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Cultura  |  17 agosto de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Crónica de soltería de una dama quindiana que creció en la primera mitad del siglo xx

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EL ORIGEN Y LA FAMILIA

Nací en el otoño de 1932, año en el que por fin apareció, aunque muerto, el hijo del célebre aviador Charles Lindbergh, suceso este que dio origen al dicho: “Mas perdido que el hijo de Lindbergh. Sin embargo, mis primeros recuerdos aparecen por allá en 1937, cuando tenía casi 5 años, cuando nació la menor de mis hermanas, que mis padres llamaron Olga como una de las hijas del extinto Zar Nicolás II.

El natalicio de mi hermanita menor lo recuerdo como si fuera ayer, para esa época vivíamos en una finca de mi padre llamada La Mesa. Mi Papá, José Joaquín, fue un patriarca, hijo de colonizadores antioqueños que sus padres trajeron muy pequeño al Quindío y que terminó enamorándose de una niña oriunda de la tierra hija de los Andes, es decir el municipio de Filandia, esa niña fue mi madre: Rosa María.

En vísperas del nacimiento de Olga, mis padres nos trasladaron a mis hermanas Lilia, Melva y a mí al cuarto de mis hermanos: Daniel, Joaquín y Alfonso; recuerdo de manera clara que nos acostaron en una cama que era muy ancha o no sé si éramos nosotras tan pequeñas que cabíamos a lo ancho de esta. Mi papá nos daba vuelta cada rato y, al amanecer del día siguiente, la abuela, a quien llamábamos ‘Mama Teresa’, nos dijo que la Virgen le había traído una bebé a nuestra mamá, pero no la podíamos ver aún, pues nuestra madre Rosa María estaba en su cuarto empezando los 40 días de dieta rigurosa y solo entraba la luz por un postigo de la ventana. También recuerdo que estando yo muy pequeña, mi mamá cuando tenía que ayudarle a Zoila la empleada en la cocina, me ponía a darle el tetero a Olga en la sala, en un rinconcito al lado del radio.

No recuerdo haber compartido la casa con mis hermanos mayores: Anita, Samuel, Jaime y Alba, pues ellos ya se habían casado; Bernardo y Gerardo los veía de vez en cuando, pues ellos estaban internos el colegio de los Hermanos Maristas en Santa Rosa. Mi infancia la pasé realmente fue con Joaquín, Daniel, Alfonso, Melva y Olga, tuve muy buena relación con todos, pero a mi papá no le gustaba que jugara con mis hermanos hombres porque él era muy celoso con nosotros. Me acuerdo también que Melva, mi hermanita menor, era muy temperamental desde pequeña y mis padres le pegaban unas ‘pelas’ con una rama que se llama verbena para calmarla, porque cuando se disgustaba le daba por quitarse la ropa, por eso mi hermana mayor le hizo unos bata-calzones para que no se ‘empelotara’.

EL COLEGIO

Mi primera experiencia académica no fue muy buena, recuerdo que una vez fui injustamente castigada por mi papá porque supuestamente le había faltado el respeto a una maestra de nombre Leonora, pero después mi papá se dio cuenta que solo era un chisme y que yo nunca tuve que ver en el bochornoso incidente. Más adelante me matricularon en el internado de las Betlemitas que quedaba en el mismo sitio en que hoy funciona el colegio de la comunidad, es decir en la carrera 13, era una casa antigua de bahareque, al entrar se encontraba uno con un corredor redondo y luego se subía por una escala ancha al sitio donde estaban los salones, también había una terracita donde se hacían los actos públicos que eran tan bonitos y por la parte de abajo se entraba a la capilla, luego estaban los dormitorios. En esa época ya contaba con siete años y allí estuve por espacio de tres años: kínder, primero y segundo. La disciplina era muy rigurosa, no podíamos salir a la calle, solo recibíamos visitas los sábados y los domingos y si nos llegaban a ver ventaneando, así fuera por un postigo, inmediatamente nos castigaban. Luego empecé a estudiar externa porque ya nos vinimos a vivir a Armenia, a la casa de la calle 20, debido a que ya para el año 40 o 41 se había acrecentado el fenómeno de la violencia en el Quindío, fenómeno por el que años más adelante perdería a uno de mis más queridos hermanos llamado Jaime.

