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Cultura  |  21 marzo de 2021  |  07:12 AM |  Escrito por: Edición web

CUENTOS DE LA TÍA CLARA

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EL MÁS BUENO DE LOS GÓMEZ DE MANIZALES

La tía clara me contó que el primer Gómez que llegó a Manizales fue don Aristóbulo Gómez que venía de Puerto Nare.

      --Yo lo vi subir por el camino frente a mi casa y quedé asombrada porque no venía montado a caballo, sino que él era el caballo.

      --¿Cómo que era el caballo?

      --Si mijito, traía una silla a la espalda y en la silla venia sentada su mamá.

      --¿Mi mamá? ¿Qué hacia mi mamá con ese señor?

      --La mamá de Aristóbulo, zurumbático. Y traía una niña en los brazos.

    --¿La mamá de Aristóbulo traía una niña en los brazos?

    --No pendejo. Aristóbulo traía una niña de brazos además de la mamá en la espalda. Y era gorda como un marrano.

    --¿La niña era muy gorda?

    --No. La mamá era gorda. Usted si está como atembaohoy sobrino.

    --Perdón tía, pero es que me parece increíble echarse una gorda a la espalda por estas lomas. Así sea la mamá de uno ¿Por qué no la trajo en mula como todo el mundo?

     --Porque Aristóbulo era pobre y además estaba acostumbrado  a cargar gente a la espalda como hacían los indios y los negros en la colonia. La necesidad tiene cara de perro, mijo.

La tía Clara me explicó entonces que desde  Puerto Nare a Medellín solo había trochas en esa época. Las bestias no pasaban y muchos hombres ganaban dinero cargando a los  viajeros a la espalda en silletas. Travesías de  15 días por la selva. 

    --Los Gómez eran fuertes en eso --dijo mi tía con orgullo como si ella fuera Gómez--.  Con decirle que el padre de Aristóbulo llevó al sabio Humboldt hasta Ibagué, cargado.

Yo me tomé el chocolate de la tía y me tragué los buñuelos, pero no me tragué el cuento del Barón von Humboldt. Busqué en el celular y preciso, resultó mentiras. Humboldt síestuvo en Colombia pero nunca se quiso dejar cargar como los demás viajeros. Y eso que se le dañaron las botas en los guaduales del Quindío 

  “Los americanos son afeminados -- escribió en su diario el Barón--  y por pereza de caminar se dejan cargar, lo cual constituye una vergüenza.” (Dicen las malas lenguas que el Barón solo se dejaba cargar de otro varón, pero en la cama)

Humboldt también denunció que: “Hay gentes que cometen la barbaridad de espolear con tacones a los cargueros, como si fueran animales” Pero agregó con cierta satisfacción que: “Ellos saben muy bien cómo vengarse, por cuanto muchas veces abandonan sillas y personas en la cordillera y huyen”.

   ---Eso le pasó al Gordo NabucónMontoya,  me interrumpió la tía Clara, era un rico de Medellín muy abusivo y grosero que pesaba 150 kilos. Lo abandonaron en un bosque lleno de fieras, sus seis cargueros y se lo comieron.


   --¿Se lo comieron los cargueros tía?     

   --jajajaja.  Las fieras, gran pendejo. 

   --Bueno pues tía y que pasó con Aristóbulo?

   --Pues el hombre era berraquito. Tumbó monte, sembró maíz y  mandó llamar al resto de la familia. Les dijo que ya no tenían que volver a cargar a ningún rico hideputa. Y entonces fueron llegando todos. Eran doce machos  y una mujer, Robustina Gómez que también cargaba hombres, pero en silleta, claro.  El menor de todos era una joyita.  

Tiburcio Gómez, según cuenta la tía,  era un hombre fuerte como todos los Gómez, debido a su antigua profesión pero además era  borracho, parrandero, enamorado,  jugador, tramposo y peliador. Y sin embargo,  tuvo un acto tan grande de amor por Jesucristo que casi lo convierte en santo.

    --¿Y cómo fue eso tía?   

Fue en una Semana Santa que al padre Restrepo le dio por hacer el  viacrucis en vivo subiendo al empinado morro de San Cancio, con la gente bien de Manizales. Escogió a los doce apóstoles y los disfrazó  con cortinas de terciopelo, los gladiadores romanos con sus cascos forrados en papel dorado y sus espadas de cartón, la Virgen con su manto de seda, y la Verónica con su lienzo blanco y así. 

El que hizo de Jesucristo fue Don Pánfilo Grisales, un campesino flacuchento que había cargado su propia cruz durante muchos años y ya estaba muy viejo para cargar otra, pero el cura lo escogió porque era rico, rezandero y beato. Y con cara de sufrido, igualito al Cristo de las estampas.

A Tiburcio lo iban a dejar por fuera, pero la mamá era la que hacía las mejores empanadas los domingos a beneficio del cura, y tocó meterlo a última hora. Lo pusieron de Cirineo, que es el pato que sale del público y se mete a ayudar con la cruz al nazareno en la mitad del ascenso. 

Tiburcio se animó con el papel y llevó un grupo de amigotes y de putas para que le hicieran barra y ya estaba muy prendido cuando llegó don Pánfilo disfrazado de Cristo con unos calzoncillos blancos que le quedaban grandes y con el cuerpo lleno de heridas sangrantes pintadas con lápiz labial.

Don Pánfilo vio a Tiburcio y cayó de rodillas. El libreto del cura decía que el Cirineo debía entrar y sostenerle la cruz un momentico  y que inmediatamente los soldados romanos lo sacaban de la procesión a latigazos.  

Tiburcio se acercó a don Pánfilo y vio que no era teatro, pues estaba a punto de desmayarse de verdad por el esfuerzo,  y cuando sopesó la cruz se dio cuenta que no era de utilería, como los cascos y las espadas, sino la auténtica cruz de madera de la iglesia que pesaba 30 kilos.    

Entonces dizque le quitó la cruz de encima al desfalleciente  don Pánfilo y se la echó al hombro facilito como si fuera un poncho y le dijo: Tranquilo Chucho que yo lo salvo de esta y salió corriendo para arriba en medio de los gritos y aplausos de las putas y sin importarle los latigazos que le pegaban los soldados romanos con sus látigos de tela.  Desde el suelo don Pánfilo agradecido le echó la bendición.

 Así llego rapidito a la cima del Morro donde estaba el cura furioso esperándolo para crucificarlo con la ayuda de unos gladiadores, pero la gente se amotinó y se llevaron a Tiburcio en hombros por todo el pueblo en agradecimiento por el buen comportamiento que tuvo con Jesús de Nazaret. 

 

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