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Cultura  |  23 enero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Las criaturas de Schultz

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Las criaturas de Schultz

Autor: Jorge Schultz.

Título del libro: Las criaturas del insomne.

Editorial: POEMIA.

Número de páginas: 119.

Lugar y año de edición: Santiago de Cali, 2014.

Por Shara Bueno

Jorge Schultz aún no aparece en Wikipedia, al parecer, tampoco en grandes festivales de poesía; su nombre va de boca en boca, empujado por el leve aire de quienes lo proclaman como uno de los mejores poetas colombianos de la época. Si lo googleamos, encontramos algunas entrevistas y unos cuántos blogs que nos permiten leer una pequeña parte de su obra, pero entonces, ¿Quién es Jorge Schultz? Los que lo reseñan, coinciden en que nace en Barranquilla, en 1960, que hace un poco más 15 años vive en Armenia, donde se ha desempeñado como bibliotecario, comerciante, gestor cultural… Eso es lo que dicen ellos, yo sólo sé que es Schultz, es un poeta.

Ha publicado cuatro libros: A puertas cerradas, Cartas y postales, Palabras del durmiente y Las criaturas del insomne. Otras voces más cercanas se atreven a hablar del contraste entre su estilo y su lugar de nacimiento, tal como la de Omar Ortiz en el prólogo de Las criaturas del insomne, donde dice “Es curioso cómo un poeta que conocemos festivo y ruidoso como su Caribe, una vez se instala en el poema (…) nos hace palpitar con sonidos y silencios muy cercanos a la infancia, a los recuerdos de las pequeñas cosas tan valiosas en nuestro periplo vital”.

Las criaturas del insomne es el libro más reciente de Schultz, publicado en el 2014 por la Universidad Central del Valle. Comenta que este libro obedece a sus preocupaciones como poeta y como ser humano, aborda temas como la identidad, el amor, el desamor, el oficio de escribir y la presencia permanente de la muerte en la vida del hombre. Es conciso desde la mirada del autor, pero a los ojos del lector, los temas pierden identidad y desgarran y desnudan al poeta a través de sí mismos.

Ahora bien, cuando ahondamos en el mundo que nos propone Schultz, sus criaturas pasan a ser nuestras; vistas como inquietudes, visiones, pensamientos que irrumpen nuestro sueño y aguzan nuestros sentidos, permitiéndonos palpar y hurgar en la oscuridad que la mayoría del tiempo ignoramos. Por el misterio y el descubrimiento que nos brinda en cada poema, es inevitable ver a un niño que abre por primera vez los ojos, estrena sus manos y ofrece ingenuamente su corazón al mundo, tratando a cada objeto con la sutileza que el amor en primera instancia propone, “Dueño de sí/ el artista es un niño descalzo que corre por la playa”. Sin embargo, pese a mostrarnos inocencia, en ese camino que aparentemente nos revela aciertos, el impacto de desolación que generan sus imágenes, empieza a rasgar con lentitud la fotografía del niño feliz generada en nuestra mente. Las sombras, la ausencia y la muerte, se convierten en preguntas tempranas, que incansables buscan respuesta, “Este otro que nos mira ya es arena, / viento entre las manos (…) ¿Qué carruajes vinieron por sus sombras?/ ¿En qué alero del inclemente tiempo?”.

El poeta se reconoce como espectador de la noche, petrificado ante el hecho de habitar ese mundo, de ser un insomne que teje pensamientos en el tránsito lento de las horas, donde caminamos en puntillas, nos escondemos, cerramos las ventanas y nos abrimos el pecho para desangrarnos a recuerdos, considerándolo el acto cotidiano de morirnos para revivir cada mañana más transparentes, más ajados por el paso del tiempo:

Muda elocuencia

El hilo retorcido dice del final de la camisa. / De las

sandalias

las suelas desgastadas, las rotas lenguas del cuero.

El amoratado pie, de las heridas/ y piedras del

camino.

¿Cuántas derrotas más habrá de dibujar el tiempo, / la

resequedad

de la vida en nuestro rostro?

No es solo la preocupación por la ausencia, la muerte, el desamor, ni la dicha del

amor, ni la emoción de descubrir la vida a través de sombras, de cosas olvidadas; también

es la duda por la resistencia del oficio de escribir, de ir contra la infatigable carrera del

tiempo, de sus avances y olvidos, “Tal vez el tiempo revele/ que un poema sea resistente al

polvo”, de no sucumbir ante la creencia de que las palabras pueden penetrar el cemento con

que hemos cubierto no solo la tierra, sino también nuestras pieles, “Sabemos que

escribimos en el viento. Que nuestro dolor y aliento/ sólo alcanzará a perfumar las rocas y

las flores”, “Ojalá el poema sea la voz de los sin habla, /luz en la ceguera, piel de los

desnudos”.

En definitiva Schultz, es un poeta, y nos ofrece sus criaturas como compañía para

caminar por los senderos desconocidos, oscuros, que están dentro de nosotros mismos, y

que solo nos atrevemos a recorrer, cuando nos rebelamos ante las conductas establecidas

por una sociedad que nos exprime, agota, con el objetivo de cercenar toda posibilidad, todo

indicio de pensamiento, de libertad.

“Del tiempo todo lo ignoramos

pero en los asuntos del hombre/ que la poesía nunca

muera”.

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