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Cultura  |  25 febrero de 2018  |  06:59 PM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Black Mirror: Los miedos que no sabíamos que existían

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Black Mirror: Los miedos que no sabiamos que existen

Son relatos independientes que dejan pensando al espectador incluso horas o días después de verlos. No es explícita, solo sicológica en profundidad.

Al Primer Ministro británico lo despiertan con la mala noticia. La princesa heredera al trono ha sido secuestrada. Para dejarla en libertad y no matarla, se pide que el mandatario tenga sexo con un cerdo mientras se transmite en vivo a todo el país. La petición se hace pública en internet y la opinión explota a favor y en contra de este chantaje. Solo tienen unas cuantas horas para tomar la decisión de hacerlo o no. El morbo se riega en las redes sociales, incluso en las casas de apuestas. Londres queda paralizada. En celulares, computadores, tablets, televisores encendidos en sitios públicos y privados la gente espera saber el final.

En otro capítulo una mujer descarga la aplicación que le permite seguir en contacto con su novio muerto, días antes en un accidente. No es brujería. Es un software que arma un perfil del fallecido con la información recopilada de correos electrónicos, chats y mensajes de voz. Una forma macabra de llenar el vacío.

La tercera temporada tiene un episodio donde la gente vive en una sociedad perfeccionista. Son calificados de acuerdo a su comportamiento y eso les permite gozar de privilegios o ser desaprobados. Un mundo de apariencias para tener una estabilidad superficial. La banalidad es quien reina y los sentimientos quedan en un segundo plano.

En la cuarta temporada, que es la actual, dos capítulos llaman la atención. Tenemos a una mujer sobreprotectora que instala en el cerebro de su hija un software llamado Arcángel. Con este puede saber todo lo que la niña ve, escucha y hace. Igualmente bloquea los sentimientos de miedo, ira, frustración entre otros, para que nada le haga daño a la pequeña. Todo con solo apretar un botón desde la Tablet.

El otro episodio se desarrolla en un tiempo del futuro cercano en donde la gente sabe cuánto duran sus relaciones amorosas: Horas, días, meses o incluso años, como si fueran minutos de un plan de datos para celular. El punto es que esas parejas son escogidas por el sistema que se basa en un algoritmo.

Las personas deben cumplir esa unión si o si. Es obligatorio. No hay vuelta atrás ni existe un no como respuesta. El tiempo corre en cuenta regresiva marcado en un dispositivo que se consulta según el grado de aburrimiento o alegría por el que pase la relación. No se puede recortar, solo soportar o disfrutar. Cuando el sistema encuentra quienes son compatibles los une hasta la muerte en matrimonio. Algo repugnantemente controlado, monótono y rutinario.

Así son todos los episodios de la serie de televisión Black Mirror. Extraños, sórdidos, lúgubres y perversos. Creada por el comediante y cronista Charlie Brooker, este es un producto que inicialmente fue financiado por la televisión Británica en el 2012. Luego lo compró la plataforma Netflix y en la actualidad es uno de los trabajos que a nivel mundial son más vistos y comentados.

En Black Mirror vemos los miedos que no conocíamos ni sabíamos que existían, hechos realidad. No es terror, en cierto modo. Es la tecnoparanoia que nos enseña cómo la tecnología destruye nuestras vidas día a día. La forma de narrar cada historia es terror futurista sin duda alguna.

En este producto el viaje es totalmente a ciegas. Nada puede predecirse. Es inútil como espectador pretender saber de qué viene y a donde va cada historia. Son temas independientes, es decir, cada capítulo es como una película de 50 minutos o una hora que no tiene nada que ver con los otros. Lo único en común; La tecnología y sus alcances ilimitados en el espejo negro, que es como se traduce al español.

Black Mirror es innovadora y original. Son relatos que dejan pensando al espectador horas y días después de verlos. No es explicita en sus escenas, solo sicológica en profundidad, y eso es más que suficiente.

Es un trabajo donde sobresale lo menos valorado por muchos realizadores de hoy en día: El guion. Se da por sentado el excelente manejo fotográfico, el exquisito diseño del arte y las actuaciones que son todas impecables, por decir lo menos, pero el guion es su máximo exponente y logro. Tanto que muchos de esos episodios ya tienen derechos vendidos para ser adaptados al cine en formato de largometraje.

¿Quiére saber en qué queda lo del primer ministro con el cerdo? ¿Qué pasará con la chica que se comunica con su novio muerto por medio de una aplicación? ¿Si se separan o son felices las parejas unidas por un algoritmo del sistema? Pues vea Black Mirror y no se asuste. Que usted como espectador crea que eso es solo una mentira de la televisión no significa que no sea una realidad que ya está pasando.

Ah, y siempre que apague el televisor, el celular, el computador o la tablet, échese un último vistazo en ese espejo negro a ver que encuentra. Buen viaje y larga vida al cine.

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