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Cultura  |  23 agosto de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de domingo

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Mañana se sabrá

Por Libaniel Marulanda

Será por boca nuestra, cuando ya el pueblo comience a ser apenas una mancha lejana, un mal recuerdo: encontrarán escrita la nota en la máquina que coronará los cientos de papeles en el estudio donde impera el desorden organizado de tus quehaceres de siempre y el frenético escribir y escribir de los últimos días, a partir de ese diecinueve de enero cuando el médico del pueblo, luego de emborracharse contigo, te confesó aquellos temores que una semana después confirmó el abstruso dictamen del Seguro Social.

Será por boca nuestra que en el pueblo sabrán mañana que en el amanecer de anteayer, cuando hasta el sol estaba emparrandado, nuestra farra se interrumpió por la fuerza y el silencio que impuso el grupo armado de hombres y mujeres que llegó sin más a tu casita de campo.

Será por boca de Rodrigo Manzano, el depositario de los chismes del municipio, que la policía sabrá mañana que abandonamos el pueblo antes del mediodía y que vio cuando bajamos del baúl del carro el bulto y que, luego de mirar a un lado y otro sin que lo viéramos a él, lo tiramos desde la mitad del puente al caudal del Río Samaná.

Será por boca del comandante del puesto de policía que se sabrá en el pueblo que al chisme de Rodrigo Manzano se asomaba la verdad, porque al río sí lanzamos un saco de fique, anteayer por la mañana.

Será por boca del veterinario del pueblo que se sabrá entonces que le inyectó a pedido nuestro una dosis de Eutanol a tu perro viejo y sarnoso, al que nos encargaste de dar muerte piadosa.

Se sabrá que empacamos el cadáver de Diógenes en aquel saco de fique que vio Rodrigo.

Será por boca del Fiscal Seccional Antisecuestro, de Manizales, que se sabrá que una nota escrita en la máquina por tus captores explica tu ausencia, que ellos llaman retención, el Fiscal califica de secuestro extorsivo y los periodistas designan como plagio.

Será por boca del médico del pueblo, tu amigo, que se sabrá que las frecuentes dolencias en tu garganta, tu dificultad al tragar, tu irrevocable par de paquetes de cigarrillos diarios, lo llevaron a diagnosticarte en primera instancia un cáncer.

Por boca del especialista supiste entonces que estabas a un semestre del punto final.

Por boca tuya supimos que necesitabas que cumpliéramos con el deber de amigos y, entonces, viajamos los cuatro de siempre a visitarte a la pequeña propiedad rural en ese pueblo distante que desde siempre ha puesto su destino en manos del furioso río y el proyecto de una central hidroeléctrica.

Rodrigo Manzano se ha quedado en el pueblo, fiel a su promesa de no abandonarlo jamás, por dura que esté la situación, por sangrientas que sean las tomas de la guerrilla y los paramilitares.

Seguirá siendo el depositario de los chismes. Inmerso en su oficio de reparador de motobombas, continuará contando todo cuanto escucha y ve.

Por boca de ninguno de nosotros, incluido Rodrigo Manzano, ni mañana ni nunca, el pueblo ni nadie, sabrá que así como nunca pudiste abandonar el cigarrillo tampoco tuviste las agallas para hacer tú mismo lo que tenías qué hacer, no sólo con tu perro viejo y sarnoso, sino contigo mismo.

Ni mañana ni nunca se sabrá que nos emborrachamos como tantas veces y entre tango y son cubano, aguardiente va y aguardiente viene, llorando nos dijiste que no eras capaz, que no habías sido capaz, que eras un cobarde, que nos hiciéramos cargo del perro y que cumpliéramos la promesa, que todo estaba dispuesto, que dijéramos que eran ellos y que la sangre en el piso era el resultado de intentar oponerte a sus propósitos.

Por boca nuestra nunca se sabrá que Rodrigo sabía que el perro ya había sido enterrado en el patio, que a él le tocaba asumir el rol de testigo de visu del arrojamiento de un bulto al río.

Por boca nuestra, ni mañana ni nunca se sabrá que cumplimos contigo como amigos y que brindamos a manera de despedida teniendo como fondo al polaco Goyeneche que cantaba en un disco la “Balada para mi muerte”, de Horacio Ferrer, que silenció el balazo en tu boca con la pistola que disparamos nosotros antes de empacarte en aquel saco de fique.

[email protected]

Circasia, Quindío, abril de 2003

Primer premio,

Duodécimo Concurso Nacional de Cuento Breve

Municipio de Samaná-Caldas, 2004.

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