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Cultura  |  19 marzo de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Casaparte del barrio Granada: el punto G del arte en Armenia

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Debut del grupo de alumnos de Teatro de Casaparte, en la comedia Lisístrata, el 5 de marzo de 2022

Por Libaniel Marulanda

En un escrito anterior tuve la ocurrencia de comparar este querido rincón teatral con ese arcano punto donde confluyen tantas y tantas expectativas. Y que si usted, apreciado lector, emprende la búsqueda por primera vez esté seguro que nunca conseguirá ubicar ese sitio sin antes tropezarse con dos o tres calles ciegas y tratar de encontrarse una placa con la nomenclatura, en el hipotético caso de que haya aprendido a buscar direcciones en forma correcta. La generosa concurrencia de gente al  barrio Granada añade dificultades a la búsqueda. Adivinando un poco y concediéndole a la imaginación otro tanto, me atrevo a dar por cierto que la historia de Casaparte tiene que ver, antes que nada, con la indispensable condición de soñadores y la verraquera de dos personajes del tejemaneje artístico del Quindío: Un pintor, profesor universitario, con nombre rebuscado: Lwdin, una versión fonética de Ludwig, el genio sordo de Bonn.  

Casaparte está situado en la carrera 23 D # 11-25, del barrio Granada de Armenia Quindío

Y el otro, también de nombre importado de Catalunya: Jhoan Manuel, un joven dramaturgo. Pues bien, Lwdin David Franco  y Johan Manuel Ospina,  en valiente oposición a nuestros especialistas en mercadeo, publicidad y demás  Bellas Artes, decidieron tomar en arriendo un local situado en el barrio Granada de Armenia, un lugar envidiable para la venta de hamburguesas, chorizos y arepas; ¡jamás para salas culturales!  y menos del género más esquivo a los afectos estéticos del pueblo: El Teatro… y pasó justo lo que no tenía que pasar: que la gente, que en Armenia y el Quindío en realidad es poca gente si de amor al arte se trata, comenzó a concurrir semana tras semana al inubicable local que fuera hasta entonces un “grasilocuente”  taller de mecánica automotriz, que por estos días y con todo el merecimiento y aplaudidas razones está dando lora por su arribo al tercer año de existencia.

La asistencia excedió la cantidad de sillas disponibles y fue necesario habilitar cojines

Una realización tangible, como Casaparte, en cierta forma es una dulce venganza contra la adversidad  que sigue al ejercicio del arte como ave de rapiña.  Y lo creo y creo que lo comparto,  igual que muchos, ilusos como yo, que hemos tratado en vano de navegar en las pantanosas aguas del favor del público, que suele ser  un monstruo de mil cabezas que trata de inducirnos minuto a minuto en la obtención del aplauso fácil mediante lo vacuo, lo epidérmico,  o en hacer de nosotros más que hacedores de arte, una caterva de menesterosos  hincados y silentes ante el dios encarnado en el poder estatal, el gobierno tramposo y envilecedor de un país que mira para otro lado ante las tropelías de su dirigencia política pero que aúlla ante un gol y cree en los milagros de la virgen de Chiquinquirá antes que en las perspectivas de un cambio político.

Creo que el lector habrá advertido también la existencia de una maldición que cae de manera indefectible sobre los espectáculos públicos, y con mayor énfasis en aquellos que son realizados con esfuerzos económicos. Tanto, que me atrevo a agregar que existe una relación entre la lluvia y las dificultades de organización: mientras menos recursos económicos tengan los gestores del evento, mayor será la cantidad de lluvia que caerá, con puntualidad de novio feo, justo en la hora en que se espera que llegue el público a la respectiva locación. Sin excepción,  Cuantas veces hemos asistido a Casaparte, la lluvia de Armenia más que lluvia es obertura de las obras programadas. Y entonces, con la lluvia comienza el desfile de carros que buscan aparcarse en una calle donde en diez minutos no cabe uno más, mientras empapados van llegando los asistentes que han estado busca que te busca ese punto G.

El pasado  sábado 5 de marzo, con la obra de teatro Lisístrata, en cartelera y tercera noche de debut, con la estricta y presentida lluvia, la gente comenzó a agolparse frente a la única puerta de acceso de la sala y con una inusitada puntualidad, en contravía de la inveterada tradición social del retraso, el grupo de espectadores, veinte minutos antes, ya comenzaba a exceder el aforo, de tal suerte los organizadores tuvieron que morder el espacio vital de la escena con varios cojines. Y como suele suceder, la lluvia cesó ante la ausencia de público a quien mojar, al tiempo con el comienzo de esta comedia griega escrita por Aristófanes contra la guerra en el año 431 antes de Cristo, que nos demuestra todo el poder de las mujeres en  medio de una huelga sexual. El éxito de esta puesta en escena reclama una pronta reposición en la cartelera.

No puede bajarse el telón de esta crónica sin expresar, y con un sentido tono de queja, que Casaparte es un colectivo cultural que ha sido ignorado por la tutela gubernativa departamental y la politiquera Corporación de Cultura y Turismo de Armenia. Sus cabezas visibles: Jhoan Manuel Ospina Hernández, un artista nacido en Circasia en 1988, docente en teoría y práctica de teatro académico, probado y reconocido por la comunidad teatral, por una parte, y Lwdin Franco, docente universitario y maestro en artes plásticas, nacido en Armenia en 1978, pueden ufanarse de haberle puesto ruedas a su talento desde la implacable realidad de su lucha contra la alambrada  económica, que pareciera ser el terreno donde se forjan los artistas fundacionales de los pueblos. Ignoro si es un exceso de optimismo creer que el público quindiano alcanza a percibir y valorar esa lucha y por eso asiste cada semana a Casaparte.

El éxito logrado con el debut de este grupo de alumnos, despertó la necesidad de una repetición

Calarcá, marzo 18 de 2022                                                                                  [email protected]

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