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Cultura  |  11 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Oda al acordeón en tiempos de la peste

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Lácides Romero, dejando la impronta en el Museo de ,los Grandes Acordeonistas, Italia

Lácides Romero, dejando la impronta en el Museo de ,los Grandes Acordeonistas, Italia

Por Libaniel Marulanda

El maestro Lácides Romero Meza, un acordeonista de talla mundial, tan loriquero como la calle de los turcos y los cuentos- casete del David Sánchez Juliao, madrugó a comunicar a sus miles de seguidores, por su face, que estaba de celebración. ¿El motivo? El cumpleaños 191, el día mundial del acordeón, que fuera patentado un 6 de mayo de 1829, por el austríaco Cirill Demian.

El maestro Lácides, durante todo este periplo pandémico se ha dedicado a saldar la deuda que tiene con sus amigos, la comunidad de acordeonistas, la sociedad colombiana y el arte no comercial, no mercenario, ese que gracias a la desocupación y la soledad se puede vivir, ver y oír desde el palco de honor de una silla Rimax, en primera fila, frente a la pantalla, con boletas financiadas por Facebook o YouTube.

Ya nos ha interpretado una cuarentena de melodías, de manera improvisada, sin la rigidez de las partituras y con la espontánea firmeza al digitar que traen los años y años de atravesar el teclado y jugar con los bajos de su acordeón Busilacchio, fabricado en Italia, el pandémico y sufrido país que tiene un pueblo llamado Castelfidardo donde se fabrican los mejores acordeones del mundo y existe un museo del acordeón o, como dicen ellos, de la fisarmónica.

Impronta en oro de las manos de Lácides Romerro, en Italia, 2007

Este singular músico fue escogido para imprimir sus manos en oro en el Museo de la Impronta de los Grandes Acordeonistas Veteranos del Mundo, situado en Recoaro Terme, Italia en 2007. Todos los años es invitado a Europa a diferentes eventos de carácter mundial, así como a dictar conferencias sobre su obra genial, dado que es un Luthier que ha conseguido modificar aspectos mecánicos y sonoros del acordeón. A sus méritos hay que añadirle su labor de transcriptor e intérprete de música barroca y clásica para acordeón, que comprende a Bach, Handel y otros compositores. (Ver: https://youtu.be/YUSyANo2GD4)

Hablar del acordeón, tan festivo, universal, querido y viejo es cosa seria: existen diversos tipos, y cada rincón del mundo que le ha brindado hospedaje y tarjeta de residencia ha desarrollado una particular forma de tocarlo y de crear música a partir de las posibilidades técnicas de su estructura y de la cultura de aquí y de allá, donde se ha amantado durante casi dos siglos.

La diferencia básica entre uno y otro tipo de acordeón está basada en la ubicación y cantidad de notas, por una parte, y la ejecución particular que demanda. Por lo pronto, centremos la descripción apretada en tres clases:

El acordeón de teclado a piano, que a diferencia de su homónimo no se considera de percusión sino de viento. Se pueden encontrar de todos los tamaños, calidades y precios. Los mejores, en general, son los italianos.

El acordeón cromático de botones, de uso extendido en Europa; su aspecto tiene similitud al diatónico que se toca aquí, pero que tiene una diferencia notoria en cuanto al número de notas que puede emitir.

Y el acordeón diatónico de botones, que es bisonoro, que emite una nota abriendo y otra cerrando, igual que las armónicas. Pero para allá vamos…

Es por eso que, ante tal sobrealimentación de historia, por lo menos ahora en pleno cumpleaños, tendremos que saltarnos centenares de páginas y hacer un alto para aterrizar en el acordeón en cuyo fuelle tomó el aire vital uno de los géneros musicales tan escuchados como vigentes en el país y que bien podríamos considerar el género insignia de la música nacional colombiana, dejando de lado los ánimos de barra brava de algunos lugares de la geografía patria. No olvidemos nunca que para García Márquez, su novela insignia no era más que un vallenato contado en centenares de páginas.

Se dice que llegó a la Guajira en 1880. Fue producido en el siglo veinte a gran escala por una de las mayores fábricas de instrumentos, la Hohner de Alemania, ubicada en la pequeña ciudad de Trossingen, que llegó a tener cinco mil operarios en su época dorada. En un video colgado en la red, el cronista Ernesto Mc Causland nos deja ver esa famosa fábrica en nostálgico encogimiento, por una decreciente demanda, los costos, el Euro y los buenos salarios, al filo de los años ochenta. Ahora, tiene un pocos empleados y recibe respiración boca a boca del mercado de la música vallenata (un 80% de los vallenatos) y en menor escala de la música norteña mejicana, si bien esta última le coquetea más a los acordeones Gabanelli, italianos, que ya se ensamblan en Méjico.

Igual que tantas fábricas y marcas reconocidas, la Hohner también consiguió capear la crisis de los años ochenta tras reducir los altos costos de su mano de obra, pagada en Euros, recurriendo a China. El mercado poco a poco comienza a nutrirse de acordeones hechos en la patria de Mao y la indeseable sopa de murciélago. Por eso vemos hoy en los catálogos de ventas por internet los modelos clásicos como el Corona III, otros de menor costo y nuevo ropaje, como el Hohner Rey Vallenato, el Phanter que valen la mitad de los fabricados en Alemania. Incluso hay una línea no superior a las doscientas unidades, que le rinde tributo a la dinastía de los Zuleta.

