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Cultura  |  21 diciembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

HISTORIA DE LA NAVIDAD

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Josué Carrillo

 

La Navidad, una festividad tan cercana a nuestros afectos y que hoy se celebra con mayor o menor fervor en casi medio mundo el 25 de diciembre, tiene un origen anterior al cristianismo. Desde tiempos muy remotos, muchos pueblos del hemisferio norte celebran el solsticio de invierno (ese día en que el sol desciende al nivel más bajo en el horizonte y comienza de nuevo su ascenso), como la fecha que marca el renacer del sol. Varios de esos pueblos hicieron coincidir ese día con el del nacimiento de sus divinidades solares; así, hace más de 6 milenios, los pueblos iraníes celebraban ese día el nacimiento de Mitra, el dios del sol; los egipcios también festejaban el nacimiento de Ra, el dios solar.

Los romanos, cinco siglos antes de Cristo, celebraron la saturnal, una fiesta en honor a Saturno, dios de la agricultura y las cosechas, que iba del 17 al 23 de diciembre, y coincidía con el solsticio de invierno. Durante esta celebración cesaban todas las actividades, incluso la guerra; todos: campesinos, esclavos y guerreros tenían la licencia de postergar sus labores para festejar y gozar; similar a la costumbre moderna, durante estas festividades eran usuales los regalos y las visitas entre amigos y familiares. Estas saturnales tuvieron mucha influencia en el origen de la Navidad cristiana y tienen mucha semejanza con esta festividad.

Una fiesta romana, que se ve como la continuación de la saturnal y que tenía lugar el 25 de diciembre, era la Natalis Solis Invicti, que estaba asociada al nacimiento de Apolo. De esta fiesta nació la idea de considerar esta fecha como la del nacimiento de Jesús; sin embargo, es importante advertir que en ninguno de los libros del Nuevo Testamento se precisa esa fecha.

Los germanos y los pueblos nórdicos también celebraban una gran fiesta con motivo del solsticio de invierno, a la que denominaron Júl que, en lengua nórdica antigua, significa navidad. Pero no solo en tierra europea se festejaba esta época de días más cortos y noches más largas, también algunos pueblos aborígenes americanos tuvieron esa costumbre: los aztecas celebraban en el mes panquetzaliztli, que corresponde en nuestro calendario al período comprendido entre el 7 y el 26 de diciembre, el renacer de Tonatiuhtéotl el dios del sol y del cielo. Los incas también festejaban en el día que corresponde al 23 de diciembre, el renacimiento de Inti, su dios más importante, el dios del sol.

En los albores del cristianismo no hubo celebración de la navidad, sino hasta principios del siglo IV, después de que el emperador Constantino autorizara el culto cristiano y adoptara la nueva religión como sustituto del paganismo oficial romano. Más tarde fue el papa Julio I quien, a pesar de la creencia que se tenía en la época de que Jesús había nacido en primavera, proclamó el 25 de diciembre como el día del nacimiento del Señor. Un siglo después, en el año 440, el papa León Magno solemnizó esa fecha para conmemorar el natalicio de Jesús y en el siglo VI el emperador Justiniano le dio el respaldo oficial y la declaró una festividad del Imperio Romano de Oriente.

Uno de los motivos más característicos de la navidad en muchos países donde se celebra el natalicio del Señor es el pesebre, creación de san Francisco de Asís, quien hizo una escenificación de la navidad en el año 1223 en una gruta cercana a Greccio, en la región de Lacio, Italia. Aunque en algunos países del centro de Europa, como Alemania, Austria, Polonia, también se hace el pesebre (las figuras talladas en madera, en el pueblo de Oberamergau, en Baviera son famosas por su elaborada artesanía) lo más tradicional en el norte y centro de Europa es el árbol de navidad.

La costumbre de cortar árboles para decorarlos es bastante antigua, lo hicieron los babilonios; los celtas solían adornar los robles con luminarias y frutas durante el solsticio de invierno. Tertuliano les critica a los romanos en el siglo III la práctica de engalanar las calles y las puertas de sus casas con laureles y alumbrarlos en los saturnales y los festivales de invierno. La Iglesia, ante la imposibilidad de acabar con muchas costumbres paganas, como lo son todas las relacionadas con los festejos durante el solsticio de invierno, supo darles un significado cristiano para incorporarlas a sus rituales y festividades. Aunque son varias las referencias que hablan del culto a robles y abetos en la Edad Media, dos ciudades bálticas, Tallin en Estonia y Riga en Letonia, se disputan el mérito de haber levantado y adornado el primer árbol de navidad, Tallin, en 1441 y Riga, en 1510.

La tradicional novena de aguinaldos, que se reza con tanto entusiasmo en muchos pueblos colombianos, aunque no tiene raíces tan antiguas como las anteriores costumbres navideñas, si se acerca a los tres siglos de vida. Esta novena fue escrita por fray Fernando de Jesús Larrea, un franciscano nacido en Quito en 1700, y publicada en 1743. A finales del siglo XIX, la madre María Ignacia, que no era otra que Bertilda Samper Acosta, de la familia de los Samper Pizano, le hizo unos cambios y le añadió los gozos o aspiraciones (los del ven, ven a nuestras almas…). Ahora han aparecido nuevas versiones que le cambian el lenguaje arcaico y de corte pastoril que, a mi gusto, es lo más bonito que tiene esa novena, la que aprendí de memoria en mi infancia, a fuerza de rezarla seis y más veces cada noche del novenario.

