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Cultura  |  13 noviembre de 2020  |  12:23 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Julia, un ángel en la oscuridad

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Texto y fotografías de Deivy Leandro Zuluaga.

Eran como las 5 de la tarde, cuando vi en las noticias un croquis del municipio de Armero y el presentador anunciaba que los armeritas se encontraban en un futuro riesgo de inundación, ya que el cañon del rio lagunilla, río que nace de las laderas del nevado del Ruiz, se podía desbordar. Eso me hizo quedar muy preocupada, pero fue más alarmante cuando el psiquiatra compañero de trabajo fue a buscar a mi esposo y le dijo: “señor Bonilla, vamos a llenar los carros de gasolina que esto es grave y es mejor que estemos preparados” Como a eso de las 9:30 de la noche, mi esposo me pidió que saliera a la plaza y mirara como veía la situación, yo fui al Concejo y vi que todos se encontraban reunidos, además los bomberos, la defensa civil y las cruz roja estaban preparados, me dijeron ellos que para la inundación que provocaría el rio y que definitivamente iba a afectar el municipio.

Llegue a la casa y le dije a mi esposo “Mijo, tenemos que prepararnos, el pueblo se va a inundar” subimos algunas cosas al carro y lo dejamos afuera.

Empezó a tronar muy fuerte y comenzó a caer un aguacero como a las 10:00 o 10:15 de la noche, Salí al patio de la casa y la pequeña piscina que teníamos para nuestros hijos estaba cubierta de algo blanco, cuando fui y lo toque, sentí como si fuera arena y vi unas piedras pomes.

Le dije a mi esposo, debemos salir, él fue a buscar a sus hermanos pero no pudo llegar, se devolvió y nos recogió y salimos con los niños, mi vecina, su hijo, su bebe de tres días de nacido y su esposo, para el punto alto del pueblo en donde habíamos acordado refugiarnos por si sucedía algo, que quedaba como a un kilómetro. En el carro íbamos aterrados mientras en ese trayecto escuchábamos un tren que iba triturando todo.

Mi esposo nos dejó allá y se devolvió a recoger a mis padres pero lo cogía una avalancha que llevaba escombros, carros y gente y que según él, media unos 50 metros. Lo arrastro por varios metros hasta que se pudo lanzar del carro, el barro se encargó de sacarlo para una parte firme y pudo regresar corriendo adonde estábamos. “llegó agitado gritando “Corramos que nos vamos a morir todos, algo muy grave viene detrás de nosotros” Salimos a correr como pudimos y subimos a la parte más elevada de la montaña, allí estábamos aterrorizados ya que se movía como si fuera gelatina. Nos quedamos unos 20 minutos y comenzamos a bajar porque nos caía agua muy fría y luego muy caliente y eso nos asustó más. Entonces encontramos una vivienda de la zona rural, donde ya habían llegado algunos sobrevivientes, los cuales estaban sin brazos, sin piernas, sin orejas, cortes en el cuello, como si los fueran a degollar; la mayoría empastados por el barro, parecían momias.

La gente que me conocía del hospital, donde trabajaba como jefe de enfermeras, me decía: Usted es la única que nos puede salvar la vida, ayúdenos por favor, esta es mi mamá, mi hermano, mi tío...

Yo tenía a mi hija que hoy ya es psicóloga, de 5 añitos envuelta en 3 sabanas, las cuales cogí, corte, hice muchas vendas y me puse a auxiliar a los heridos, a hacerles torniquetes, a cubrir sus heridas y a limpiarlos del barro.

Trajeron a una persona que tenía la cumbamba pegada del pecho, un hombre gritaba que lo ayudaran que ella era su hermana, que se le había soltado pero que la había vuelto a encontrar, todo estaba en total oscuridad y no se veía mucho, además esa persona estaba totalmente cubierta de barro y no se podía distinguir si era hombre o mujer y apenas si respiraba, empezamos a limpiarla, le sacamos una piedra gigante que tenía en la boca, le limpiamos los ojos , los oídos y la cara y logramos corroborar que era la hermana de aquel hombre, le hicimos masajes cardiacos y le dimos respiración boca a boca y le logramos salvar la vida, la gente me decía que yo era un ángel que Dios les había mandado para allá.

Continuamos ayudando a la gente que llegaba a este espacio hasta que amaneció, en ese momento empezamos a bajar al pueblo y vimos un playón blanco lleno de escombros con muchos seres humanos balceando sobre el lodo.

Yo no lo podía creer, se me fue la luz, quede sin sentido por unos minutos, sentí que algo me decía que debía seguir adelante, que debía vivir, mis hijos, mis sueños, mis padres.

Escuche algo que volaba sobre nosotros, era la avioneta que le aviso a Colombia y al mundo que Armero había desaparecido.

 

Me encontré con mis padres a las 2 de la tarde, el lodo había quedado a un metro de donde ellos se encontraban, nos arrodillamos a orar y a dar gracias de que no nos había pasado nada. Yo perdí a 32 familiares y mi esposo a 42. Hermanos, primos, tíos, sobrinos; nunca los encontramos, no supimos nada de ellos, no supimos en que fosa quedaron. Los buscamos durante mucho tiempo, vinieron familiares de otras ciudades a ayudarnos a buscar pero nunca encontramos ningún rastro de ninguno de ellos.

Entre suspiros y con sus ojos sollozos culmina su relato Julia Moreno de Bonilla, ex jefe de enfermeras del hospital municipal y sobreviviente de la catástrofe de aquel pueblo en ruinas, el cual tuve la oportunidad de fotografiar en horas de la mañana de aquel 12 de noviembre de 2018 y el cual recorrí con una sensación de pesadez, angustia y ansiedad.

Galería fotográfica:

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