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Cultura  |  20 enero de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

EL ORIGEN DE LA SEMANA

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Josué Carrillo

Sobre el artículo El origen del calendario, me comenta un lector que, si bien me refiero al origen de los años lunar y solar, así como al del mes lunar, no menciono el origen de la semana, ni de las subdivisiones del día en horas y minutos. Por parecerme atinada la observación, consideraré en lo siguiente la falta en el mencionado artículo.

El vocablo semana proviene del bajo latín septimana, que se refiere al ciclo de siete días sucesivos. Dejando de lado el nombre de los días, cuya procedencia se remonta a las civilizaciones que florecieron en Mesopotamia entre los años 3.000 y 600 a. C., me limitaré a la semana. Entre muchos de los legados que los sumerios, acadios, babilonios y asirios le dejaron a la humanidad están el calendario solar de 12 meses, los meses de 30 días y los días de 24 horas. Pero fueron los babilonios específicamente quienes dividieron el ciclo lunar completo de acuerdo con las cuatro fases de la luna, nueva, creciente, llena y menguante, dando lugar así a cuatro períodos o semanas de siete días. A cada día le correspondía uno de los astros que cambiaban su posición en el cielo, a saber: el sol, la luna y los cinco planetas que se podían ver a simple vista en ese entonces, y fueron bautizados en honor a sus dioses, así: Sin, Nabu, Ishtar, Shamash, Nergal, Marduk y Ninurta, los cuales tienen las mismas características de sus equivalentes romanos, que son los días de hoy.

Son los hebreos quienes le dan un origen completamente religioso a la semana, que es el mismo que le ha dado el cristianismo, pues tal como lo describe el libro de Génesis, Dios creó el mundo e hizo toda su obra en seis días y descansó en el séptimo; de la misma manera le ordena a su pueblo que tenga un día de reposo, el Sabbat. Su cumplimiento es el único mandamiento del decálogo que tiene un sentido diferente, por cuanto no se refiere a los deberes con Dios, como los dos primeros, ni a los deberes con el prójimo, como los siete restantes. Es el día en que nada se hace, pero tampoco se destruye, es una tregua que da el hombre en su lucha con la naturaleza. Aunque anterior al Sabbat hebreo es el día de descanso de los sumerios, el Sa-batu, término que se deriva de las palabras Sa y bot que significan corazón y cesar, respectivamente, que puede interpretarse como suspender actividades para descansar.

Antes de mencionar la división del día en horas y minutos es pertinente abrir un paréntesis, para aclarar un poco la idea de las bases numéricas: Hoy en todas partes se emplea la numeración decimal, es decir, con base en el número 10 (10, 100, 1.000, ...), mientras que en el mundo de la computación y la informática se trabaja con el sistema de numeración binario, donde solo existen dos números, el 0 y el 1. Los babilonios realizaron cálculos astronómicos en los cuales emplearon la base numérica sexagesimal (con base en el número 60) que heredaron de los sumerios, y no se sabe por qué utilizaron este sistema, aunque se cree que pudo ser por la ventaja que ofrece el número 60 cuando se requiere el cálculo de fracciones, ya que es divisible por 2, 3, 4, 5, 6, 10, 12, 15, 20 y 30. Cabe anotar que todavía se usa este sistema en la medida de ángulos, de coordenadas geográficas y el tiempo. Los pueblos más antiguos que dividieron el día en fracciones, lo hicieron en las bases numéricas duodecimal (12) y sexagesimal (60).

Para muchos historiadores fueron los egipcios, en la época del faraón Tutmosis III (cerca 1.500 a. C.), los primeros en dividir el día, y lo hicieron con ayuda del reloj de sol que ellos mismos habían inventado. Este reloj consta de dos barras de piedra dispuestas en forma de T, en la una tenía marcadas las horas y la otra servía de indicador. Estas barras se colocaban debidamente en el suelo y se calibraban para dividir el tiempo transcurrido entre la salida y la puesta del sol en 12 intervalos más o menos iguales. La división de la noche o el período en que el sol permanece oculto exigió un procedimiento más complejo que el de la fracción del período de luz; una vez dividieron el día y la noche se tuvo la noción del día de 24 horas. En un principio, las horas no eran exactamente iguales, la idea de igualarlas comenzó cuando los astrónomos griegos encontraron una manera de hacer cálculos teóricos y fue Hiparco el primero en hablar de la división del día en 24 horas, y para que fueran de igual duración propuso las horas de luz y de oscuridad medidas en los días de los equinoccios, cuando los días y las noches son iguales; sin embargo, pocas bolas le pararon a su propuesta y durante siglos se siguieron midiendo las horas de acuerdo con la estación del momento. Apenas cuando aparecieron los relojes mecánicos en el siglo XIV y se emplearon otras técnicas astronómicas ya desarrolladas por los babilonios, se vino a estandarizar la longitud de la hora.

En el año 150 d. C. Claudio Ptolomeo publicó el Almagest, en el cual amplía las investigaciones de Hiparco y divide cada uno de los 360 grados de latitud y de longitud en fracciones más pequeñas; la primera división la llamó minutae primae o primer minuto, que se conoció como minuto y a la segunda división secundae minutae, que terminó siendo llamado segundo. Pero a esta división tampoco se le prestó atención, los relojes de entonces marcaban horas y los más precisos dividían las horas en mitades, tercios y cuartos. Los relojes que marcaban los minutos aparecieron a finales del siglo XVI.

Como se ve, gracias al trabajo de las civilizaciones que nos precedieron, hoy podemos dividir y contar el tiempo en años, meses, semanas, días, horas, etc. y así, cuando la tierra está próxima a terminar de darle una vuelta al sol, todos empiezan a contar nueve, ocho… cero, y en ese momento todos se abrazan, lloran y gritan alborozados: ¡Feliz año!

 

Nota: Este artículo, igual que los anteriores, está basado en una extensa consulta bibliográfica, cuya publicación se omite por tratarse de un artículo periodístico. Si algún lector está interesado en conocerla, puede escribir al autor, en la siguiente dirección: [email protected]    

 

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