Lácides Romero con autoridades de Recoaro Terme, Italia

La música vallenata, tan lejana en apariencia de la geografía andina, gracias a la radio, la televisión y el mercado discográfico, terminó por colonizar el gusto nacional. Y el acordeón diatónico de botones entró a muchos hogares. Pero como en todo proceso cultural, en los años sesenta, la técnica apenas comenzaba a romper el cascarón. El acordeonero (una forma local de denominar a los acordeonistas que me suena peyorativa, por un complejo de cachaco), también ejercía el rol de cantor. Luego la expansión del vallenato hizo necesaria la vinculación de cantantes. La excepción, notable aún, es el triple rey vallenato, Alfredo Gutiérrez.

Los nuevos tiempos con su promoción de ídolos de millonarias ventas, trajeron a los colombianos las imágenes de nuestros grupos vallenatos con toda una recargada parafernalia humana e instrumental, en oposición al esquema clásico de escenario: acordeón, cantante, caja vallenata, guacharaca y bajo electrónico. Ahora predominan en las tarimas tres coristas, con su coreografía, un timbalero, un conguero, un campanero, un teclista, y un guitarrista, además de los otros músicos de siempre; incluso se habla, más en chiste, de la existencia de un “ayombero”: ese que grita “¡Ay hombeee!”. Tienen estos grupos un número de personas que ya quisieran para sí las orquestas. Es que hasta en la música hay clientelismo y burocracia. ¿Verdad, don Jorge Barón?

Para complementar el derroche humano, de instrumentos y vatios de potencia de los amplificadores, siempre encontraremos media docena de acordeones a los pies del hombre que lo ejecuta. Pero este último ingrediente, el número de acordeones, en realidad sí tiene una razón de peso: Las tonalidades, pues sucede que los acordeones diatónicos derivan su nombre de las tres escalas musicales que tienen.

Dicho de otra manera, en los acordeones vallenatos sólo es posible elegir y tocar en tres tonos mayores, que pueden ser, por ejemplo, Sol mayor en la hilera de botones de afuera, Do mayor en la del centro y Fa mayor adentro. Esa limitación tonal del acordeón vallenato impone, entonces, la necesidad de trastear varios acordeones de distintas afinaciones a cada toque. Quede claro, entonces, que no es chicanería sino necesidad verdadera y he ahí el porqué de su número.

El mundo, el arte, la historia y el desarrollo no pueden ser estáticos. Pese al purismo y la aparente necesidad de embalsamar las expresiones musicales de tradición, la tecnología electrónica corre desmesurada y ha estado también al servicio del arte y de la música.

Es así como del intrasteable piano acústico se llegó al teclado electrónico. Igual ha sucedido con el acordeón. En el año de 2011, se registra la aparición en el mercado del primer acordeón diatónico digital. ¡A tenerse duro la comunidad vallenata (pensamos entonces) porque el sacudón será fuerte! Pero no fue así y por alguna razón que no hemos conseguido comprender, los acordeones vallenatos de siempre siguieron reinando en Macondo.

El nuevo acordeón diatónico digital tiene tantas ventajas sobre sus antecesores acústicos que debiera haber derivado en nuevas expresiones de la música vallenata y su folclor en Colombia, pero hasta donde mi quindianidad vallenatófila me lo ha permitido, me atrevo a decir que en una década todo sigue ahí, quieto en primera base, aunque la verdad es que estamos lejos del noveno inning, para decirlo en lenguaje costeño.

De entrada, el acordeón digital, patentado por la casa Roland, fabricado en Italia como homenaje a la tradición, una marca muy bien posicionada en el mundo musical, le evita al ejecutante cargar con varios acordeones. Así de simple. Sólo hay que hacer un click, elegida la escala en que se quiere tocar, y ya está. Recordemos aquí que en la música (la occidental claro), existen doce tonalidades o escalas, que llamamos escala cromática (“del borracho”, dicen los caribes). El nuevo invento posibilita lo que hasta hace poco era un sueño.

Pero ahí no para todo. Estos acordeones reciben también información externa a través de un puerto para memorias USB, lo que equivale a decir que el músico puede añadirle pistas con voces, instrumentos y arreglos orquestales a lo que se dispone a tocar. De igual manera, tiene la opción de hacer sonar, con los bajos, un poco de percusión básica. En cuanto al sonido, agreguemos que no solo tiene el timbre del emblemático III Corona Hohner. También Puede emitir otros 12 registros de acordeón. Y, por supuesto, los nuevos acordeones digitales permiten que nuestros cultores accedan a otros sonidos como el órgano o los metales.

Retomando el hilo de lo que imaginábamos en 2011, cuando nació para el mercado el acordeón vallenato digital, no parecía exagerado pensar que, entonces, aquí en Colombia, la música vallenata sufriría un revolcón de magnitud histórica. Pero no, aunque importantes acordeoneros grabaron demostraciones que están colgadas en YouTube (ver: https://youtu.be/PCJIbC7zjcg ), en materia de aceptación, el acordeón tradicional diatónico (o vallenato para nosotros) sigue tan campante.

Y echando mano al derecho a meter las narices y arreglarle a todo el mundo la vida, muy a lo colombiano, me atrevo a decir aquí que los acordeones vallenatos digitales no pudieron emerger durante ningún festival vallenato, porque es un concurso folclórico con visos de fundamentalista y conservador, pese a que los virtuosos de este maravilloso aparato, hoy de cumpleaños, el número 191, aupados por visionarios como el Turco Gil y centenares de técnicos nuestros, le han introducido tanto virtuosismo a sus composiciones y arreglos, que desde su tumba el mimo Astor Piazzolla, lejos de revolcarse, supongo que gritará un cálido y solidario ¡Ay hombeeee!

¡Feliz cumpleaños gusano de cartón de mis desvelos y alegrías!

Calarcá, mayo 6 de 2020

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