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Columnistas  |  30 marzo de 2024  |  12:00 AM |  Escrito por: Roberto Estefan-Chehab

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Roberto Estefan-Chehab

Roberto Estefan Chehab 
Los católicos dedican esta semana a la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Es un espacio que invita a la reflexión y la introspección, además de un alto en el camino que también se aprovecha para el recuentro de las familias. Aunque el contexto es doloroso, por las circunstancias históricas de los acontecimientos, se rescata un mensaje de amor a la humanidad. No todo es dolor, aunque sí se enfatiza en el sacrificio que rescata de las tinieblas. La creación de Dios es una maravilla, plena de alegría, de vida y recursos que valorados y protegidos dan la oportunidad de vivir armónicamente; sin embargo, el ser humano, haciendo uso de su libre albedrío ha priorizado el egoísmo, el facilismo y las pasiones creyendo que esa vía da felicidad: gran error, todo lo que atenta contra la sencillez y el milagro de la vida lleva a la destrucción. El dolor de Cristo en su pasión simboliza esa consecuencia, pero su infinita capacidad de amar, su humildad, su férrea posición afín a la verdad y el respeto a los designios de Dios, su padre, respecto a su misión en la tierra van transformando al viacrucis en un camino de redención y esperanza. La vida de Jesús fue un ejemplo de grandeza, amor y entrega al prójimo. Vestido sencillamente, rodeado de sus discípulos y seguido por multitudes que pusieron a temblar a los que ostentaban el efímero poder terrenal, lo único que atacó fue lo banal, lo incorrecto, lo superfluo y eso también se constituyó en un motivo de angustia para quienes se creían superiores pues les movió las entrañas, volviéndolos más violentos aún – generalmente es la respuesta del extraviado - más injustos y mas

 cobardes. El bien y el mal siempre están presentes en el trasegar del camino humano; son dos fuerzas que pujan cada una hacia su polo y cada polo está compuesto por cualidades que ofrecen posibilidades: se trata de elegir y eso no lo hace Dios, eso le corresponde a cada persona, a cada sociedad, a cada grupo. El egoísmo, la idolatría por el dinero, la arrogancia, la mentira y el engaño, la indiferencia, el desorden en la vida, entre algunas posibilidades riñen con la humildad, la caridad, la honestidad, el respeto, los principios y valores, la caridad, la empatía y el respeto. Cuando el ser humano trastoca la escala de valores cree que la felicidad, el éxito y su medición descansan en los pilares de la banalidad, lo superficial, lo competitivo; la respuesta llegará con soledad y vacio, indefectiblemente. Estos días de semana santa son un espacio para el recogimiento tan necesario porque el espiritu clama ser revisado en intimidad, donde solo cabe la voz individual, donde cada conciencia habla en primera persona, donde la verdad de la propia historia se muestra solo a su dueño. Que buen momento para revisar, aceptar, fortalecer o cambiar, para iluminar el camino que sigue, con una luz mas brillante, que desde ahora no debemos abandonar. El pecado solo tiene connotación religiosa. El bien y el mal son los derroteros reales, con o sin religión. [email protected] 

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