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Columnistas  |  19 marzo de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

educación de la juventud, durante considerable tiempo, viene siendo una enseñanza comercial cuyo fundamento inadmisible se basa en la competencia. Este adiestramiento da como resultado pedante individuos con más cantidad de títulos. Personas que oxigenan su propio ego a través del efecto de este conocimiento superficial. Se acumulan erudiciones prestadas, cognición sin mayor trascendencia porque durante el transcurso de este aprender el engranaje del discernimiento se empolva, se vuelve mecánico, repetitivo. A esta enseñanza poco le importa un razonamiento congruente con la auténtica formación, la cual hallaría su absoluto en la pesquisa de la verdad, en la introspección del conocimiento por el conocimiento mismo. La preparación convencional forja la disyuntiva del ser objetivo y el ente subjetivo, se endurece de manera inhumana hasta engendrar la robotización del hombre. Con los años, nos esponja una realidad pueril donde la mediocridad es eje central, desenlace fatal del adoctrinamiento subyacente.

Al afrontar el bien y el mal, inmunidades difundidas por eructos y murmullos alucinantes.

ritmo del reloj biológico proporciona evocaciones ontológicas a mí calvicie, ante el arquetipo de cada calvo del mundo.

Día sereno, fragancias y trinos agradables, la algazara humana desentona.

Entre luciérnagas y estrellas, mi sombra.

Vuelan aromas en la frescura de cada trino.

Música de baile, el ciego pierde su rumbo: ladran los perros.

El cadáver del hermano sonriente, rayos de sol iluminan su rostro.

En el circo, leones y tigres haciendo monerías.

Muere el pájaro, se estremece el aire a las cinco de la tarde.

que no descendemos del mono, al contrario, es el antropoide nuestro sucesor y salta sobre el agua, ansiando proceder del pez.

cosmológica el procreo de humanos.

en estado de letargo. Su somnífero es el entorno próximo: medios de comunicación alienantes, reality shows que enajenan, telenovelas para solazar la estulticia, referencias artificiales y más envilezcas. Se condicionan para calzar muelas de cajas de dientes.

báculo de Moisés, el fanático fragmenta en agua temeraria la gota de rocío. Se demuestra la gravedad del Dios cristiano cuando con su pensamiento enrevesado y sus zancas hacía el clima, donde no se salva sino Él, concibe la torpeza de redimir una nación, sacrificando, con procedimiento sanguinario, un sinnúmero de población animal.

Filosofías con colmillos de mamut.

auténtico es polvareda cósmica inscrita en el rastro de una bacteria.

Batiente del instante aleteando en la perennidad, poesía.

En nuestros países subdesarrollados vender un voto es semejante a ser sicario de fantasmas: se asesina el espectro de política, irracionalidad instituida de esta democracia.

Lenguaje almibarado de letanías concluyen en falacias inagotables, registrables en oídos sordos.

Después de elecciones leí: “Ganó quien tenía que ganar. Perdió quien tenía que perder”. Esta sarta de profecía parrandeada me excita a proseguir con un vaticinio atiborrado de erotismo anárquico: dos más dos da cinco con orgasmos plenipotenciarios de credos corruptos: discurrir aletargado del cálculo vacío.

Silencios atestados de comicidad.

mil años luz de ida y veintiún mil años luz de regreso para esperar un saludo extra planetario. Poético ingenio de la ciencia: buenos días humanos… Cuarenta y dos mil años luz se necesitan para llegar esta respuesta a las burbujas de petróleo que seremos. Esperanza que supura agua que no has de beber…. Esta posible cortesía sideral se quitará el sombrero para rendir venias a combustible de vehículos, donde hemos de ser fluctuación de la raza inexplicable que fuimos.

Tu vestido bajo el sol haciéndole sombra rosada a la calle.

Inocencias para aclimatarle sicopatologías andrajosas al espantapájaros.

Borde filoso de la sicología acecha la intuición del búho, pronto a ser disecado.

 

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