En las Betlemitas estudié hasta quinto de primaria, luego me pase para las Capuchinas en el parque De Sucre, donde hice primero de bachillerato, pero me aburrí y regrese a hacer segundo en las Betlemitas. En el colegio nos conocíamos todas desde kínder hasta bachillerato, recuerdo de esa época a una niña de Quimbaya que se llamaba Fabiola Vásquez, también me acuerdo de Leda Betancourth, Fabiola Valencia, Celina Duque, había también una niña de Palmira que se llamaba Esneda, me acuerdo también de Marina Mejía porque el papá era dueño de la Funeraria que tenía unos carros fúnebres muy elegantes halados por cuatro caballos percherones.

Cuando me retire del colegio en tercero de Bachillerato, me dedique a las labores de la casa y a la costura, pues aprendí a tejer malla en unas agujas bien particulares, eran los palos de unos bombones grandes que vendían en esa época y como el palo era tan grande le sacamos punta y ahí aprendí a enredar hilo, luego una monja Panameña me regaló unas agujas traídas de su país, me acuerdo que eran de color naranja y ella me enseñó a enmallar y a tejer a pesar de que era muy pequeña y este era un privilegio de las grandes del colegio, porque las menores solo bordábamos, luego de aprender, tejí durante casi toda mi vida, hasta que mis ojitos dejaron de funcionar bien por un glaucoma.

En esa época iba a misa de 7 de la mañana todos los días a la Catedral con mi hermana Melva y una amiga que se llama Yolanda. No íbamos con mi mamá a San Francisco porque ella se oía tres misas diarias la de 6, 7 y 8 de la mañana y luego se iba a saludar a mi abuela Teresa, lo que se volvía un programa de casi toda la mañana. También íbamos al Rosario de la Aura los primeros sábados de cada mes, que era a las cinco de la mañana, siempre me acompañaba una empleada que se llamaba Belén y que me decía cariñosamente ‘Huesudita’.

LA CASA Y LA CIUDAD

Mi papá nos daba plata todos los sábados que subía de la finca y decía que ese era el salario por ayudar a mi mamá en las tareas del hogar, pero se quejaba porque según él le salíamos más caras que pagar una empleada doméstica. Con esa platica nos comprábamos ropa o íbamos a cine, los teatros de la época tenían en semana dos funciones: vespertina y nocturna; el fin de semana había: Matinal a las diez de la mañana, matinée a la una de la tarde, social doble a las tres de la tarde, aquí eran dos películas y a las nueve de la noche era la nocturna. Los teatros de la ciudad eran el Yanuba, ubicado en la carrera quince con calle veinte, el Bolívar en la carrera trece con calle veintiuna, el Apolo en la carrera catorce donde después fue el teatro Yuldana, y el Atenas, en la calle diecinueve entre carreras dieciséis y diecisiete. El Apolo, el Atenas y el Yanuba se quemaron como si fuera una maldición el negocio del cine en Armenia, también recuerdo los teatros Izcande y Victoria, que al comienzo presentaban películas muy bonitas, pero después terminaron presentando cine rojo. El otro era el teatro Colombia, que estaba ubicado en lo que llamaban "Tierra Caliente", porque en ese sector de la carrera dieciocho quedaban todos los bares y cafés que tenían mujeres de la vida alegre a quienes llamaban despectivamente ´’coperas’, allí mantenían todos los hombres ‘sinvergüenzas’ del pueblo, pero mi papá era muy juicioso y solo iba al ‘Corredor Polanco’ a tomar cerveza, porque allí no habían coperas, en cambio mis hermanos si iban por allá a ‘Tierra Caliente’.

Mi papá, cuando se emborrachaba, era muy respetuoso, se iba en una yegua que se llamaba ‘La Sana’ desde el café hasta la finca y la yegua lo entraba hasta la puerta de la habitación que compartía con mi mamá, él decía que el animal se conocía el camino. Eso sí, nunca nos faltó al respeto ni a mi mama ni a nosotros, al contrario era muy cariñoso y generoso, siempre sacaba un manojo de monedas y nos las repartía y preguntaba, si alguno de nosotros no lo habíamos recibido, que si estaban bravos porque había llegado borracho.

