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Cultura  |  05 febrero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

La finca tradicional, una quimera en el territorio del Paisaje Cultural Cafetero

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Por Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

Antes de la década de los años 60 del siglo XX, la variedad de café que se cultivaba era el arábigo, especie que no requería de fertilizantes químicos, plaguicidas y pesticidas. Su laboreo se efectuaba completamente de forma natural.

El café arábigo se cultivaba bajo sombra, su espacio semejaba un hermoso, magnifico y diverso bosque, colmado de guamos, mestizos, nogales, laureles, aguacatillos, quiebrabarrigos, yarumos, y diversidad de frutales (aguacates, chachafrutos, chirimoyos, mangos, zapotes, naranjos, mandarinos, limones, pomos, papayos, guayabos), entre otros.

El conjunto de flora asociada al cultivo, permitía la seguridad alimentaria, la finca proveía casi la totalidad de los productos contenidos en la dieta alimentaria.

El café no era factor determínate en la sostenibilidad económica de las familias. En tiempo de bajo precio, los caficultores vivían de los frutos asociados al café. En los cafetales, prosperaban el frijol, maíz, plátano, yuca, arracacha, mafafa, productos que épocas de crisis se vendían los excedentes y proveían recursos monetarios con los que suministraba lo dejado de percibir por los bajos precios del café.

Equilibrio

La diversidad de la permacultura cafetera, sustentaba el equilibrio biológico. La flora y fauna coligada, alejaba cualquier amenaza fitosanitaria en los cultivos. En la biodiversidad del cafetal, convivan gran cantidad de animales (aves, ranas que, en las noches, amenizaban con su constante croar), lagartijos, serpientes, ardillas, conejos, guatines, comadrejas, chuchas, cusumbos, perros de monte, armadillos. Toda una gama de animales que hoy, tan solo son recuerdos en los relatos de los abuelos. El caficultor vivía en armonía con el ambiente y sin estar al corriente de conceptos eruditos, lo conservaba y respetaba.

Ilusión

Hoy a cambiarlo todo, el cuento de hadas se ha desarmado, se ha diluido; la tan cacareada riqueza, sustentada en efímeras bonanzas proporcionadas por los monocultivos de variedades (caturra, castilla, tabí, etc.), con las cuales los campesinos ganarían mucho dinero y les iba a cambiar la vida sustancialmente, es tan solo una ilusión pasada. El resultado fue contrario, fue el comienzo del desastre de la caficultura. La eliminación del follaje biodiverso de los cafetales (sombríos), dieron paso al monocultivo del café, este fue el principio del fin, la flora y fauna asociada a los sombríos, desapareció, por acción de su tala, los animales insectos y demás seres asociados, que realizaban el control biológico, desaparecieron por falta de alimento y de refugio.

Las altas densidades de siembra forjaron copiosos follajes en los cafetales, escenario que disminuyo la aireación y filtración de la luz solar en los suelos, situación que obligó a la utilización de abonos químicos para superar las aludidas deficiencia, que, además, derivaron en otras deficiencias de tipo fitosanitario. Para contrarrestar estas fallas, se emprendió la aplicación de insecticidas y pesticidas. Sustancias que estropearon la tierra, hasta el punto, que no produce, sino se le adiciona dichos insumos químicos, y se aplicación sustancias tóxicas; lo que va en menoscabo de la poca fauna y flora asociada a los monocultivos, así mismo que la contaminación de las aguas de las fuentes hídricas, por el arrastre por las aguas lluvias de los remanentes de químicos y sustancias tóxicas a las quebradas.

Decadente

Todo fue un círculo vacío y decadente, el recurso económico producido por la caficultura del monocultivo, se disipa en la compra de insumos, materias que otrora proporcionaba la naturaleza. El café original (arábigo) fue el café más apetecido del mundo, por su suavidad aroma, hoy tan solo es una Quimera.

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