El primer korat en Europa, apareció en la exhibición felina del Palacio de Cristal de Londres de 1896, inscrito para participar como siamés. Los jueces descalificaron a esta exótica raza de color azul plateado por no tener el patrón colourpoint de los siameses. Los escasos ejemplares importados, al no contar con el favor de la población, fueron desapareciendo lentamente del viejo continente, hasta que falleció el último en 1901.

Tuvieron que pasar 59 años, hasta 1960, cuando una nueva pareja reproductora llegó, a Estados Unidos, y el korat despertó el interés del mundo occidental, por lo que se iniciaron los procesos de registro de raza nueva en todas las asociaciones internacionales de razas felinas.

El color de los ojos de los korat varía a lo largo de su desarrollo: como todos los felinos, nacen con ojos de un pálido azul, que en el caso del korat cambian gradualmente a ojos color cobre o ámbar hasta alcanzar su madurez alrededor de los 3 años, que adquirirán su color definitivo de verde intenso y brillante. Pese a ser un gato de tamaño pequeño a mediano, esto implica que es una de las razas de maduración lenta.

El llamativo tono natural de su manto tiene una estructura opuesta a la del azul ruso: las raíces, blanquecinas y carentes de pigmentación, van oscureciéndose en cada hebra de pelo hasta el acerado de la punta, que le da el espectacular tono general de pátina plateada.

El korat es una raza totalmente natural, surgida de forma espontánea, sin cruces con otras razas para alcanzar su aspecto o apariencia.

Los gatos korat tienen una personalidad que se distancia notablemente del resto de razas asiáticas como el siamés, el khao manee o el burmés.

Son animales de temperamento fuerte, enérgicos y territoriales, que suelen seleccionar a un miembro “favorito” del núcleo familiar por encima de los demás.

No les gusta la soledad, y parece que son particularmente sensibles ante cambios de rutina o la exposición a situaciones de estrés.