Armenia en esa época era muy linda, lo más exclusivo eran lan carrera 13 y 14, allí vivían los Jaramillo y los Velásquez, de la plaza de Bolívar hacia el sur vivían todos los Velásquez, de la plaza de Bolívar hacía arriba, norte, hasta el parque Sucre, vivían los Jaramillo, nosotros también vivíamos en un sitio residencial muy bueno en la calle 20 al frente de mi casa quedaba el almacén de don Antonio Hadad que se llamaba Estrella, y vendía telas. Ahí cerca vivía la suegra de don Antonio, que se llamaba Argenis Akike Salame, también era vecino don Abel González, luego vivió Lía Giraldo que años después se convirtió en mi consuegra y me acuerdo de una señora Olga que tenía un almacén que se llamaba El buen tono, y de don Bernardo Gómez, también de don Rafael el papá de "Rafico" que fue por muchos años el mejor relojero de Armenia. Diagonal a mi casa quedaba el Banco de Colombia y al frente el Banco Cafetero, a la vuelta quedaba el almacén Delta, que era de una señora Clara y cada que llegaba mercancía nos llamaba y le apuntaba a mi papá lo que nos llevábamos, también estaban el almacén Europa, almacén Austria, de don César Quihuan, en la 15 con 21 quedaba el almacén Quinta Avenida y el de don Marco Jaramillo que era el que vendía las telas importadas más bonitas.

En la pequeña villa que era para entonces Armenia, había muchos personajes pintorescos. Recuerdo algunos de ellos como por ejemplo: "El fantasma de la trece" que era un señor llamado Cristóbal Arango que sufría de asma y se la pasaba día y noche en el balcón de su casa cerca al colegio de las Betlemitas, ‘agarrando aire’, porque en esa época no habían pipas de oxígeno. También recuerdo a Campirana, que era un loquito de la calle que cuando pasaba por el lado de alguien, se quedaba mirándolo y hacia un sonido muy particular con la boca; otro muy peculiar era uno bajito que le decían Martincito Caballero.

LOS PRETENDIENTES Y LOS NOVIAZGOS

Aunque solo tuve dos novios, si tuve muchos pretendientes. Cuando ya tenía quince o dieciséis años, me acuerdo de uno que se llamaba Milton, pero se fue a vivir a Bogotá y por allá se casó, aunque luego supe que murió muy joven. También me acuerdo de Yovani, el hermano de Yolanda mi amiga, pero a mí no me gustaba. A la vuelta de mi casa vivían unos muchachos de apellido Zuluaga y a mí me molestaba el menor que se llamaba Iván, pero tampoco me gustaba, el que me gustaba era el mayor que se llamaba Alfonso, pero este era muy grande para mí. Después supe que se fueron a vivir a Bogotá; otro pretendiente fue Argemiro, él era ya profesional y tenía un almacén veterinario, pero con él tampoco hubo nada, yo creo que yo lo espante porque le decía que mi papá me regañaba si me veía con él, porque él estaba muy grande para mí. Otro pretendiente era el distribuidor de galletas La Rosa en Armenia, no recuerdo su nombre pero siempre que me llevaba galletas decía que era para la mujer más linda de Armenia, no sé porque lo decía, porque yo no era vanidosa. La verdad tuve muchísimos pretendientes.

Mi primer novio fue Mario, tenía veinte años y yo diecinueve; era rubio, de ojos claros, tenía bigote; lo conocí porque pasaba todos los días por mi casa a trabajar en un almacén que quedaba en la esquina y un día que fuimos a visitar una prima tuve la oportunidad de hablar con él por la ventana, porque me dieron permiso. Luego nos ‘cuadramos’ y él siguió llamándome al teléfono de mi casa que era el 5201, pero las conversaciones eran muy cortas porque mi papá no dejaba que uno hablara largo por teléfono. Ese idilio duró solo siete meses, pues mi mamá nunca lo quiso porque el papá de él había sido un mal marido y borracho según ella, pese a ello Mario y yo decidimos que nos íbamos a casar, aun sin el consentimiento de mi madre, que de entrada anuncio que no iría al matrimonio y no permitiría que nadie de la familia lo hiciera. Dos días antes de la celebración, mi mamá no sé cómo, pero me convenció de no casarme, por ello termine mi relación con él, pero reconociendo que era un gran hombre, serio, respetuoso, trabajador; pero pudo más el amor por mi madre y el respeto y la obediencia hacia ella, hay que dejar claro que mi papá no se opuso e incluso me dio el dinero para la dote del fallido matrimonio.