Los villancicos, esas alegres canciones que anuncian la llegada de la magia de la navidad y que muchos conocimos y cantamos alrededor del pesebre y que acompañamos con humildes panderetas hechas con tapas de cerveza, tienen su origen bastante remoto. En sus comienzos, en la Edad Media, los villancicos eran canciones que cantaban gentes que vivían en las villas, de ahí su nombre, sobre la vida cotidiana y las costumbres campesinas, pero no tenían nada que ver con la navidad y se cantaban en cualquier época con o sin acompañamiento instrumental. Los villancicos surgieron en el siglo XII, tuvieron mayor desarrollo en España en los siglos XV y XVI, pero fue en el siglo XIX cuando empezaron a cantarse en época de navidad con textos alusivos a ella, con lo que se hicieron muy populares hasta formar un género musical propio. En Latinoamérica los villancicos hacen parte del repertorio cultural traído por los españoles a sus colonias, donde evolucionaron muy rápido y adquirieron en cada región características propias. En los países que acogieron la reforma protestante los villancicos tuvieron gran aceptación y ganaron mucha popularidad; se sabe que Martín Lutero compuso numerosos villancicos y promovió su canto durante los oficios religiosos. 

También está muy arraigado a las costumbres navideñas el aguinaldo. Llega la navidad y todos empiezan a pensar en el esperado regalo, pero ¿cuál es el origen de esta tradición, hoy degenerada por el consumismo? Para encontrarlo tenemos que remontarnos hasta la muy estratificada sociedad del imperio romano; los de clase alta, tenían la costumbre, llamada sportula, de darles a sus clientes, que en ese entonces eran algo así como los empleados domésticos, en las festividades saturnales, una canasta con comestibles (tal vez la natilla y los buñuelos nuestros, preparados al mejor estilo pagano), en un ceremonial llamado salutatio matutina cuando su clientela acudía a saludarles.

En épocas más recientes, en las colonias del imperio británico, la tradición del regalo navideño ha adoptado diversas formas, aunque con cierta similitud a la costumbre romana, se da el 26 de diciembre, el día de san Esteban, en el que los nobles distribuyen entre sus empleados domésticos una caja con toda clase de regalos y donativos. Entre nosotros, además de los tradicionales aguinaldos, que se dan entre familia y muy allegados, también las empresas suelen regalar a sus empleados y clientela las conocidas anchetas, canastas llenas de productos de rancho y licores; los comestibles caseros son regalos que se pasan entre vecinos y familiares. Aún es costumbre que la Iglesia y varias instituciones de caridad preparen paquetes, ajuares y juguetes para distribuirlos entre las clases más desfavorecidas.

También vienen las tarjetas y los mensajes como otro elemento más de la navidad. En el año 1843, Henry Cole, un aristócrata inglés, que se vio cogido de la noche para contestar las numerosas cartas que había recibido, optó por enviarles a todos mensajes breves; entonces, le encargó a un pintor amigo suyo, John C. Horsley, que le pintara una escena navideña; la mandó a reproducir en una imprenta y escribió en cada una los deseos de felicidad y prosperidad en el nuevo año, las firmó y las despachó por el correo postal. La tarjeta, además del texto, tenía un renglón en blanco con un Para y otro con un De. Con esto bien puede decirse que nació la tarjeta de navidad. Sin embargo, se tiene constancia de que esta práctica empezó en 1831, cuando los trabajadores del Diario de Barcelona decidieron entregar a sus suscriptores una nota impresa de felicitación por navidad.

Con la llegada de internet y las enormes posibilidades de comunicación como chats, videollamadas, mensajería de textos y videos, las tarjetas navideñas han sufrido un duro revés; aunque no se sabe si estos marcarán su desaparición.

No se puede terminar estas notas sin mencionar al Papá Noel. El personaje primigenio de este viejo regordete y bonachón es el obispo Nicolás de Bari, nacido por el año 280 en Mira, hoy Turquía, alrededor de quien nació la leyenda y se cuentan historias de sus bondades, milagros y su afecto por los niños. San Nicolás se hizo popular gracias a su transformación en el Papá Noel, cuyo nombre nos llegó del francés Noël, y se universalizó aún más con el nombre Santa Claus, el cual se dice tuvo su origen cerca de 1624, cuando los inmigrantes holandeses, fundadores la ciudad de New Amsterdam, hoy New York, llegaron con sus costumbres y creencias, entre ellas la fiesta de su patrono Sinterklaas (san Nicolás). Fue en 1809 cuando el escritor Washington Irwing, en su sátira ‘Historia de Nueva York’, deformó el nombre del santo al adaptarlo a la pronunciación portuaria neoyorkina y se llegó al Santa Claus. En 1860, el dibujante alemán Thomas Nast creó la imagen de un personaje rubicundo, de cabellera y barba blancas y tupidas, con vestido rojo y botas negras, que es la imagen que se tiene hoy de este símbolo de la navidad.

 

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