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Cultura  |  18 abril de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

La biblioteca del Rufino

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Un texto de Jorge Orrego Gaviria.

Todo mi bachillerato lo cursé en el colegio Rufino J. Cuervo, ubicado al suroccidente de la ciudad. Ingresé allí a la edad de 11 años para cursar el primero de bachillerato, en 1963. Ese año Martin Emilio “Cochise” Rodríguez ganó la vuelta a Colombia.

Los miércoles por la tarde teníamos práctica deportiva. Nos llevaban a jugar futbol a una cancha que quedaba junto al Bosque, sitio emblemático que tenía un guadual inmenso y árboles de imponente presencia.

Como jugar futbol me aburría, los profesores me ofrecían pasar la tarde en la biblioteca, leyendo algún libro.

Era esta una extraña biblioteca porque se había establecido, de manera un tanto abrupta, en el Aula Máxima. De tal suerte que para llegar hasta las dos o tres vitrinas que constituían la dotación de libros, había que subir las escalas para llegar al escenario.

Es posible que desde entonces viene mi afición para dar un uso múltiple a los espacios: Biblioteca y Aula Magna. Este último nombre me fascinaba por estar en latín. Era el espacio para los actos solemnes, celebraciones y presentaciones artísticas. Pero en la rutina cotidiana, allí se encontraba la bibliotecaria con su escritorio, guiando a los alumnos en las consultas.

Así pasaba los miércoles por la tarde, hojeando enciclopedias grandes y coloridas. Un día encontré un libro simpático. Se trataba de Cinco semanas en globo, de Julio Verne.

Por primera vez me aproximé al mundo maravilloso de las novelas de viajes. Los protagonistas iban visitando países, navegando en un globo aerostático. Aprendí el encanto de encontrar la página indicada al miércoles siguiente para continuar la lectura.

Algunas veces sobrevolábamos dunas en el Sahara. Otras veces avistábamos acantilados inexpugnables, azotados por oleajes furiosos. Otro día seguíamos una manada de cebras en las praderas. O avistábamos el minarete de alguna mezquita rodeada de palmeras.

También recuerdo haber leído páginas sueltas de un libro sobre África. Se trataba de hombres haciendo un recorrido por la selva para cazar animales (safari). Había fotos de ellos, posando junto animales muertos. Elefantes, leones, en fin. Sentí asco.

Al terminar la tarde regresaba al salón de clase donde iban llegando mis compañeros jadeantes y extenuados, comentando las incidencias del partido de futbol. Así fui aprendiendo que lo mío serían más los libros que los balones.

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