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Cultura  |  06 enero de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Los tres reyes magos: ¿quiénes eran y de dónde venían?

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Josué Carrillo

En esta crónica se hace un recuento breve de la fiesta que constituye el rescoldo de la navidad, la Epifanía, más conocida como la fiesta de los tres Reyes Magos que, cómo se verá, no eran tres, ni eran reyes y sí eran magos, pero no con el significado actual de esa palabra. La historia que se conoce de ellos es un compendio de relatos, estudios y conjeturas añadidos a lo largo de los siglos.

El evangelio de san Mateo es el único de los evangelios canónicos que menciona a unos magos que vinieron de Oriente, pero sin decir el número ni su dignidad. Aquí parece surgir la primera dificultad, porque el texto Mt. 2. 1-2 dice que “unos magos vinieron de Oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle”. En otras palabras: vienen de Oriente y van para Oriente. Según los estudiosos del tema, estos magos llegaron de algún lugar al oriente de Palestina, que bien pudo haber sido Mesopotamia, Media, Arabia o Persia.

Los especialistas en la materia han elaborado varias elucubraciones a partir de la información dada en el evangelio de san Mateo. El teólogo Orígenes, del siglo III, sostiene que cada uno de los magos le llevó un regalo, y como los regalos eran tres, entonces tres eran los magos; pero esto no lo dice el evangelista y esa afirmación no es de aceptación general, pues hay pinturas primitivas en las que aparecen dos, tres, hasta doce magos. Fue el papa León I, el Magno, quien en el siglo V decidió de una vez por todas que los magos eran tres. Y a voz de papa, a callar todo el mundo.

Para la época en que se sitúa el nacimiento de Jesús, el término mago no tenía la connotación de hoy; en Persia, de donde proviene esa palabra, los magos constituían una casta sacerdotal del mazdeísmo, conformada por eruditos que consideraban el estudio de las estrellas como una manera de buscar a Dios. El hecho de que ellos se hubieran guiado por una estrella sugiere que tenían conocimientos de astrología, para poder interpretar el significado de la luminosidad de una estrella en particular; que tenían elementos sólidos de orientación, y que eran, además, versados en navegación y en el cálculo del tiempo a partir de las figuras estelares.

En cuanto a la jerarquía de los visitantes, en ninguno de los relatos más antiguos se habla de reyes; en un principio se siguió lo que dice el evangelio: que eran magos; después, por los regalos, se pensó que se trataba de reyes, pero fue en el siglo III que se empezó a considerar que no eran reyes, pues no se conocían sus reinos; además, en varias pinturas los magos fueron representados como nobles persas, que si no tenían la dignidad real, si debían ser personajes acomodados, pues oro, incienso y mirra no estaban al alcance de pastores para hacer regalos. Sin embargo, a partir del siglo VIII empezaron a ser representados nuevamente como reyes, y luego fueron ascendidos al santoral para ser venerados como santos; hoy reposan sus restos en la catedral de Colonia, Alemania.

Después del ascenso de categoría que se da a los magos, en el siglo VIII, se les empieza a representar como reyes, y se designan con nombres propios. Inicialmente se llamaron Bithisarea, Melchior y Gathaspa; los nombres que nos son familiares de Melchor, Gaspar y Baltazar se los dio el historiador Andrea Agnello, en su obra Liber Pontificalis Ecclesiae Ravennatis, en el siglo IX; casi seiscientos años después, los tres magos de Oriente aparecen representados en las pinturas con rasgos raciales característicos, Melchor personifica a los europeos, Gaspar a los asiáticos y a Baltazar le oscurecieron la piel para indicar su origen africano.

La adoración de los tres reyes ha sido un tema muy favorecido por los artistas en todos los tiempos, de ella abundan las pinturas, los vitrales los bajorrelieves y, en menor número, las esculturas. La adoración de los reyes fue pintada por Da Vinci, Velásquez, Botticelli, entre muchos otros pintores famosos; en los vitrales de muchas catedrales europeas como la de Colonia, Estrasburgo, St. Michael, de Londres y Notre Dame, de París, está presente la escena de la adoración, y en el Museo Nacional de Escultura en Valladolid, España, se encuentra la obra que sobre este motivo realizó el escultor Alonso Berruguete.

La historia de la estrella que les dice a estos sabios que nació un rey y los lleva hasta el lugar del nacimiento; las representaciones de unos personajes ataviados a la usanza oriental que se inclinan reverentes ante la presencia de un niño y le ofrecen regalos muy simbólicos pero nada útiles; la incertidumbre de si son reyes o son magos, de si son tres o más, todo el conjunto, como se ve, ha sido elaborado por la tradición a lo largo del tiempo hasta llegar a tres reyes magos, pero parece tener más de leyenda que de historia real.

En España existe una tradición que data del siglo XIX, según la cual los Tres Reyes llegan con los juguetes, que no le llevaron al Niño Jesús, para dárselos a los niños. Esta tradición llegó a los países latinoamericanos y parece ser más un premio de consolación tardío para los niños a quienes no les tocó aguinaldo en la noche de la navidad, aunque, con seguridad, si no les llegó en navidad tampoco les llegará en la noche de reyes.

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