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Columnistas  |  29 junio de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Fe y esperanza

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ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Por: Álvaro Mejía Mejía

Algún personaje de la tierra, en cierta oportunidad, me dijo que la gran debilidad de los colombianos era que no sabíamos trabajar en equipo. Criticaba el individualismo que, en su opinión, atrasaba el desarrollo. La encuesta nacional de salud mental del año 2015 puso en evidencia una limitada participación en grupos, dado que el 53,7% de las personas no participan.

Pese a las críticas sobre el individualismo del colombiano, este se mantiene incólume. Es posible que sea atávico. Los aborígenes nuestros no se concentraron alrededor de grandes ríos, como sí ocurrió en la India en el valle del Indo, China en la cuenca del río Amarillo, Egipto entorno al Nilo o Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates.  

El individualismo tiene fortalezas y debilidades. Es cierto que lo atávico puede moderarse con la educación. Pero, al margen de esa discusión, hay que reconocer que esa fuerza propulsora de millares de empresarios (grandes, medianos o pequeños) nos ha permitido salir adelante, a pesar de las adversidades. Individualismo implica libertad. Albert Camus dijo: La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión.”

Hemos afrontado de situaciones terribles. La naturaleza nos ha golpeado fuerte. La violencia nos vistió de luto muchas veces. Padecimos una pandemia que cerró la economía. La corrupción ha esquilmado los recursos de todos.

Pero, el colombiano siempre se levanta con ánimo y vigor. Sigue empujando la carreta de la producción. Cada uno por su lado. Sin pedirle permiso a nadie.

Debemos pensar en nuestros antecesores, los que colonizaron estas tierras. Ellos realizaron una gesta extraordinaria. Descuajaron montes, abrieron sendas, dominaron selvas inhóspitas e inaccesibles. Solos, con sus herramientas rudimentarias. Sus manos callosas trabajaron la madera, el hierro, el barro, la paja, el vidrio. Fueron carpinteros, albañiles, labradores, arrieros, hortelanos. Todo al mismo tiempo. Llegaron descalzos, en mulas, con una prole numerosa, cargados de pobreza, pero con una capacidad de lucha inagotable.

Algunos me preguntan por el futuro. Un empresario me dijo: - doctor ahora, ¿qué debemos hacer? Mi respuesta fue inmediata. Seguir empujando la carreta. Trabajar con más ánimo. Lo que no podemos hacer, amigo, es salir del país. Esa sería el peor error. Puedes ir a Miami de compras o embriagarte en South Beach, pero Colombia te necesita.

La peor crisis es la del negativismo. Hay quienes solo se dedican a despotricar de todo y de todos. Ninguna institución sirve. No hemos avanzado nada. La corrupción nos acabó. No hay democracia.

Si bien es cierto que tenemos problemas, como toda nación, durante décadas hemos vivido avances vertiginosos.

Recuerdo que, en mi niñez, un viaje de un pueblo a otro tardaba horas. Era necesario transitar por caminos polvorientos y sinuosos. Hoy, tenemos túneles, doble calzadas, puentes. En materia tecnológica hemos alcanzado una cobertura de conectividad importante. Han mejorado los aeropuertos. Se han construido espacios de esparcimiento monumentales. Nuestras ciudades son bellas y vibrantes.

A veces creemos que las diferencias nos impiden avanzar. Sin embargo, creo que son muchas más las cosas que nos unen. Mi invitación es a seguir luchando. A ser positivos.

Debemos construir en vez de destruir. Mirar qué podemos aportar y no esperar qué vamos a recibir. ¡Fe y esperanza!                

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