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Cultura  |  08 mayo de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

El Clan del Golfo en Armenia

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Por Libaniel Marulanda

Para que al artista acomodado no le pase nada y para que el poder no lo señale de subvertir el orden, la posición ideal es estar de rodillas frente a la historia porque así, de esta manera, la realidad pasa por encima, sin tocarlo, ni mancharlo, como la preñez de la virgen.

 

 

Acabo de leer en este diario virtual la noticia de la intimidación del Clan del Golfo a un grupo de valientes seguidores del Pacto Histórico en Armenia. Y aclaro: el adjetivo de valientes es merecido en un territorio que, en concordancia con su población y espacio geográfico, es el mayor bastión del uribismo donde, por una paradoja, nacieron muchos líderes de ideas liberales y socialistas.

Claro, que en malévola contraprestación, aquí también nacieron Lehder, Garavito el violador y el policía calarqueño de alto turmequé, acusado por la familia Galán de complicidad en aquel magnicidio. Y si hurgamos la historia, aparecerán otros personajes de la mafia y el crimen, pero dejemos los santos quietos y veamos al Quindío de hoy, donde se repiten como comedia las historias que colorearon de rojo sangre las jornadas de La Violencia.

Y me refiero al fanatismo, a la fe sordociega por el innombrable personaje que terminó por ser entronizado en nuestra sociedad.

Los trabajadores del arte (incluso los de tercera categoría como yo) a lo largo, ancho y profundo de la historia, en un abultado número y desde sus trincheras: la Literatura, la Música, el Arte dramático y la Pintura y el Cine, han puesto sus reflexiones estéticas al servicio de las causas populares y en abierta contravía al poder.

Y el Quindío, pese a su marcada tendencia política de derecha y la cobardía colectiva, hija del clientelismo, una porción significativa de artistas ya se han se han expresado en relación con el acontecer político que se vive.

Lo he dicho antes en algunos escritos: Para que al artista acomodado no le pase nada y para que el poder no lo señale de subvertir el orden, la posición ideal es estar de rodillas frente a la historia porque así, de esta manera, la realidad pasa por encima, sin tocarlo, ni mancharlo, como la preñez de la virgen.

Ante lo que puede pasar, como ya pasó cuando se desató La Violencia, con la policía Chulavita, Mariano, Laureano o Rojas Pinilla. Como cuando el chiquito Lleras y otros concurrían al palacio de San Carlos a negociar ministerios, caliente aún el cadáver de Gaitán, sé también que casi todos los medios y algunos artistas se taparán los ojos, metidos entre la arena del importaculismo, el hambre burocrática y el miedo.

Pero, con todo y eso, en el ubérrimo territorio quindiano, colonizado a lo Panaca, clientelista y silente, tres o cuatro chiflamicas, chupacobres, y pelagatos tendremos el valor de expresar en nuestra creación artística y a plena voz lo que sentimos ante lo que está pasando.

El Espectador nació como un diario que recogía lo mejor y más digno del ideario liberal. Nunca se arrodilló y ni siquiera el binomio de la ignominia Escobar-Uribe han conseguido acallarlo. En sus páginas se leen todas las vertientes ideológicas, incluso la extrema derecha. Y eso sí es democracia periodística.

Por eso, haciendo uso del derecho y con el honor que me cabe de hacerlo, transcribo la columna escrita En El Espectador, correspondiente a  la edición de hoy sábado 7 de mayo de 2022, por uno de los grandes escritores y columnistas de este país: Julio César Londoño:

“ Petro no es que me mate!

Julio César Londoño

 

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“Petro no es que me mate, el otro sí”, decía un meme que circuló en las elecciones presidenciales del 2018. El “otro” era Duque, su patrón, las Águilas Negras o las “fuerzas oscuras”, pero también pueden ser hoy los pastores, el Eln, las bacrimes, la delincuencia común o esos colombianos que aplauden a Andrés Escobar y practican “tiro al indio” y les parece profiláctico el “tiro a los ojos”, en fin, algún espécimen del sinnúmero de monstruos del bestiario nacional, todos esos manojos de nervios y contratistas y gavirias que hacen gavilla en torno a Fico, el último prodigio de la astucia paisa.

Ahora el temor no es que nos maten sino que maten a Petro. Muchos líderes coinciden en esta preocupación. Hasta Paloma Valencia se solidarizó con Petro por medio de un trino que la enaltece.

Aunque a mí tampoco me mata Petro, me uno a la preocupación nacional. En Colombia, se sabe, el debate de ideas es la última instancia, un embeleco intelectual al que recurrimos cuando hemos agotado todas las municiones.

Si lo matan, Gustavo, quedará herido de muerte su proyecto, habrá unos motines que dejarán al Bogotazo como una piñata y su caso engrosará el abultado archivo de la impunidad. Recuerde que la Fiscalía colombiana no resuelve nada, ni siquiera un magnicidio perpetrado en pleno vuelo.

Nota roja. Luego de asesinar a quemarropa a Carlos Pizarro, el sicario arrojó el arma al piso del avión y rogó por su vida, pero un miembro de la escolta de Pizarro, un agente del DAS, lo mató de un tiro en la frente. Un crimen perfecto.

Corolario. Gustavo, no acepte protección de los organismos del Estado, en especial de este Estado.

(No me place registrar las miserias del país. Es una tarea que hago con miedo, con vergüenza, con dolor).

Aunque usted es un hombre valiente, escuche consejos, cancele las presentaciones públicas. Ya hizo bastantes. Multitudinarias. Apoteósicas. Ya quedó claro que la plaza pública le pertenece y que el pueblo lo quiere.

Le confieso que a ratos me asaltan las preocupaciones del Centro Exquisito, esos señores que aseguran que debemos extender la explotación petrolera 14 años, no 12, como usted propone, cuyos cálculos actuariales de pensiones difieren de los suyos en la quinta cifra decimal. Están convencidos de que la crisis de la educación se resuelve con becas y tabletas, y que la pobreza es un seudoproblema que se corrige con subsidios. Temen que, una vez en la Presidencia, usted decida que la Constitución es un conjunto de articulitos, se reelija siete veces y se proclame dictador contra viento y marea, es decir, contra los medios de comunicación, los cacaos, los industriales, las Fuerzas Armadas y la aplanadora del Congreso.

Sí, Petro no tiene la chequera de Chávez, dicen, ¿pero quién nos garantiza que no hará la revolución a crédito?

P. S. 1. No vuelva a la plaza en esta campaña, se lo rogamos. Recuerde que Colombia es la mayor fosa de líderes sociales del mundo.

P. S. 2. Usted lidera las encuestas por su coraje en la lucha contra los leviatanes de la corrupción y el paramilitarismo, porque tiene ideas modernas en lo ecológico, viables en lo económico y sensibles en lo social, pero, si es elegido, recuerde que el presidente es una suerte de coordinador de esfuerzos, no el dueño de la verdad. Que es la gente la que encaja los taburetes y las mesas y cuece los alimentos, la que erige el templo, labra el surco, inventa las lenguas, entona las canciones y teje las fábulas. Que el político solo es, en el mejor de los casos, un intérprete de las ansiedades del pueblo.”

 (Hasta aquí la columna transcrita)

Calarcá, mayo 7 de 2022[email protected]

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