Nohemy Betancor de la Pava tiene intacta su memoria, a pesar de haber superado el primer siglo de vida. Este 19 de septiembre arriba a sus 102 años de existencia: nació en 1920 en Filandia, pero su vida se hizo en Montenegro, a donde su padre Manuel Antonio Betancur la trajo, con su familia, porque el negocio del transporte en el casi único camión que había en el Quindío podría ser más rentable.

En Montenegro se encontró con quien sería su esposo y padre de sus hijos, Humberto Pava Londoño. El matrimonio y las tarjetas de invitación a la ceremonia estaban listos, pero de pronto se desbarató, cuenta Nohemy en medio de una sonrisa socarrona, mientras almuerza en el comedor de la finca El Oriente, donde ha vivido más de 70 años de los 102 que está cumpliendo.

El novio sintió que el matrimonio y el noviazgo se le escapaban y decidió prometer juicio para que la ceremonia se pudiera realizar. La pareja pasó la luna de miel en la finca que Humberto recibió como regalo de bodas por parte de su padre. Y allí se quedaron para siempre, estadía interrumpida solo por unos pocos años mientras los hijos estudiaron la primaria en el casco urbano de Montenegro.

“De aquí no me voy, porque en la finca he vivido y vivo tranquila, y mucho más ahora cuando los hijos están viejos”, dice esta mujer que le tocó vivir casi todo el siglo XX, con sus guerras y violencias, y sigue dando batallas en el siglo XXI.

Sus hijos Carlos Humberto, Diego, Mario y María Helena le festejan sus 102 años de vida, en compañía de siete nietos, siete bisnietos y un tataranieto, invocando el nombre del mayor de los hijos, Javier, que ya no está.

Conversar con Nohemy Betancur de la Pava es revivir la historia, no solo de Montenegro, plegada de café y violencias, sino conocer el Quindío que se construyó con el esfuerzo del civismo y la bondad de los bisabuelos, que renacen en la memoria de la mujer que superó un siglo de existencia y avanza con dos años más en sus recuerdos y nostalgias.