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Cultura  |  12 octubre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Jean François Revel y el suicidio de la democracia

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Gloria Chávez Vásquez

 

“Es claro que una civilización que se siente culpable de todo lo que es y hace, carece de la energía y la convicción para defenderse a sí misma”.

J.F. Revel

 

En medio de la guerra fría, Jean Paul Sartre es invitado a Moscú (1954) por el régimen del Kremlin. A su regreso, declara ante la prensa internacional: “La libertad de crítica es total en la Unión Soviética”. En 1961 visita a Cuba y escribe una apología de la revolución Castrista.

Sartre no era el único intelectual europeo o americano obnubilado por una ideología que terminó por colapsar a finales de siglo. Pero fueron los intelectuales como el filósofo francés, quienes, por años, dieron al marxismo su respiración artificial.

la cuestión central, como explicó luego otro pensador francés, Jean François Revel, uno de los selectos escritores que estudió a fondo la trama del comunismo internacional, era, “escoger entre América y la URSS, entre los partidarios y los adversarios del Pacto Atlántico, del Plan Marshall, de la Europa del futuro” Y en ese juego, la gran mayoría de los intelectuales franceses y europeos, “optaron por el suicidio de la democracia y la asfixia del pensamiento”.

Según advirtió entonces Revel “el peligro del comunismo es engañar a la gente con un ideal noble” y añadió: “La civilización democrática es la primera en la historia en culparse a sí misma porque otro poder está tratando de destruirla”.

Al no poder refutar las evidentes conclusiones de Revel, presentadas con toda clase de datos y detalles, sus adversarios, carentes de toda fibra ética, decidieron catalogarlo de ultraderechista, a él que durante la II guerra había luchado en la Resistencia contra el nazismo. Quizás porque su educacion jesuita en Marsella, donde nació en 1924 le había abierto los ojos desde muy temprano a las maquinaciones ideológicas, Revel, escéptico empedernido, optó por el agnosticismo y el libre pensamiento.

De joven había sido reclutado por el comunismo, pero su militancia duró solo tres días; los métodos marxistas le recordaban los de las sectas, una de las cuales había denunciado. En su juventud se identificó con el socialismo, y por eso se opuso a la Quinta República de Charles de Gaulle (“Le Style du Géneral”, 1959). Con el tiempo se dio cuenta de que la derecha era el nuevo liberalismo y se dedicó a cultivar su intelecto, favoreciendo la búsqueda de la verdad.

Contratado como profesor, dio clases de filosofía en Argelia, en el Instituto Francés de Ciudad de México y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Florencia durante la década de 1950. En México se interesa en los temas latinoamericanos. Lee y escribe para contrarrestar los estereotipos y desinformación prevalentes en Europa sobre Hispanoamérica, inspirando a escritores como el venezolano Carlos Rangel. El México de entonces es una ciudad más cosmopolita que París o Roma, opina, y considera que intelectuales como Alfonso Reyes y Octavio Paz, nada tienen que envidiar a los escritores europeos.

Sus primeros ensayos “¿Para qué sirven los filósofos?” (1957) y “La Cábala de los devotos” (1962) emulan el estilo combativo, ameno y brillante de Voltaire. En ellos denuncia las trampas del lenguaje y el oficio de la mentira en la filosofía política moderna. Edita y publica además una selección llamada “Libertés”, con ensayos de Diderot, Voltaire, Hume, Rousseau, Zola, Marx, Breton entre otros.

En 1963, comienza de lleno su carrera periodística como redactor jefe de las páginas literarias del “France Observateur”, cronista en “Le Point”, Europe1 y Radio Televisión Luxemburgo; director y miembro del consejo administrador de “L’Express” (1978-81). Consejero literario en las editoriales Julliard y Editions Robert laffont. Desde allí defiende las ideas liberales y denuncia “el opio de los intelectuales”, como llamó Raymond Aron, su maestro, al marxismo. En 1968 escribe su ensayo crítico “Carta abierta a la derecha”. Sus libros están dirigidos a la izquierda, esclava del dogmatismo marxista o maoísta, pero, sobre todo, a la derecha, miedosa de ser acusada de “ultra” o Fascista”. De ese modo, dice Revel, es que se infiltra el totalitarismo en la cultura: a través de una literatura política “progresista” desalmada.

