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Cultura  |  26 febrero de 2024  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Libro: Encontrarse a uno mismo

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Las heridas del pasado y las vivencias que determinan la vida de cada persona, muchas veces llevan a buscar apoyo, una ayuda para saber por qué somos como somos y si hay manera de cambiar, mejorar, pero sobre todo si
hay manera de estar en paz con uno mismo.

La salud mental sigue siendo el mal principal del mundo, después de la pandemia, y en medio de este contexto, además de los psicólogos, hay terapias y métodos que proponen ser muy efectivos en una tarea que parece
imposible: encontrarse a uno mismo.

Algunos fragmentos

“¿Quién dijo que sanarse era fácil? Sanar el alma, quiero decir. Reparar el cuerpo puede ser más sencillo, vas al doctor y te entregas a él y su sapiencia. Estás presente porque no hay de otra, pero, salvo ponerte en sus manos y seguir instrucciones, no hay mucho más que puedas hacer. Curar el espíritu, en cambio, es un intangible que, aunque involucre a la ciencia, requiere más fe que otra cosa. Para la gripa hay un sinfín de medicamentos y sabes que alguno hará efecto tarde o temprano; pero si vivir te pesa, acudes a un guía y no sabes cómo va a salir la vuelta. Además, no se trata de ir de un punto a otro en línea recta y sin contratiempos, al revés.

El camino a la redención tiene curvas y precipicios, atracones, baches, giros en U, zonas cerradas y salidas falsas. Es tan complejo y maravilloso que hasta tiene atajos. Atajos, pero a la vez no es mágico, no es tomarse una pastilla y mejorarse, como con la gripa, porque hasta las salidas fáciles son complejas. Y tiene milagros, eso sí, pero tales milagros toman tiempo y muchas veces cuestan lágrimas. Respuestas se hallan, pero rumbo a dichas respuestas surgen nuevas preguntas y dudas. Mejorar es, al final, un trabajo que nunca acaba.”

Página 9

Psicóloga

“Creemos que amarnos es comer ensalada, hacer ejercicio, no fumar ni tomar y dormirse temprano; pero, según ella, va mucho más allá e implica ser capaz de entrar a nuestros territorios más oscuros, a nuestros egos, errores y perversiones, y aceptar que eso también somos nosotros. Nos desvivimos por quitarnos “lo malo”, así entre comillas: la pereza, el mal genio, lo que sea, pero por ahí tampoco va la cosa, por mucho que queramos mejorar.
Quererse en la buena es muy fácil, quererse en nuestras carencias requiere trabajo.

Todo lo que implica división, al final, enferma más, pero lo que se integra termina sanando, de ahí la importancia de aceptarnos. Son pocas las personas que se quieren como son, casi todos queremos quitarnos algo, cambiar detalles, y es todo lo contrario porque al final el camino es integrar.”

Página 19

Hongos alucinógenos

“Los hongos son casi tan antiguos como la vida misma y hay más de un millón de especies de ellos con diferentes formas, tamaños, colores y funciones. Ese dato, más que sorprenderme por los hongos en sí, me asombra por nosotros los humanos. Somos pequeños renacuajos que alguna vez salimos del agua para poblar la Tierra y hemos aprendido tanto que no solo la colonizamos, sino que hemos diseccionado la vida casi hasta su última
minucia. Y acá seguimos como si nada, progresando y resistiéndonos a la extinción, que siempre está más cerca de lo que creemos. Los hongos son vida y sin ellos el mundo no sería como lo conocemos.

Ayudan a combatir la contaminación, regeneran la naturaleza y otros pueden matarnos. Además, existe la teoría de que su consumo hace miles de años ayudó a moldear nuestro cerebro para que fuera como es hoy, o sea que en alguna medida forman parte también de nuestra evolución.”