EPÍLOGO - EL VERDADERO Y DEFINITIVO AMOR

En el epílogo de esta crónica, comienza una historia de amor que duro más de sesenta y cinco años, con el amor de mi vida y padre de mis seis hijos: Hernando de Jesús o Hernán, como siempre le dijimos a quien conocí en un rosario de la Aurora, en el que él me vio y una vez se acabó, cual espía me siguió hasta donde yo vivía en la calle veinte; lo demás es historia, pues la persistencia era una de las más grandes virtudes del viejo y religiosamente empezó a pasar por mi casa todos los días en su bicicleta, según él para poderme ver, aunque no éramos amigos aún. Adicionalmente, empezó a indagar sobre mí y casualmente una vecina de él, la señora Romelia Díaz conocía a mi familia, pero la persistencia de Hernán no paró ahí, él era muy amigo de un primo mío llamado Daniel y tomándose un café le hizo saber su enamoramiento por mí, pero en ese momento yo aún era novia de Mario y me iba a casar, situación de la cual entero mi primo a mi oculto pretendiente, quien sé si por arrogancia o por optimismo le replicó: "Ella no se va a casar, ella va a ser la mi mujer ". No sé cómo lo sabía, porque en ese momento ni siquiera nos conocíamos personalmente.

Quince días después volvieron a encontrarse Hernán y Daniel y esta vez, no tan optimista, mi Romeo le dijo que no le fuera a contar lo que él ya sabía..."que el amor de su vida se había casado". Nooo, replico Daniel, al contrario, no sé porque, pero no se casó. Y en un impulso, cuenta Daniel, que Hernán se fue a un teléfono público a llamarme, pero este no lo dejó, le dijo que no fuera bruto, que no era el momento, pues yo estaba entusada aún por Mario, y de manera sensata aceptó el consejo. Días después me llamó y empezamos a hablar. Era tanta la ‘traga’ de ese hombre que en una ocasión y a pesar de que no le gustaba tomar ni trasnochar, se amaneció con un amigo mío llamado Fidel, por la promesa de una foto mía que este tenía.

Luego como era costumbre en esa época, las primeras salidas eran a misa y una vez llego amanecido a la cita habitual, por lo que lo increpé, pero me contó que se había amanecido solo por obtener la foto de la que hablé en el párrafo anterior. Más adelante, cuando la relación estaba fortalecidam, íbamos a matinal y a fútbol pero con alguno de mis hermanos; siempre fue un hombre muy detallista, me llevaba almendras, chicles y hasta cigarrillos, pero como yo no fumaba se los regalaba a mis hermanos, también hay que decir que además de persistente era un gran trabajador y un gran comerciante, para ese entonces tenía una joyería que se llamaba Joyería La Importadora. Pese a todas estas virtudes, yo aún no había superado el primer enamoramiento y por ello decidí terminar la relación, Hernán triste pero respetuoso de mi decisión aceptó ser mi amigo, pero estoy seguro que en su interior confiaba plenamente en su persistencia y sabía que volveríamos y en una hermosa misiva que aún recuerdo me dijo que éramos como dos barquitos que algún día nos tendríamos que encontrar, y a fe que así fue.

día cualquiera de 1952 llegó con un argollero para tomarme las medidas, según él para mandar a elaborar las argollas de compromiso, esto sin siquiera haber pedido mi mano, de ese tamaño era la confianza que tenía Hernán. Cuando me llevó las argollas para medírmelas me dijo que no me las quitara y mi papá me las vio y se molestó mucho e inmediatamente lo citó y con unas cervezas, las recomendaciones del caso y una dote de doscientos mil pesos mcte ($200.000.oo), se fijó el día 12 de enero de 1953 a las 5 de la mañana para llevar a cabo la ceremonia en la que hoy es la catedral de Armenia, ceremonia que fue presidida por Fray Rafael Díaz. Una vez terminada la ceremonia partimos para la capital de la Republica a disfrutar de nuestra Luna de Miel de 8 días, preámbulo de un matrimonio que duro 65 años, 4 meses y 2 días, hasta el 14 de mayo de 2018, cuando mi viejo decidió mudarse al cielo y donde con la gracia de Dios espero encontrármelo algún día.

A propósito mi nombre es Mariela Arbeláez Serna, tengo 87 años y escribí esta pequeña crónica en asocio con mi hijo.

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