• VIERNES,  03 MAYO DE 2024

Cultura  |  25 abril de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de la Tía Clara: Ernestina García, soltera y viuda el mismo día

0 Comentarios

Imagen noticia

Por El Flaco Jiménez

La tía Clara me contaba que en Manizales los padres casaban a las niñas cuando les llegaba la primera regla porque ya podían quedar preñadas. Una soltera que se quedaba en la casa era una boca más que alimentar y por eso les tenían bronca y les decían quedadas y solteronas.

Cuando era bonita, le buscaban a la niña un viejo rico para casarla. Así le aseguraban el futuro a la niña y se desencartaban de la obligación.

—¡Y a usted también la iban a casar con un viejo rico, tía?

—Si sobrino ¿usted qué come que adivina? Pero cómo le parece que antes de casarse el viejo Arnulfo me regaló ocho kilos de maíz tierno, para que hiciera colada, tortas y arepas de chócolo para la familia mía y la suya.

Era la primera prueba de tres que le ponían a una, para saber si servía en la cocina. Yo le eché vinagre a la colada y me cagué en el matrimonio. No mijo, parir y cocinar no era lo mío. A mí me gustaba beber, bailar y escribir. Yo fui la primera escritora de Manizales.

Y me tocó ver muchos espejos malucos. como Ernestina García por ejemplo que era muy bonita y la hicieron dejar un novio que tenía desde la escuela para casarla con un viejo rico de Medellín.

Ruperto Arango se llamaba el viejo que llegó en caballo de paso fino a Manizales, con una gran comitiva y el mismo día de la boda se puso el pueblo de ruana.

La fiesta de bodas duró hasta el amanecer, pero el recién casado no amaneció en la fiesta sino en una zanja de “El Carangal”, el barrio de las putas donde hoy queda Chipre.

En la fiesta se escucharon los tiros, pero pensaron que era pólvora en honor de los desposados. Realmente era pólvora en gallinazo. Cinco tiros recibió en la cabeza Ruperto. No tuvo tiempo de montar en su caballo y tampoco dijo ni mú cuando a la zanja cayó. Calló para siempre.

Todo el mundo supo que el asesino fue el novio despechado, pero nadie lo denunció. Al otro día la comitiva se volvió a Medellín con el muerto atravesado en la silla del caballo. No hubo testigos, nadie lloró.

Ernestina fue soltera, fue casada y fue viuda en un solo día. Pasó por todos los estados civiles de una mujer y siguió siendo virgen la pobre.

Ningún hombre se le arrimó nunca más, porque sabían que el muchacho andaba por ahí emborrachándose y jurando por esta cruz bendita que si Ernestina García no iba a ser para él, PUES TAMPOCO sería para ningún otro.

Ernestina guardó luto hasta en la ropa interior y se dedicó a jonjoliar a los sobrinos que eran muy numerosos pues tenía trece hermanas que parían como las conejas.

Uno de esos sobrinos fue Jorge Ernesto, que según cuenta la tía Clara, tenía el tamaño de una rata y chillaba también como una de ellas. Era el hijo número 18 de Rosaura, la hermana mayor de las García, cuya manera original de decir que no quería seguir pariendo fue morirse en el parto.

A Jorge Ernesto lo sacaron sietemesino por cesárea, lo cogió con asco el médico como si lo fuera a tirar a la basura y se lo entregó a Ernestina.

Ernestina envolvió a Jorge Ernesto en algodones, lo puso en la palma de la mano y se metió la mano debajo de su axila para darle calor. A los diez minutos lo sacó para darle leche con un gotero y todos en la clínica vieron cómo pasaba la leche por su garganta transparente cruzada por venitas verdes como cebollas largas.

De día y de noche durante seis meses, Ernestina tuvo a la criatura bajo su axila y solo lo sacaba para darle leche con el gotero y para que le tomaran esas fotos que siempre mostraba con orgullo en los cumpleaños.

En uno de esos cumpleaños, Ernestina invitó a su casa a los familiares y vecinos para festejar los veinte de Jorge Ernesto que ya era un hombrón de ciento treinta kilos, campeón de lucha grecorromana en la universidad.

A media noche, una vecina despistada que no conocía a Jorge Ernesto le preguntó aquello que todas las señoras antiguas de Manizales les preguntaban a los muchachos:

—Oíste ole, ¿vos sos hijo de quién?

La señora quedó perpleja con la respuesta, pero los que sabíamos la historia nos cagamos de la risa:

—Yo soy hijo del sobaco de mi tía –contestó Jorge Ernesto

 

PUBLICIDAD

Comenta esta noticia

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net