Militante socialista hasta 1970, Revel abandona esa ideología a partir de su primer ensayo político, Ni Marx ni Jesús en el que anticipa la revolución liberal de la derecha. Desde entonces denuncia la seducción de los totalitarismos en “La tentación totalitaria” (1976); la naturaleza del terrorismo en “El terrorismo contra la democracia” (1987); el parasitismo de las ideologías fracasadas en “La gran mascarada” (2000); el antiamericanismo, en “La obsesión antiamericana” (2002). El adoctrinamiento de las masas en “El conocimiento inútil” (1988).

En enero de 1982 participa del coloquio del "Comité para el Mundo Libre", y denuncia la corrupción ideológica y parcialización de la Organización de las Naciones Unidas.

Sus escritos advierten sobre el odio que suscita la libertad y sobre “la irracionalidad de quienes, más que equivocarse, perseveran a sabiendas, en el error, sin que su excepcional valía intelectual les prevenga de esa secreta aspiración a la esclavitud moral”, o de cómo “la ayuda al desarrollo acaba convirtiéndose en ayuda a las tiranías corruptas”. Aunque su obra causa grandes polémicas sus libros están llenos del humanismo moderno de su autor, y tratan una diversidad de temas. Su ensayo sobre Proust, sus escritos sobre el arte, y la crítica de arte, revelan al estudioso de museos, galerías y bibliotecas.

El régimen soviético se derrumba, no a consecuencia de un enfrentamiento armado, o en una guerra como sucedió con el nazismo, sino a causa de su corrupción y sus métodos inhumanos. Es el mayor fracaso de un sistema político en la historia de la humanidad. La izquierda internacional, sin embargo, se niega a reconocer la inefectividad del socialismo y al tiempo que trata de rescatar y reimponer su doctrina, justifica sus abusos presentes y pasados. Su discurso actual es que el gran culpable de todos los crímenes no fue el totalitarismo comunista sino el liberalismo. La izquierda internacional ha introducido la censura global, prohibiendo entre otras cosas, la comparación entre el despotismo comunista y el nacionalsocialista o nazi: no admite que se examine sus métodos y pecados negando además su obsesión antiliberal. Para Revel, tan reprochable es “la solución final” nazi como los gulags soviéticos.

Décadas más adelante Revel dirá que: “En el debate de las ideas durante la segunda mitad del siglo XX, la historia ha dado la razón a Octavio Paz, Carlos Rangel y Mario Vargas Llosa, contra Raul Prebisch, Fidel Castro y Gabriel García Márquez”. La lista de intelectuales valientes podría ampliarse con nombres como los de Julián Marías, Jorge Semprún Maura o Fernando Arrabal, pero “debería incluir la de aquellos intelectuales disidentes que, desafiando el castigo, la tortura o la muerte, luchan por la libertad, denunciando la verdadera naturaleza del régimen que así los amenaza”.

En 1997, Revel, cuyo verdadero apellido era Ricard, es nombrado Miembro de la Academia Francesa. Ese mismo año, publica sus memorias bajo el título El Ladrón en la casa vacía, y “El monje y el filósofo”, un diálogo con su hijo Matthieu Ricard, monje budista tibetano, traductor oficial del Dalai Lama.

A lo largo de su carrera Jean François es honrado con el Premio Konrad Adenauer (1986), Doctor Honoris Causa de la U. Francisco Marroquín, Guatemala por "su compromiso con la libertad individual; el Premio Chateaubriand (1988) y el Premio Jean-Jacques Rousseau (1989), entre otros. En España se le concede la Gran Cruz de Caballero de la Orden de Isabel la Católica (2003).

Revel muere a los ochenta y dos años (2006) en el hospital de Le Kremlin-Bicêtre, France acompañado por su hijo, Matthieu, Claude Sarraute, su segunda mujer, y el ensayista Olivier Todd. Sus restos yacen en el cementerio parisino de Montparnasse.

 

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