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Columnistas  |  28 noviembre de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

DESENTRAÑISMOS 130

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Carlos Alberto Agudelo Arcila

La espiritualidad de las iglesias, desde los siglos de los siglos, se convirtió en calamidad religiosa.

Palabrerío sin fin, nauseabundo lenguaje. 

Ninguna definición, así parezca perfecta, alcanza a resolver con exactitud qué es poesía.  

Silencios pavorosos amenazan el devenir de la palabra…

¿Por qué cuando hablan y hablan y hablan sin decir algo digno de ser escuchado, no les produce dolor de muela, laringitis, malestar estomacal, llagas en la boca, caída de cabello?

 

 

Estar en armonía con la existencia torna deslumbrante el lunes, el jueves también, asimismo el domingo, el martes, el sábado, el miércoles, el viernes, temprano o tarde…

Si imagináramos el infierno menos cruel, un paraíso imaginado sería un estado del alma más cruel.

Proscribe mediocridades quien decide hacer crítica objetiva sobre sí mismo. 

Si no aceptamos el dos por dos iguales a siete, es porque tenemos solidificada la inteligencia.

Solo los grandes hombres tienen capacidad de criticar sus propias obras.

Diluyo en el “Polvo eres” al pedante.

El dogmatismo eclesiástico me origina úlcera espiritual.

Las opiniones propias tienen efectos secundarios.

Al no refñexionar sobre su mediocridad lo hace un idiota irremediable.

Leer con criterio objetivo cuanto nunca llegaremos a ser.

Noche, fosa común del día.

Ante la tala de árboles, la sensibilidad cosecha el verde-azul de la vida. 

¡Oídos hablantinosos!

Ser profundo hasta llegar al iceberg de la nada.

El discurso vacío es cadena de opiniones desastrosas, su eslabón perdido se halla en la psicología majadera de quien lo pronuncia.

Como algo paradójico, en algunos pésimos libros habitan personajes extraordinarios. 

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