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Cultura  |  10 febrero de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Y TODO COMENZÓ EN EL CÁMBRICO

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Josué Carrillo

Empezaré por decir que el cámbrico es un período geológico que empezó hace 541 millones de años y terminó 500 millones de años atrás. Una característica muy importante de este período es la aparición de criaturas vivientes multicelulares, organismos más complejos que los que existieron en la era anterior, en la que los escasos que hubo eran simples, por lo general unicelulares. El cámbrico marcó el comienzo de la diversificación de las formas de vida; en este período hubo una profusión notable y sobre todo una sofisticación de los organismos multicelulares, y aparecieron los animales propiamente dichos.

Los organismos vivos más elementales se nutrían (aún hoy) de las sales marinas, la energía que les suministraba el sol, pues elaboraban su alimento por fotosíntesis, y del plancton que flota en el agua del mar. Pero con el progreso en la complejidad de las criaturas vivas vino también un cambio en la manera de conseguir los nutrientes que sus organismos les demandaban para poder vivir. Y aquí fue Troya, porque los nuevos organismos aprendieron a comer y se les abrió el apetito por perseguir a otros seres, más sencillos y débiles, para conseguir lo que su necesidad de subsistir les exigía.  

Fue a principios de este período, en la llamada explosión cámbrica, cuando hubo un brote súbito de organismos complejos, que se clasifican como animales y así como aumentaba la diversidad, hubo también una evolución acelerada durante millones de años, lo cual dio lugar a grandes modificaciones de las características físicas, anatómicas y genéticas de los animales recién formados; estas transformaciones dieron origen a individuos con organismos cada vez más sofisticados, que les permitían devorar a otros con más facilidad y sacarle más provecho a lo que comían. De animales muy primitivos que tenían una sola abertura por donde tomaban los nutrientes y expulsaban luego las heces producto de su digestión, se llegó a animales muy evolucionados que desarrollaron un aparato digestivo sumamente complejo, constituido por una serie de órganos huecos que forman un tubo largo y tortuoso que empieza en la boca y termina en el ano. Junto a este tubo digestivo, otros órganos como el hígado y el páncreas ayudan a transformar todo lo que se come en energía.

Este proceso reducido a la más simple expresión de comer-digerir-evacuar, que bien puede considerarse como el invento natural de la alimentación, es el fin principal del animal y una importante fuerza selectiva en la evolución; además, constituye la base de la lucha por la supervivencia y es el principio de la desigualdad que impera en la naturaleza, donde el pez más grande se come al pequeño y al final llega el hombre, el ser cuya evolución durante cientos de millones de años ha alcanzado un grado extremadamente alto de complejidad, y se come todo lo que encuentra a su paso.

El hombre primitivo obtenía energía y proteínas de raíces, frutas, verduras y nueces; su descenso de los árboles a la tierra fue posible, en gran parte, merced a la adopción de la posición erguida. Este cambio trajo nuevas posibilidades a su alimentación como la caza, la antropofagia y la carroña; en el paleolítico incluyó en su dieta peces, mariscos y animales pequeños, lo cual aumentó notablemente la proporción de proteína animal.

El proceso continuó, surgieron la agricultura y la ganadería, prosperó la revolución industrial y con todo esto vinieron cambios de la estructura genética; llegaron luego mayores modificaciones asociadas a un menor consumo energético en las comunidades urbanas; con el tiempo muchos dejaron de comer por necesidad y empezaron a hacerlo por placer y se incrementó el ansia de comer de todo, de saber qué y cómo se puede comer; la nutrición alcanzó con la gastronomía la categoría de arte, pasamos por la cocina molecular y ya vamos en la “big Mac”, que es el nombre por antonomasia de la comida chatarra.

El origen de la epidemia de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación está en los cambios de la dieta. Seguramente habrá que adoptar cambios que nos regresen a la dieta paleolítica, con la ventaja de que hoy se dispone de una vasta y avanzada tecnología alimentaria para lograrlo. Aunque puede parecer paradójico que, cuando el mundo era menos poblado, cuando había más espacio apto para la agricultura y la producción de alimentos, gran parte de la población no tuviera acceso a la comida, existiera el hambre y se presentaran las hambrunas.

En la década de los años cincuenta, el uso de agroquímicos, fertilizantes y plaguicidas trajo consigo un aumento masivo de muchos cultivos importantes, que superó el crecimiento que se tenía de la población, la llamada Revolución Verde; con la cual se esperaba atender la demanda de alimentos de toda la población mundial. Esta meta se alcanzó en los años setenta y nuestra civilización estuvo en capacidad, por primera vez en muchos siglos, de dar comida suficiente y saciar el hambre de todo el mundo. Sin embargo, aunque se alcanzó la producción de alimentos, no ha sido posible conseguir su distribución total, pues sigue habiendo de 800 a 900 millones de personas que no comen suficiente. Lo que lograron los animales más elementales y consiguieron otros más evolucionados durante millones de años, no lo ha podido alcanzar el animal que ocupa el escalón más alto en la evolución de los seres vivos.

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