Provincia del Quindío” (Carrero, 194). Las ocho páginas de la bibliografía y los numerosos archivos consultados por Carrero me causaron la mayor sorpresa al entender que las situaciones en que se hizo la colonización en Calarcá son diferentes a las de otras localidades tal como se describe en ese formidable trabajo histórico y, por lo tanto, vale la pena insistir en dilucidarlas[4].

Conclusión

La múltiple fundación de ciudades en el eje cafetero, y regiones aledañas del Valle del cauca, talvez tiene, cada una, sus propias peculiaridades (el origen de sus primeros pobladores, la economía de subsistencia y de comercio, las vías de acceso, las autoridades que los conforman, entre otros), pero la influencia de la empresa Burila en Calarcá hace de esta fundación un proceso específico, con rasgos más complejos que las demás. Habría que analizar mas hondamente los materiales existentes para ir explicando más en detalle los propósitos en verdad empresariales, los especulativos con la tierra o simplemente la compraventa de mejoras que todo este proceso colonizador produjo.

 

[1] Isaza y Arango, Eduardo. Calarcá en la Mano. Tipografía Renovación, Calarcá, 1934.

[2] Carrero Delgado, Wilder Andrés. Los Procesos de formación estatal en Colombia vistos a través de la colonización y las prácticas políticas en el Quindío (1884 y 1930). Universidad Tecnológica de Pereira, Colección Maestría en Historia. Pereira, 2018.

[3] Los vocablos terrateniente o empresariado son dos maneras de explicar estos procesos sociales, pero quizás las versiones de Sombart y Weber, aunque diferentes, ofrecen más amplias inclusiones al investigador para desmarcarse de los efectos ideológicos que quizás tiene la expresión primera.

[4] Me identifico con Andrés Carrero cuando dice: “En cuanto a los hallazgos interesantes, creo que es necesario hacer más esfuerzos por seguir las compraventas de mejoras, pues me da la impresión de que el motivo que hizo de la colonización un negocio no era precisamente la explotación de la tierra sino el acceso a minas y la especulación con los precios de las mejoras. Esto podría ser tarea para investigaciones futuras”. Correspondencia personal.

 

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