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Cultura  |  03 noviembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda.

Una mirada a la Casa Museo Plaza Café en Génova Quindío

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Un texto de Diego Alejandro Arango Hernández.

Los Pijaos y los Quimbayas era esa fuerza indígena que habitaba los territorios del Quindío, Tolima y Valle. Guerreros que se caracterizaban por desafiar constantemente a la corona española, por el adiestramiento de toda clase de animales, por sus creencias alrededor del equilibrio con la naturaleza y sus curiosos rituales de la vida y la muerte como una continuidad.

Sin duda todo un legado de conocimientos que podemos disfrutar en la Casa Museo Plaza Café en Génova Quindío, un lugar que se convierte en patrimonio cultural e inmaterial de los genoveses. Este museo cuenta con más de 300 artefactos precolombinos, siendo exhibidos sólo 150 piezas en la que podemos encontrar elementos de rituales, herramientas indígenas, urnas funerarias y un intercambio de conocimiento ancestral, un reconocimiento de nuestra historia.

Es esta una de las mayores riquezas culturales de la región que quedo en el olvido y en el abandono por más de media década, donde ninguna entidad gubernamental se interesó en el espacio y su recuperación. Pese a que se encuentra en la entrada del municipio era lejano de la vida comercial de la población. Simplemente un sitio ubicado en un barrio vulnerable llamado por algunos elefante blanco, al haber perdido el sentido por el cual fue creado, que consistía en darle más visibilidad a este sector del municipio.

La edificación fue hecha con la intención de que las personas habitaran más este territorio, desafortunadamente cuando se cambian las administraciones a veces se desatienden de estos proyectos.

Todo en el museo se mantuvo así hasta el momento que llegó la asociación Entre Ríos, junto con la pedagoga social Audri Osorno, el abogado Anderson Villa y Nicolai Osorno Duran, un conocido personaje del municipio caracterizado por su amor a las aves, siendo impulsor del proyecto que se encargaría de visibilizar el Loro Coroniazul, una especie endémica de Génova que está en peligro de extinción, así como el estudio del Pato de Torrentes que habita nuestros ríos. Un hombre entregado a su trabajo constante en la promoción de la lectura y que quiere cambiarle el rostro a esta zona.

El museo que era conocido por su abandono y ser el epicentro de toda clase de conflicto, oscuro y apartado, pasó a ser hoy en día un lugar agradable y concurrido en donde son las niñas y niños de la zona los que han contribuido en darle luz por medio de las actividades que Nicolai en compañía de voluntarios de buen corazón realizan a través de visitas guiadas de los colegios, talleres de títeres donde se le da vida a personajes que representan nuestra biodiversidad, aprendiendo las clases de serpientes, aves, felinos y toda nuestra fauna, siendo una enseñanza divertida y muy educativa.

Es así como todos los viernes los padres traen a sus hijos a talleres de pintura en atriles y como es también el salón de lectura, una extensión de la biblioteca municipal, es allí en donde los niños se pueden sentar y leer toda clase de libros.

Sin duda un sitio donde el visitante por obligación hace una parada en el llamativo letrero que dice "Yo amo a Génova". También para ver sus tres majestuosas pinturas creadas por el artista Camilo Pineda que reflejan la panorámica de la cuenca hidrográfica del municipio, los páramos junto la laguna del infierno y el afluente más importante de la localidad que es el Río Gris. Todo en una bella estructura arquitectónica alrededor de la cultura cafetera que fue financiada por el Gobierno Nacional a través del Sena y la administración municipal mediante un proyecto de formación, inaugurado este lugar con la presencia del expresidente de la República Juan Manuel Santos el 1 de septiembre del 2012.

Desde esa fecha el museo no ha tenido mantenimiento, teniendo graves problemas en los techos, falta de iluminación, madera podrida por la humedad, daños de electricidad que ponen en riesgo la infraestructura y daños derivados del abandono de todos estos años. Es en estos momentos el museo un sitio que, aunque brilla por la alegría de los niños, se encuentra huérfano del apoyo del gobierno local y municipal, puesto que ninguno lo tiene como parte de sus proyectos en los planes de Gobierno.

Hoy Plaza Café como es llamado por sus habitantes cuenta con un muy recomendado restaurante que administra Nicolai, este reconocido gestor cultural que al no tener otra entrada económica junto con su pasión por la buena comida como forma de subsistir y sostener el mantenimiento de toda la edificación creo el Restaurante Café Bar Plaza Café, donde podemos encontrar una buena bebida tradicional y una deliciosa comida, como los diferentes patacones y la trucha, mojarra y el salmon, así como los famosos croissant rellenos.

Reconocido este sitio por su autenticidad, pero aun así por más que voluntariamente se aporte, no se cuenta con personas que puedan atender el museo, trabajen con los niños la lectura y pintura.

Por eso se es necesario una mirada de la administración municipal y departamental a este espacio de proyectos que realmente impactan a la comunidad. El museo no puede seguir viviendo de propinas, los arreglos no pueden estar sujetos al buen corazón y los daños no pueden quedar permanentes pues se trata de un bien público, una infraestructura de la administración que está sujeta a la caridad.

Nuestro pensamiento no puede quedar solo reducido en los impactos económicos que nos pueda traer sino el impacto social que ya genera, valorizando los terrenos y viviendas, generando más visitas, con más comercio y más habitable. Es de esta forma que se impacta la población y para lo que realmente deben trabajar las administraciones.

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