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Región  |  15 junio de 2020  |  09:00 AM |  Escrito por: Edición web

Don José Valencia y el día municipal de la arriería en Filandia

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Roberto Restrepo Ramírez.

arriería es una modalidad de transporte que consiste en llevar, en mulas y bueyes, las cargas por caminos difíciles, también llamados caminos de herradura. La arriería fue vital en los primeros años del siglo XX en todos los lugares montañosos de Colombia. Filandia tuvo, y tiene todavía, arrieros de renombre. Entre los sobrevivientes están don Moisés Castrillón y don Arnoldo Calderón. Este arriero, nacido en Neira en 1934, recuerda cómo las principales obras de infraestructura rural fueron posibles gracias al transporte de materiales en mulas, las que él también recuerda con nostalgia. Como Golondrina o Picardías, que harto cargaron por las vías montañosas de Filandia.

Don Arnoldo llegó al municipio cuando estaba joven, donde continuó con su oficio en compañía de otro arriero llamado Vicente Pineda, de la vereda La Castalia.

Don Arnoldo tiene muchas historias para contar sobre sus jornadas y sobre otros sucesos populares. Vive en la parte urbana del municipio.

Otro arriero recordado en la Colina Iluminada del Quindío es don José Valencia Naranjo. Era hijo de otro avezado campesino, el que manejó las más antiguas muladas y recuas de bueyes en el municipio, llamado don José Luciano Valencia López y quien había nacido en 1905. Don José, el hijo, nació en Filandia en 1938 y murió en Pereira en 2016. Recordaba que le ayudaba a su progenitor a cargar los ocho bueyes y las seis mulas para hacer el recorrido permanente por las trochas que comunicaban a Filandia con Alcalá.

Don José hijo también era músico, compositor, escritor costumbrista y coleccionista de discos de vinilo y de objetos antiguos de arriería. Entre ellos estaban el catre de correría de don José Luciano.

Don José Valencia murió sin ver su sueño cumplido, la institución del Día Nacional del Arriero para conmemorar el 14 de junio. Su recordación de esta fecha se relaciona con la muerte de 25 arrieros y 50 mulas en un alud que los sepultó con lodo el 14 de junio de 1925, en las montañas antioqueñas.

Por la gestión de don José, quien viajaba con frecuencia a Bogotá, a las instalaciones del Ministerio de Cultura, un proyecto de ley, el número 232 de 2005, no surtió el trámite de aprobación en la Cámara de Representantes, aunque fue publicado en la Gaceta del Congreso no. 888, del 9 de diciembre.

Colombia perdió una gran oportunidad de tener una fecha destinada para el homenaje a estos valientes hombres que habían transportado mercancías, máquinas y otros elementos para el progreso de las regiones.

En Filandia, el Concejo Municipal recogió está propuesta de don José y, a través del Acuerdo 011 de 2014, se instituyó el Día Municipal de la Arriería, el 19 de julio de cada año. Al cruzarse con la víspera del Festival Camino del Quindío del 20 de julio, y en recuerdo de don José Valencia, muerto 4 meses antes, se modificó la fecha, trasladándola al 14 de junio. Esto se hizo a través del Acuerdo 014 de agosto de 2016.

En el Mirador Colina Iluminada de Filandia, una placa y un mural recuerdan está celebración. Vale la pena mencionar que éste es el único pueblo de Colombia que tiene un día instituido desde la oficialidad para recordar a los hombres valerosos que transportaron el café por las montañas, hasta los puertos fluviales, para embarcarlo hasta Barranquilla y exportarlo. Fue algo de lo que don José se lamentó, pues la Federación de Cafeteros nunca lo ha reconocido.

En el restaurante Balcones de la plaza de Filandia, en un mural ya desaparecido figuraba una escena de arrierías de mulas y de bueyes. Y en el desfile del Festival Camino del Quindío, cada 20 de julio, una de las alegorías se trata de la representación y evocación de los arrieros.

Pero ésto no es suficiente, ni remedia las carencias de los sobrevivientes. Don Arnoldo está enfermo, el campesino que presta los bueyes para la alegoría del desfile también está desamparado. Y otros arrieros supérstites de Colombia siguen sumidos en el olvido. Irónicamente, mientras termino este escrito, recibo la noticia de la muerte del último arriero del Camino Nacional de Salento, el viejo Hernando López Herrera.

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