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Cultura  |  04 octubre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

XII. NOTAS DE LA PESTE

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NUESTRA ÚNICA TRANSITORIA RECOMPENSA

Enrique Barros Vélez

La amenaza potencial y letal del virus se concretó a finales de marzo. Desde entonces las autoridades expidieron decretos escalonados autorizando la circulación de las personas según el último número de sus cédulas. Inicialmente fue autorizado un día a la semana para los que su documento terminara en uno de los dígitos establecidos (0-1, lunes; 2-3, martes; 4-5, miércoles; 6-7, jueves; 8-9, viernes) con el fin de semana recluidos en casa. Poco después autorizaron dos días a la semana (0-1-2-3, lunes; 4-5-6-7, martes; 8-9-0-1, miércoles; 2-3-4-5, jueves; 6-7-8-9, viernes) y encerrados en casa el fin de semana. Y luego fueron para las cédulas pares un día y para las impares al siguiente, sin restricción los fines de semana. Hasta que el primer día de septiembre por fin todos pudimos circular libremente.

Estos cambios dependían de los reportes que las autoridades recibían de los organismos de salud pública. Aunque fueron unos cinco meses, en este tiempo se desequilibraron las economías municipales. La plataforma de WorkUniversity, en Armenia, denunció que las ofertas de trabajo disminuyeron el 40% en abril y el 90% en mayo. Según el Dane somos la tercera ciudad con mayor desempleo en Colombia. Por eso para muchos el rebusque es la única opción de empleo, a pesar del riesgo. Con ventas callejeras de chucherías sostienen a sus familias, contribuyendo al espectáculo de pobreza callejera que presenciamos cada día.

Tampoco podemos desconocer la presencia de los desprotegidos, de los mendigos a la puerta de los supermercados, de los indigentes de variados acentos y tipos, y de las madres sentadas en las aceras, cargando niños, con la mirada perdida a la espera de cualquier ayuda. Todo ello en medio de un confuso intento de resurgir, de renacer, por parte de los comerciantes formales, esos que llevan meses pagando arrendamientos, servicios y empleados sin recibir a cambio mayores ingresos. Que a base de ahorros y préstamos recientes buscan reencontrar sus caminos de prosperidad y, a paso lento, siguen empujando sus ilusiones y sus propósitos comerciales a pesar de los evidentes signos de afectación: lazos colgantes impidiendo el ingreso a los establecimientos por exigencias de bioseguridad; numerosos locales desocupados por inevitables quiebras; ventas de productos solo a domicilio y algunas otras restricciones que hacen que día a día se vayan acumulando sus pérdidas.

Pero aun así siguen a tientas, removiendo la confusa bruma de los acontecimientos en procura de algunos rastros del antiguo camino de bienestar. Ahora que estamos perdidos, y confundidos, nos reconocemos fácilmente como hermanos en la desgracia. Como miembros de un colectivo social fraccionado que está aprendiendo a practicar la empatía social, a comprender las dificultades de la pobreza, de la carencia y a salir del estrecho mundo personal para incorporar el mundo de los demás, de nuestros conciudadanos. Aprendiendo también a superar la unidad cohesionándonos como un grupo social, pues esta sorpresiva humanización será nuestra única y transitoria recompensa, ya que apenas superemos la amenaza volveremos a recuperar el mismo comportamiento egoísta y la misma normalidad individualista y excluyente…

Enrique Barros Vélez. Septiembre 9 de 2020.

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