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Cultura  |  04 julio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de domingo: La telaraña del engaño

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Auria Plaza

El rayo del sol irrumpe de improviso en la habitación y ella se da cuenta que lleva dos noches sin dormir. Afuera, el cielo y las nubes con sus lagos de luz la sacaron de su mundo al frente de la pantalla. Como era su costumbre empezó a hablar sola. “Necesito un café y un par de barras energéticas para terminar con este programa espía y conseguir el código de entrada”.

Melina, en sus vacaciones forzadas[1] se desconectó por completo. Sin celular, ni portátil parecía que hubiera regresado a la época de las cavernas. La cabaña en Jimbaran Bay no era precisamente una cueva, el lujo y las comodidades hacían más fácil el aislamiento. Lo primero que ordenó fue que le desconectaran el wifi para no tener la tentación. Podía haberse escapado a una isla desierta, pero ella apreciaba la buena cocina y las sábanas limpias. Después de un mes de playa, sol y mar, viajó a Yakarta y de allí a Ginebra, una vez que comprobó que nadie se acordaba de ella. Alquiló un auto y viajó a Zurich, allí, en menos de una semana. se sentía como en casa.

Ahora se enfrenta a otro maratón cibernético. Esta vez no se trata de un juego: forma parte de su trabajo. Sin embargo, la descarga de adrenalina es la misma. Le interesaba mucho descubrir al pirata que tenía en jaque a la banca suiza y evitar el escándalo. No era fácil, el o los piratas crearon un dominio, cuyo carácter principal en sí; era una contradicción. De nada sirvió que activara la historia en la lista oculta para ver los caché que se usaron y así poder rastrearlos. Entonces, usó el programa depredador arriesgándose a ser detectada. En un momento logró hacer el mismo recorrido “Te tengo, ahora tú serás el que vas a ser hackeado. ¡La cacería comienza! Solo necesito llegar a tu guarida”. No tardó ni cinco minutos en darse cuenta que era el juego del gato y el ratón: apenas se acercaba el sistema colapsaba y en la pantalla aparecía la onomatopeya: ja ja ja. Entró de vuelta con otro programa; cuando pudo dar el zarpazo, al pulsar la tecla enter esta vez la pantalla quedó negra.

Era un trabajo extenuante y, cada vez que creía desatar el nudo de la madeja, un detalle creaba otro enredo, al punto de que cuánto más ella comprendía el software, más intricado era el laberinto financiero creado por el o los piratas. “¡Mierda! Tienen programas ejecutándose por sí solos y firewalls diseñados para detener a gente como yo. Si consigo aclarar todo este asunto será por puro azar”. Se levantó estirándose, tenía los músculos entumecidos. Después de una ducha caliente se calzó los deportivos y se fue a correr. Necesitaba oxigenar el cerebro o si no las neuronas empezarían a oler a resina frita. El día se había vuelto una densa masa gris que anunciaba la noche. Melina paró a comprar un desayuno, por fortuna esta ciudad vive veinticuatro horas y a nadie le sorprende el desfase. “Me iré a dormir unas horas, consultaré con la almohada mi próxima estrategia”.

“Aquí voy… tengo un programa que sólo los sombreros negros conocen, ahora el maldito no podrá sacarme”. A medida que Melina navega con su flamante software, el pirata está inventado o accediendo a nuevos lenguajes que le impiden trabajar a la muchacha; filamentos infiltrándose por todo el sistema, tan finos como el hilo de seda de una telaraña e igual de resistentes. “¡Carajo! Los archivos sólo cuentan la mitad de la historia y este genio ha implantado una variedad sin límites de dominios, gusanos arrastrándose que se extienden hacia adelante creando más archivos. Esto es algo completamente insólito”. El tiempo apremia, la Junta Directiva del Consorcio Bancario le dio una semana de plazo; ellos tienen reunión el próximo lunes para informar los resultados de la investigación. Hay mucho dinero en juego, no obstante, eso no es lo que motiva a Melina, es el reto ante el que se encuentra. Así que decide enviar un mensaje a la red profunda para ver si pesca algo que la ayude. El silencio es absoluto. Menos mal que todavía está indexada al motor de búsqueda de sus tiempos de jugadora y puede entrar a la red Gtron. Decide contactarse con el nerd del Silicon Valley, sabe que el chiquillo como usuario de la dark web conoce lo que sucede en ese submundo.

 

Soy Melina

Ya sé quién eres

Cómo olvidar el cerebrito que me dejó en ceros

Sin resentimientos. Supongo

Supones bien.

De hecho, estoy mejor que nunca

Estoy buscando a un pirata muy sofisticado. ¿Hay alguien que llame tu atención?

Últimamente no hay nada interesante

Tal vez si fueras más específica

Es alguien con navegador protegido con un URLS en un cifrado de por lo menos hace veinte años. Esos sistemas ya no se usan, por eso si ves algo así te va a llamar la atención.

Si es un sistema obsoleto

Estarás buscando en el lugar equivocado

Gracias. Sabes dónde encontrarme. Cuento con tu discreción

No necesitas mencionarlo

Lo que pasa en la dark web queda…

Se corta la comunicación y Melina se pasea pensativa después de la charla virtual. “No puedo creer que este juego me lo van a ganar. Me quedan veinticuatro horas para resolverlo y en este tiempo no es posible crear un gusano que me permita entrar a un portal que ni siquiera he logrado ubicar. ¡Estoy acabada! Tendré que pensar a qué me voy a dedicar después de este fracaso”.

La frustración dio paso al pánico, su mundo era el ciberespacio. Empieza a revisar la información que le dio el gerente financiero de la corporación, hace un mapeo con lo investigado por ella. Por fortuna tiene herramientas integradas que garantizan la transformación exacta de formatos complejos. “¡Mierda! Estaba buscando la aguja en el pajar equivocado, tengo que entrar al sistema del banco principal, conectar las plataformas de datos y sus fuentes”. Fue como si las fuerzas del Olimpo y el mismo Zeus estuvieran en el cuarto, era tal la furia de Melina. No lo podía creer. “Es una operación tan simple, me dejé tomar del pelo como una novata”.

Trabajó toda la noche y en la mañana ya tenía desovillado el sistema operativo. “Te tengo hijo de la gran siete, no te me vas a escapar”. Después de borrar todos los rastros y asegurarse de que no quedaban ni señas de su navegación y su paso por la base de datos del sector financiero, hizo un par de llamadas. Estaba lista para la Junta Directiva del banco y desenmascarar al ladrón. “Pediré una buena cena con champán y después a descansar, ya quiero ver la cara del vejete que estuvo timando por dos años a sus empleadores”

Lo revelado por Melina en la reunión fue un golpe duro para el CEO y la junta. Nunca sospecharon del Director de Tecnologías de la Información y la Comunicación; era un hombre de toda confianza, como director de TIC siempre encontraba solución a todos los problemas de forma rápida y eficiente. Naturalmente, robar dos francos suizos por mes en todas las cuentas de los usuarios locales y extranjeros, no significaba gran cosa para los clientes, ninguno lo notó. Hasta que un jubilado fue a reclamar. El hombre pensó que el banco le estaba cobrando manejo de cuenta.

El Caimo, junio 2021

 

[1] Ver https://www.elquindiano.com/noticia/22254/inquilina-de-la-deep-web

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