Página 40

Yoga

“Y uno no cree que trabajando el cuerpo pueda transformarse la mente, pero sí es posible. Aunque el yoga se trate de estar en el aquí y en el ahora, que es básicamente lo mismo que buscan muchas otras técnicas de origen oriental, es imposible no irse a veces hacia el pasado o el futuro, pese a la dificultad de mantener ciertas posiciones, en especial las que implican levantar más de una extremidad al tiempo. Mientras me esforzaba durante las primeras clases (y durante las últimas también) boca abajo, con las piernas dobladas apun-

tando hacia la cabeza, y la barbilla y el pecho levantados, mi mente no dejaba de pensar. ¿Qué estoy buscando? ¿Necesito encontrarme o es más pendejada mía? ¿En qué momento me perdí? ¿Qué es sanarse? ¿De qué tenemos que sanarnos? Después de no ser capaz de contestarme ni de mantener la posición durante el tiempo que el ejercicio requería, volvían las divagaciones con una nueva pose. ¿Por qué nos rompemos las personas? ¿Por qué buscamos la manera de sanarnos, así como buscamos el momento en que nos rompimos?
¿Nos rompemos en un momento específico o es más bien un proceso de años de deterioro, y el camino de vuelta es también un proceso de reconstitución que nunca termina? Suena a mucho, pero cuando estás intentando no encalambrarte, el tiempo pasa lento, pero la mente va a mil.”

Página 55

La meditación y un retiro de 12 días en silencio absoluto

“De tanto observar mi cuerpo mediante la meditación he logrado entender algo que considero vital para la vida: pensar no sirve para nada, lo que importa es sentir. Claro, si vas a cruzar una calle o a construir un edificio tienes que poner a trabajar el cerebro, si no estás alerta te lleva por delante un carro o se te cae la estructura. Pero salvo casos de ese estilo,si dejamos de sobrepensar y más bien nos fijamos en lo que sentimos es difícil que fallemos.

El cuerpo nunca se equivoca y tiene todas las respuestas, le saltan por los poros, lo que pasa es que las cosas externas del mundo generan tanto ruido que hemos dejado de oírlo.
 

Página 96

“Eso soy yo a mi manera, un cúmulo de emociones escondido detrás de un caparazón. No dejo que nadie entre allí, y el problema es que estoy tan blindado que ni yo puedo penetrarme. Entonces este libro, los años anteriores en que me traté con diferentes métodos y mis años de formación incluida mi caótica adolescencia, no fueron sino tiempo en el que intenté conocerme y abrirme, a veces con algo de éxito, pero casi siempre en vano. Si ni yo mismo sé qué me pasa y si, en efecto, me pasa algo, menos van a poder responder a aquella pregunta las pocas personas que se molesten en formularla. A mi interior no dejo entrar y no pido ayuda ni cuando la necesito. Lo positivo de dicho asunto es que, sea con una técnica u otra, siempre llego al mismo punto. Todo está conectado y los asuntos, taras y miedos que terminan reflotando son siempre los mismos; al menos soy coherente en mi caos.”

Página 137

La semana mágica

“En un punto entre el martes y el jueves de alguna de las más de 30 semanas que usé para la investigación de este libro, algo pasó en mí. Ni siquiera fue una semana, sino tres días apenas, solo que semana suena más formal, más robusto. Siempre supe que si me iba a sanar de algo no iba a ser por arte de magia, pero íntimamente lo deseaba, que de un momento a otro pasara de no poder pronunciar palabra a que me fluyeran todas.

Y sucedió, solo que no fue mágico. Sí cambió algo en esos tres días, lo que puede parecer milagroso, pero lo cierto es que el proceso me tomó 40 años. El lunes había ido a mi segunda sesión de medicina cuántica y salí con una sensación rara, rara bien, como más tranquilo; los hombros sueltos como si hubiera soltado una carga. Y el martes temprano, antes de ir a la primera de sanación budista, estaba sentado en el baño a eso de las seis y
media de la mañana y me dije que tenía que empezar a hablar más despacio. Muchas veces me lo había repetido a lo largo de estos años, pero es que una cosa es decírselo y otra ser capaz de aplicarlo.”

Página 151

Sobre el autor Adolfo Zableh Durán

Comunicador Social de la Universidad Javeriana con experiencia desde 1997 en medios impresos, televisión, radio e internet. Columnista, asesor, escritor e investigador de artículos, crónicas e historias de diversos tipos
de temas, publicados en varios medios nacionales e internacionales. Autor de varios libros entre ellos Todos tenemos una historia que olvidar, 2016 y Amor a la camiseta, 2018; estos dos publicados en Planeta.

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