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Cultura  |  01 agosto de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda.

Cuento: Fantasmas de Media Noche

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Un texto de Angelmiro Ortiz Ortiz. Hace parte del libro Literatura Herramienta de la Historia. Un proyecto del grupo Café y Letras Renata.

Desde el balcón de mis recuerdos, una de esas noches que camino por la casa como león enjaulado, como fantasma silencioso y vigilante, con Dios pero sin ley, y mientras el mundo duerme, yo estoy despierto con los demonios de la guerra que revoletean en mi cabeza. Aun siento la adrenalina que dan las explosiones, disparos, y el rugido de cañones.

Mi cuerpo está aquí frente a la ventana, pero mi mente y mi espíritu están allá con los recuerdos. Con aquellos momentos en que hacía parte de un grupo de muchachos, que teníamos como cultura la doctrina y la milicia viva.

Activos, preventivos, ágiles y silenciosos, nos adentrábamos en la oscura selva solo vistos por los murciélagos, comadrejas y cocuyos, que se iluminaban y desaparecían igual que nosotros. Daba la impresión de que éramos otros animales al compartir la misma vegetación y surcar la verde pampa entre aromas de hierba fresca y de poleo, sobre el rocío mañanero o en luna llena, avanzando en la noche y ocultándonos en el día.

Cuando apreciaba en el paisaje las siluetas de los compañeros bajando por la colina a la luz estelar que radiaba el noctambulo cielo del páramo del Puracé o cuando al atravesar ríos, quebradas, lagos o montañas; los paisajes eran más hermosos, los creía dignos de un buen pintor.

Pero siempre quedábamos entre la gloria y el olvido con los “lancitas”, que pueden ser hermanos, padres, primos o un buen vecino. No se protesta contra el frio, la lluvia, o el calor… parece no importar nada, pero bajo su guerrera también palpita un corazón.

En horas de descanso, para salir de la tensión que nos regía el cumplimiento y la ley, me acompañaba un amigo que me ofrecía un escape al mundo exterior y permanecía en la solapa de mi equipo o en el bolsillo de mi pantalón. Con él me dejaba llevar por la ciencia, la aventura, la ficción, la imaginación, y empezaba a leer ávidamente sus páginas.

Leía a Frederick Forsyth con “El Chacal, Los Perros De La Guerra; y La Alternativa Del Diablo”. A Agustine Og Mandino con sus tres conocidos libros: “El Vendedor Más Grande Del Mundo, El Milagro Más Grande Del Mundo, Y Los Diez Mandamientos Del Éxito”.

A Carlos Cuauhtémoc Sánchez; Volar Sobre El Pantano, Un Grito Desesperado, La Última Oportunidad; y otros más.

Me llamaban jocosamente el duende diabólico por los libros que leía porque como no sabían de qué se trataba, los relacionaban con satanería.

Una vez me recosté al lado de un viejo roble, y empecé a leer. Un compañero que deambulaba por el campamento se acercó con gran sonrisa y me pregunto: ¿Qué lees duende diabólico?

La alternativa del diablo. Le respondí. Pero al instante la carcajada diabólica de una AK-47 nos interrumpió.

El compañero se quedó en suspenso… como pensando en el ayer; su mirada perdida, meditabundo y lento, mientras se dejaba caer tras el árbol. Lo jalé del chaleco cuando sonreía y suspiraba por última vez.

Mi corazón se puso a mil. Mi sangre se hizo espuma, mis dientes, se apretaron y mis labios susurraron una maldición. Me levanté con furia y mi fusil vomitó candela mientras accionaba el disparador. La pasamos todo el día en carreras, saltos vigilados, entre cubierta y protección. Al morir la tarde, me detenía a reflexionar a sangre fría, que había sido un día hermoso para ser tan violento y daba gracias a Dios, que por un libro mi vida aún podía continuar.

Aquella noche salió la misma luna con su agradable y mágico resplandor, su ejército de estrellas o puntos luminosos como Júpiter que acompaña la luna. La Osa Mayor, y aquellas estrellas que en cada noche nos guiaban, en especial el cinturón de Orión que forma una flecha que indica al sur.

Por eso ahora añoro la brisa que pega de frente a la ventana, la lluvia que estremece la vegetación, veo con atención el rocío que cae lentamente de la flor, entonces aprieto la mano con fuerza tratando de encontrar… pero el puño se encuentra vacío como está mi corazón.

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