• VIERNES,  19 ABRIL DE 2024

Cultura  |  22 abril de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

HISTORIA. ¿De dónde viene el mito de la resurrección de Cristo?

0 Comentarios

Imagen noticia

Josué Carrillo

En las primeras lecciones de historia sagrada que recibí en la escuela -cuando aún esa asignatura hacía parte del pénsum escolar-, enseñaban que el día de la resurrección del Señor era uno de los días más grandiosos de la fe cristiana. Pero como solía suceder con mucho de lo que se decía en clase, entraba por los oídos y salía por la boca cuando había que recitarle la lección al profesor, y hasta ahí llegaba todo, porque pronto se echaba al olvido y entonces el día de resurrección no pasaba de ser un domingo como los otros, pero con un significado especial. Además, si a esa edad se tenía alguna dificultad para entender lo que era la muerte, mucho menos podía uno pensar en la resurrección. Pero bien, el hecho es que este acontecimiento, tan trascendental para el cristianismo, hunde sus raíces, como tantos inventos, descubrimientos y celebraciones, en la cultura sumeria.

Entre los sumerios, los nombres de la diosa Inanna y su hijo-consorte Damuzi “estuvieron asociados a la vegetación y a los cultivos específicos de las distintas partes de Sumeria: al árbol frutal del norte y a la palmera del sur; a la vid, que daba su fruto en otoño, y al cereal, que maduraba a finales de la primavera” [1]. Esta pareja, conocida en lengua semita como Ishtar y Tammuz, tuvo importancia durante los períodos acadio y babilónico, hasta la llegada de los persas a Babilonia en 539 a. C. Existe un poema en escritura cuneiforme, titulado El descenso de Ishtar a los infiernos, escrito en lengua acadia, cuyo origen puede remontarse a la época anterior a 1600 a.C. El poema consta de 138 versos, aunque la versión original en sumerio tiene 400; el poema trae una descripción siniestra del infierno y relata cómo con la ausencia de Ishtar, cesan el amor y la fecundidad sobre la tierra. Su partida constituye una catástrofe con consecuencias insospechadas, por cuanto pone fin al amor físico, del cual ella es la patrona y, por consiguiente, se desvanece toda posibilidad de reproducción. Dice el poema que el delegado de los dioses, Papsukkal, preocupado por el destino de la humanidad intervino para conseguir la liberación de la diosa Ishtar. Una parte trascendental en el poema es el papel que desempeña Tammuz, el hijo y amante de Ishtar, quien desciende a los infiernos a rescatar a su madre. La importancia de su acción es que al liberarla a ella salva también la naturaleza, esto es el género humano, los animales y las plantas de su total desaparición.

En opinión del académico S. N. Kramer [2], ese descenso de Tammuz a los infiernos debe ser considerado como una alegoría salvífica en la que, mediante la alternancia de distintos períodos anuales, se sucedían la muerte y la resurrección de la naturaleza, sin llegar a consumarse nunca su extinción. Tammuz terminó así por convertirse en el dios sufriente por antonomasia en Mesopotamia, Siria, Anatolia y todo el Mediterráneo Oriental. Algunos investigadores han encontrado una relación entre los sufrimientos de Tammuz con los del siervo que menciona el libro de Isaías [3]. De tal manera que, si el siervo del profeta Isaías moría y se humillaba por los pecados e inequidades de la nación, Tammuz moría y resucitaba todos los años para garantizar la supervivencia de los hombres, los animales y las plantas, y se convertía en promesa y expectativa de una vida más allá de la muerte. De este modo el dios sumerio Dumuzi, o su igual el acadio-babilonio Tammuz, se convirtió en el modelo de los dioses que morían y resucitaban del mismo modo que lo hace el reino vegetal.

En el Oriente Medio el dios Tammuz fue durante muchos siglos el padre misericordioso que dio consuelo a aquellos que sufrían. El filósofo M. Eliade sostiene que el mito del sufrimiento, la muerte y la resurrección de Tammuz tuvo semejanzas en casi todo el mundo antiguo, sirvió de modelo a los sufrimientos de otras divinidades y hasta en el cristianismo se aprecian sus vestigios [4]. El presentimiento y la casi certeza de la resurrección que ha de seguir a la muerte del hombre sirven de consuelo a los sufrimientos que dios tiene para sus creyentes. De esta manera cualquier sufrimiento es llevadero si con él se revive el drama de Tammuz. Un drama mítico que le recuerda al hombre que sus sufrimientos no son perdurables ni sin fin, pues la muerte es la puerta de entrada a la resurrección y a una vida mejor, donde solo habrá paz, sin afanes, angustias, ni dolores. Para M. Eliade [5], hay una analogía entre este mito y el ciclo lunar, pues hay un nuevo comienzo sin la posibilidad de llegar a un final; en este sentido, Tammuz prometía, mediante su experiencia mítica, la resurrección y con ella hacía más soportables los padecimientos del creyente.

En este sentido, valga mencionarse a manera de colofón, que el fenómeno de la muerte y la resurrección de la divinidad no es un credo exclusivo de la fe cristiana, de esta creencia nacida entre los sumerios participaron todas las comunidades primitivas de la región fenicia y cananea, tanto como los pueblos semitas occidentales.

Por fortuna para nosotros, alumnos de escuela primaria, el maestro que nos daba las clases de historia sagrada era un expositor muy dado a la fantasía y cuando empezaba un relato se perdía en otros asuntos que poco venían al caso. Seguramente, el día que nos habló de la resurrección de Cristo, una vez iniciada la exposición, cambió el tema, siguió hablándonos de la película Quo Vadis y del niño que al verla lloraba porque un león no había probado cristiano.

 

[1]  Anne Baring y Jules Cashford: El mito de la diosa. Evolución de una imagen. Madrid, 2005.

[2]  S. N. Kramer: La historia empieza en Summer. Madrid, 2010.

[3]  Isaías 53. 4-9

[4]  Mircea Eliade: El mito del eterno retorno. Buenos Aires, 2001

[5]  Ibidem

PUBLICIDAD

Comenta esta noticia

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net