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Columnistas  |  30 septiembre de 2017  |  12:01 AM |  Escrito por: Laura Barrios Quintero

Las bebidas de mi tía Chelo

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Laura Barrios Quintero

Hace días escribí en tuiter: qué ganas de un agua de remolacha fría pa' este calor. Como suele pasar en la inmediatez de las redes sociales, llovieron las críticas. Les parecí muy rara.

Recuerdo que desde muy pequeña mi mamá me daba la refrescante bebida para agarrar color. Batido de espinaca con banano para subir las defensas. Crema de todos los vegetales licuados para ... no sé para qué, pero lo que más recuerdo son las bebidas de mi tía Chelo, médico de cabecera de nosotros, los Quintero.

En la olletica de la cocina de su casa, en el barrio Quindío, había siempre una bebida de apio para los malestares estomacales de todos nosotros quienes -consentidos por ella- nos atragantábamos con dulces. También el limoncillo para sacar el calor del cuerpo. Hoy, después de tantos años, lleno un termo de la infusión con panela y limón para las largas tardes de trabajo. Sin pesar alguno, cambio la Coca-Cola del almuerzo por un limoncillo bien frío con las gotas de medio limón exprimido.

Mis primas y yo -aliviadas en la infancia por la yerbabuena, las flores para la tos, el prontoalivio y el té para la gripa- ya pasamos los 20 años y todavía, ante cualquier malestar, marcamos el número de teléfono de la casa de la tía chelo, que fue también la casa del abuelo, que nunca ha cambiado de línea, donde después del almuerzo nunca nadie contesta, porque mi tía también necesita descansar.

Mis primas, las que se han regado por distintos lugares, quienes ya también trajeron nuevos bebés a esta numerosa familia, saben también que nada los aliviará tanto como las recetas de la tía chelo. 

Sé de gente que intenta con la medicina natural y no siente mejoría. Sé de gente que dice que es imposible que con el avance de la ciencia una planta cualquiera cure una enfermedad específica y no lo haga un medicamento que ha pasado por rigurosas pruebas. Yo no tengo un argumento probado en un laboratorio para decirles que mi tía nos alivia a todos, pero sé que su amor, su preocupación y sus tantos años recetándonos no son en vano. 

Sueño con tener una casa con un patio grande en donde pueda sembrar todas las plantas del recetario de mi tía Chelo. Me preocupa que mi tía no sea eterna, que nadie sepa qué tenemos que tomar cuando tenemos fiebre, dolor de estómago, cólicos, dolor de muela, hinchazón, dolor de cabeza, vómito, tos o nos pique un animal. Me preocupa que los hijos de mis primas no lleguen a tener una tía Chelo que sepa cómo hacer que se sientan mejor. Por eso, si mi tía Chelo no es eterna, yo voy a apuntar, en mi libreta de listas y cosas para no olvidar, todo su inventario de ramas, remedios y consejos. Yo voy a hacer de las bebidas de mi tía Chelo, algo eternerno. Si ustedes tienen una tía como Chelo, hagan lo mismo.

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