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Cultura  |  28 marzo de 2021  |  12:01 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de domingo: El agasajo

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Auria Plaza

Se retoca el maquillaje, aún conserva el porte que, veinte años atrás, le permitió ganar la corona de reina de belleza para su departamento.

A su lado, una señora se lava las manos rápida y vigorosamente; de pronto los ojos de las dos se encuentran.

–¿Natalia? –Pregunta la matrona.

–¡Claudia, eres tú! –responde con tono de sorpresa la ex reina de belleza.

La mujer, qué parece mayor, la toma del brazo y mientras se dirigen al saloncito anexo, le señala:

–¡Han pasado tantos años!

Natalia, un poco incómoda por las miradas de curiosidad que siente caer sobre ellas, la sigue.

–Dime ¿qué haces aquí?

Natalia con un airecillo petulante, le responde.

–Mi esposo es un empresario importante y fue invitado a esta cena.

–¡Qué bien! –exclama Claudia con entusiasmo– Me gustaría quedarme a charlar, pero el deber me llama. Nos vemos después de la ceremonia.

–No, espera, dame el número de tu celular y más bien nos vemos otro día. Estaré en Bogotá una semana. Le replica Natalia evasiva. Tiene terror de que la vean con una persona que se nota no es de su misma clase social.

Cuando Natalia regresa a la mesa en donde está su marido le comenta sobre lo ocurrido.

–Me encontré en el baño de señoras con una compañera del colegio. Creo que nunca te la he mencionado. Se vino a la capital con su mamá y no volví a saber de ella. Recuerdo que era la mejor alumna. Ha cambiado mucho, está gorda y envejecida, se ve que la vida no la ha tratado muy bien.

En ese momento ubican a los invitados de la mesa principal, un poco lejos de la que ellos comparten con otros asistentes.

–Mira Roberto, esa es mi amiga, la del vestido azul oscuro

–¡¿Claudia Gutiérrez?! –con admiración exclama el marido– ella es la Empresaria del Año y es el motivo por el que estamos aquí.

La ex reina de belleza se da cuenta de que ganará puntos con su marido, al que en los últimos años su belleza no lo deslumbra. Con esa sagacidad de las personas que saben lo que les conviene, cambia la actitud que, minutos antes, ha tenido con la empresaria. Sus sensaciones, como la ruleta del casino, giraron caprichosamente, lo importante es que las luces de los reflectores pueden caer sobre ella.

–¡Ah sí! Pues fíjate que fuimos muy amigas, ella era la nerd y yo la popular, así que nos ayudábamos mutuamente. Convenimos en que la llamaría para ir a tomar café y recordar viejos tiempos.

La ceremonia se inicia y a la Empresaria del año le imponen una medalla y le entregan un pergamino, con el infaltable discurso.

Roberto le dice a Natalia:

–Ven, vamos, quiero conocer a tu amiga

Cruzan el salón. Hacen una pareja muy bonita y en los círculos sociales de su ciudad llaman siempre la atención, pero aquí, entre tanta gente importante, pasan desapercibidos.

–Claudia querida ¡felicitaciones!

Natalia, con su entusiasmo recién adquirido, se dirige a su marido.

–Amor, te presento a mi mejor amiga de la adolescencia.

Como más gente quiere saludar a la agasajada, Natalia con rapidez añade:

–Querida ¿Qué te parece si vamos después de la cena a tomar unos tragos? ¡Tenemos tanto que contarnos!

–Lo siento, acabo de comprometerme. Llámame, tú tienes mi número.

De regreso al hotel Natalia va muy silenciosa. El encuentro con Claudia Gutiérrez le ha removido las entrañas con esa desazón que percibe desde hace algún tiempo. Siente que sus mejores años han quedado atrás. Tal vez era la crisis de los cuarenta que la hace cuestionar sus elecciones en la vida.

«Es curioso, cuando jóvenes la línea de mi existencia era ascendente, el mundo parecía estar a mis pies. Era la chica popular: los jóvenes querían estar a mi lado, lo maestros eran condescendientes, mi madre se sentía orgullosa. Bebía la juventud en una copa que siempre estaba llena. Claudia era la nerd de la que todos nos burlábamos, no entendíamos su afán de saber. Ahora los papeles han cambiado. Ella en la cúspide y yo en completa picada. ¿qué habría sido de mí si me hubiese dedicado a otra cosa? No me quedan metas motivadoras a donde llegar. Una vida fantasmal, las reminiscencias del peso de la vida sin sueños»

El silencio se hace cada vez más pesado.

–Amor ¿qué te ocurre? –Roberto está sorprendido de lo callada que va su esposa; normalmente, después de un evento, ella habla sin parar, hasta el punto de irritarlo– ¿Te sientes bien?

«¡Eh, eh! –piensa Natalia– ahora te das cuenta de que existo. En toda la noche estuviste engarzado en conversaciones de negocios donde yo era invisible» y volviéndose hacia él.

–Estoy bien –esboza con esfuerzo una sonrisa, no quiere que él note su mal humor–. Sólo cansada.

En la mañana desayunan en el restaurante del hotel. Natalia siente que afuera únicamente existe la nada gris. Roberto le habla y ella abstraída no le escucha.

–Querida, supongo que vas de compras, me llamas y …

–… si, si, nos vemos por la tarde. Aquí estaré.

–Está bien –Le dio un beso rápido y se marchó.

«¿Cuándo dejó mi vida de ser “no tengo tiempo” “soy demasiado importante” para convertirse en este vacío de horas? Mi mundo se está rompiendo en pedacitos y no tengo de dónde asirme. Roberto es un egocéntrico, mientras la casa funcione y yo esté dispuesta sexualmente todo bien. Aparte soy su adorno social. ¿Por qué tuve que encontrar a Claudia Gutiérrez? Ahora no podré seguir adelante ignorando lo que siento o lo que creo que siento; la vaguedad nubla mis percepciones. ¿Será que lo hablo con Roberto? ¿Quedará todavía algún resquicio de comunicación entre nosotros? Parecemos un matrimonio viejo y cansado»

Los ruidos que hacen las sillas la despiertan del letargo. Tiene los músculos entumecidos. Se había quedado allí toda la mañana, como un objeto abandonado. Empiezan los meseros a preparar las mesas para el almuerzo. Se levanta y despacio se dirige al ascensor. Luego de un largo y reparador baño, con el cabello envuelto en una toalla se mete entre las sábanas de seda y empieza a leer El oficio de vivir de Cesare Pavese. Lee de una forma extraña, desordenada: unos párrafos completos, otros, sólo un par de renglones… se salta días. De pronto se enoja cuando el autor alude a las mujeres en ciertos términos; cuando llega al 13 de octubre cierra el libro alterada, la última frase es un mazazo en el centro del pecho: “Todo lujo hay que pagárselo. Todo es lujo; empezando por estar en el mundo”

El Caimo, marzo 2021

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