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Cultura  |  28 marzo de 2021  |  12:59 AM |  Escrito por: Edición web

XXXVII. NOTAS DE LA PESTE UNAS VACUNAS DE ESPERANZA

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Enrique Barros Vélez

Está de noche y llueve. Me asomo al balcón y veo la calle desierta. Vuelvo la mirada hacia el interior del apartamento y lo encuentro solitario y silencioso. El paso eventual de los automóviles lo denuncia el chasquido que producen al cruzar los charcos. El firmamento se ilumina fugazmente y luego escuchó la lejana y estruendosa descarga eléctrica. Enseguida todo vuelve a quedar oscuro y enigmático, agigantándoseme entonces la terrible angustia por desconocer cuánto tiempo más seguiremos aislados y sometidos a esta zozobra. Ya los rostros de los amigos parecen hacer parte de brumosos recuerdos. Y los encuentros, ser cosa del pasado. La camaradería se está perdiendo por la ausencia de encuentros presenciales compartidos con sonrisas, confidencias y secretos de grupo. Sin saberlo estamos cayendo en un profundo hueco emocional. Sustituimos las amistades entrañables por los encuentros ocasionales en el vecindario, por las conversaciones con extraños, o por la frialdad de unas conversaciones telefónicas o de otro tipo de herramienta digital. Aun así, forzosamente aislados, supimos conservar la esperanza de que este pernicioso comportamiento desaparecería pronto. Y al parecer así será, pues una fulgurante luz de esperanza irrumpió en este oscuro panorama viral. El lunes 15 de febrero llegaron las primeras 50.000 vacunas, de la farmacéutica Pfizer, procedentes de Bélgica. La vacunación comenzó 2 días después, buscando inmunizar a un millón de personas durante el primer mes, iniciando con el personal de salud que está al frente de la lucha contra el virus y con los mayores de 80 años. Y en el transcurso del año a 35,2 millones de personas, equivalentes al 70% de la población nacional, para poder alcanzar la inmunidad colectiva que nos permitirá, en un futuro próximo, volvernos a abrazar. Con este propósito fueron adquiridas 61,5 millones de dosis a los laboratorios Pfizer, AstraZeneca, Moderna, Janssen (de Johnson & Johnson) y Sinovac, además de un acuerdo con Rusia para una eventual compra de la vacuna Sputnik.

Tener a las personas confinadas por tanto tiempo produjo daños en su salud mental. La incertidumbre causó preocupación, nerviosismo, cansancio, irritabilidad y dificultades para dormir, siendo muy frecuentes patologías como la depresión, los trastornos de ansiedad, los trastornos del sueño, de personalidad y por el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas. El distanciamiento social malogró los lazos familiares y las circunstancias económicas desfavorables han causado un estrés permanente y la alteración de los patrones de sueño. Las adversidades económicas continuarán con la pandemia y tendrán repercusiones a largo plazo.

Al día de hoy el Ministerio de Salud confirmó que el país tiene 2.229.663 contagiados, que la cifra de muertes ha sido de 58.974 y que el número de recuperados asciende a 2.124.695. Es un precio muy alto el que hemos tenido que pagar como sociedad, aunque hemos tenido tiempo para reflexionar y resignificar las cosas y los comportamientos sociales, en especial hacia las personas mayores y los marginados. El futuro seguirá siendo incierto. Por ello tendremos que acostumbrarnos a convivir un tiempo más en este ambiente de contagio y fatalidad y a dominar la angustia que soportamos, como una carga muerta, que nos oprime el pecho martirizándonos a diario. Por tanto debemos aprender a circular entre sospechosos de contagio ―enmascarados y esquivos― y ansiosos, deprimidos y desesperados ―amparados en su clandestinidad síquica. La fatalidad y los secretos desequilibrios emocionales serán nuestro amenazante péndulo vivencial… Febrero 22 de 2021

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