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Cultura  |  04 julio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Cuento: Abuela Triste

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Este texto hace parte del libro "Te das cuenta que no hay nada que amar", y se publica con autorización de la familia del escritor Gustavo Rubio.

"El amor cruza impávido mi cielo

Ustedes no conocen sino nubes".

-Anabel Torres.

Ha llegado tarde la muchacha que le gusta al capitán, hombre capitán, ¿Por qué está triste? Abre su puerta la abuela, una vetusta anciana de ochenta años, condenada mocosa ¿dónde estabas? la muchacha, bella de veinte años, dejada al cuidado de la abuela por sus padres, ahora residentes en USA, cuestión de trabajo y de conseguir algo para la niña y para vos, abuela, abuelita sí que cansa, estaba por ahí hablando con las amigas, la muchacha descubre al capitán apostado tras la cortina, pobre capitán y el capitán mamacita tan linda y la señora del capitán ¿qué haces ahí? Son las diez de la noche, no ha caído la primera gota de lluvia, el cielo nublado, las luces de mercurio rodean el edificio, y el rostro del capitán no aparece en la ventana, mira nomás lo que le hace a la peladita, tratarla tan mal y la mujer come cuento, bueno mijo, vamos a ver televisión y ven las imágenes que la abuela detesta, mujeres desnudas, quita esas cochinas de ahí, ordena a la bella y ésta se levanta, abuelita me voy a dormir, orden para que el oficial en retiro haga otro tanto, la señora no ha percibido que a esta hora de telenovela su marido camina al cuarto de estudio y se encierra, pobre Chucho siempre tan apasionado de la lectura, que lea y me enseñe vainas, el hombre toma un libro y la muchacha se desnuda, ella lo amamanta desde hace unos meses, me desnudo despacio qué carajo si se tarda la condenada, pobrecito las ganas que tiene y siempre con un libro en la mano, quítate todo y rápido, vamos capitán no se altere, la muchacha sabe lo que hace sonríe socarrona, el capitán se está muriendo, ahora no me desvisto, quiubo tonta, el capitán tiembla y observa la sombra impávida que funge de modelo y que esta noche le hurta el cuerpo que otras le obsequió, tranquilo voyerista que en el contemplar nace el arte, parece decir la joven, entonces se decide: levanta la cortina, es la señal, el hombre no entiende, qué bruto, que se acerque capitán, ¿que no puede? Señala el cuarto de televisión, ah su señora, el capitán se manda la mano a la bragueta, grosero señor eso no se hace y menos frente a una señorita refinada y culta como la del frente que ahora se desnuda, la vemos parada sobre la cama, ay que vaina capitán esa muchacha le está pidiendo cacao y usted qué hace, ah, vamos no se quede quieto, invente algo para que ella lo espere, por fin se le ocurre algo, ¿ata sábanas y piensa descolgarse? Así es, comienza a recordar sus años de soldado y baja el edificio, me golpeo contra estos putos ladrillos y me están viendo los vecinos, uy qué oso el mío, ahí viene el capitán entre sábanas inmortales, la muchacha abre la ventana, entra héroe.

Penetra al cuarto, casi que no capitán, tantos días esperándolo y usted muriéndose de las ganas allá arriba, y todo por miedo a su mujer, comencemos mi amor retirado y comienzan.

La abuela ha visto la telenovela, se dirige a la cocina cantando si nos dejan nos vamos a querer toda la vida, lava una taza y recuerda la canción de moda, piensa en la letra, lava una cuchara, fogata de amor y guía razón de vivir la vida, piensa en la muchacha que se acuesta tan temprano, ni siquiera me acompaña la mugre jerocienta, deja la cocina y va hasta el cuarto de mi niña, abre la puerta y sus ojos ven lo que no deben; la señora del capitán desde arriba mira lo que hace su maridito, no se resiste a bajar para arreglar las cuentas y corre al cuarto del olvido y se arma de una correa militar para que Chuchito sepa lo que es ponerme cuernos, pobre capitán, la mujer baja las escalas y el capitán apenas tiene tiempo de subirse los pantalones y ver que la abuela se desmaya; corre el capitán, su mujer le ofrece el primer azote con que éstas tenemos Chucho, movete desgraciado; la muchacha en tanto atiende a la abuelita que se ha desmayado y me observa la abuela pobrecita, perdóname viejita, son cosas que pasan, ya vuelves del desmayo, no le cuentes a mis padres y la abuela se pone de pie, golpea a la niña de mis ojos y se me nublan los hondos recuerdos porque la abuela se largó a otro lugar con mi niña y todo, y no ha vuelto a verla el pobre capitán cuyas noches en vela se hacen largas, solas e inútiles de no verla aparecer entre las sombras de la alcoba y la joda de su mujer que ahora no quiere que le lea los versos inútiles de todos los poetas.

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