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Cultura  |  05 octubre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

El café de la esquina

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Un texto de Silvio Aristizábal Giraldo, integrante del taller literario Café y Letras Renata.

Son las seis de la mañana y, a esa hora, veo al vecino recorrer el parque recogiendo las basuras dejadas en el piso y sobre las mesas y asientos metálicos, o reparando los daños causados por visitantes nocturnos al mobiliario o a la vegetación. No es un empleado de la empresa de aseo de la ciudad. ¡Ojalá fuera así! Se trata del propietario de un café, situado en una esquina del barrio donde vivo. Un quindiano, que, después de estar varios años fuera del país, regresó a Armenia e instaló su pequeño negocio al lado de un parque, si así puede llamarse un lote, en ese tiempo cubierto de maleza, excrementos de mascotas, escombros y residuos, arrojados por transeúntes, habitantes de la calle, e, incluso, vecinos.

Desde su llegada al lugar, nuestro vecino se propuso cuidar y embellecer el parque: empezó por limpiar el lote, sembró bambú, palmas, algunos árboles y numerosas plantas ornamentales. Una labor en la que cuenta con el apoyo de su esposa y su pequeño hijo. Obtuvo permiso de las autoridades para instalar mesas y sillas en una parte del parque, a cambio de estar pendiente del mismo. Hoy, doce años después, el antiguo muladar se ha convertido en un espacio verde que le da continuidad a una reserva natural situada al costado sur. El visitante tiene la oportunidad de observar diferentes especies de aves, la mayoría pequeñas, aunque se ven algunas de mayor tamaño, como el tucán, el carpintero y el barranquero. Los guatines y ardillas merodean por el parque y, de vez en cuando, se asoma un armadillo.

A lo largo de la jornada se nota la presencia de diferentes visitantes al parque: alguien llega con un libro y pasa largas horas dedicado a la lectura, otro se sienta simplemente a observar el paisaje, llegan madres de familia con su pequeño hijo, cuidadoras con niños, dueños de mascotas, empleados que aprovechan la tranquilidad del entorno para efectuar sus reuniones de trabajo, negociantes que se citan para finalizar una transacción, familias o amigos que celebran el cumpleaños de uno de sus miembros, pensionados, estudiantes, parejas de amigos o enamorados, socias de un costurero que se reúnen para tejer telas e historias.

Hace varias semanas, en un programa de una de las cadenas de televisión nacional, el Parque fue catalogado como el más bonito de Armenia. Un reconocimiento a la responsabilidad social empresarial y a la defensa del ambiente asumidas por los propietarios del café de la esquina.

Es una verdadera lástima que acciones de esta dimensión se vean afectadas por la falta de civismo de quienes, invocando el pretexto de estar en un espacio público, dañan el mobiliario, hacen mal uso de los columpios para los niños, consumen sustancias prohibidas cerca a menores de edad, o, después de estar en el parque, dejan basuras y residuos que dañan el ambiente. Igualmente, es lamentable la poca presencia de las autoridades.

Cuando conocí este café vino a mi memoria un poema del poeta español Artur Néstor Fernández, que leí por primera vez en un café de Buenos Aires, aquella ciudad donde en cada barrio no solo hay uno, sino varios: “Mil nombres de fantasías y exotismos ¿para qué? Si al final todo café será el café de la esquina”.

Armenia, octubre 2 de 2020.


 

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