Esa habitación de hospital era tan fría que juraría estar en Rusia: Nací siendo mayor que mi hermano menor, menor que mi hermano mayor, en una familia en que no éramos sabañones pero la comidita nunca nos faltaba.

Cuando niño no fui ni tan carismático ni tan brillante para que todos me amaran, aunque por no ser ni odioso ni del todo bruto no me odiaban, y quién sabe si por no soltarme las riendas del todo, o por no encadenarme sectariamente en mi adolescencia nunca fui descarriado ni abstemio.

Fumador social… tomaba licor hasta quedar medio embriagado y no anduve en pandilla pero nunca me vieron sólo.

Se me antojó una mujer que no fuese demasiado hermosa para que no me la miraran, tampoco tan feíta para poder presentarla en la casa, y para complemento supe ingeniármelas para conseguir un trabajo; no ganaba mucho, pero lograba llegar a fin de mes, y por andar tan ocupado no me preocupaba por ser liberal o conservador.

Ya viejo estoy medio mueco, medio calvo; y en ésta habitación de hospital, a medias cierro los ojos en mi lecho de muerte.

El diablo no se quiso quedar conmigo por ser demasiado bueno, y Dios tampoco lo hizo por ser demasiado malo.

Vuelvo al camino del medio.