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Columnistas  |  03 diciembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Hugo Cardona Fernández

La efervescente ratonera

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Hugo Cardona Fernández

Por Café

Nunca antes se había visto en Colombia una algarabía política de la magnitud que tiene la actual pugna por los puestos de mando, desde presidencia de la República hasta el más modesto de los ediles en cualquier municipio ignorado por este y por todos los gobiernos que en el país han sido.

Colapsan las redes sociales y se ahogan los medios tradicionales con chismes, insultos, incluidos los madrazos que ya hacen parte del discurso, opiniones y réplicas, frases de viejos líderes reencauchadas por el clientelismo de hoy. Aquella que no se les olvida a los encantadores de mentecatos: “Voy a trabajar por un país con igualdad y oportunidades para todos”. ¡Qué risa! La igualdad nunca ha existido y las oportunidades son para ellos y toda su parentela. El poder y el botín se heredan como en las viejas monarquías.  

La perorata esa la dijeron godos y liberales, Ospina y Gómez, Gaitán y Galán, los Pastranas, los López, Belisario y Uribe. Nadie ha visto -y tampoco lo verá- ni un asomo de ese utópico país. El más folclórico de todos fue Guillermo León que dijo lo mismo pero con otras palabras y embriagó su gobierno con el lema “la copa para todos llena”. El viejo se las bebió todas y nos dejó los cunchos.

En este supermercado de dimes y diretes, de propuestas inverosímiles y amenazas a precio de huevo, nada es claro. Ninguno de los comensales en esta fiesta de los ratones tiene una propuesta digna de aplaudir para enderezarle el rumbo al país. Solo pactos, alianzas, contubernios. En síntesis, negocios que es lo mejorcito que hacen nuestros “dirigentes”. En provecho propio, claro. Ninguno de ellos siente un ápice de vergüenza al protagonizar un espectáculo de comediantes pobres a los ojos del pueblo que ve con rabia contenida e impotencia cómo se arman las bandolas para meterle el diente a los recursos del Estado.

Esta mescolanza variopinta causa espanto. Rojos, azules, patiamarillos, lagartos, voltearepas, rábulas con estatus, verdes, comunistas, zurdos, mamertos y centristas… socialistas con tufo a kremlin, derechistas enfermos de ego, cristianos por el diezmo… todos se asocian, se distancian, se juntan y se pelean con tal de no quedarse sin cupo en la repartija del presupuesto y la burocracia que les asegure perpetuidad electoral. No es otro su afán al meterse de cuerpo entero en la más turbulenta lucha por el poder de los últimos tiempos.

Porque, a ver, ¿ustedes creen que ellos se agarran de los chiros para imponer ideas de redención para el pueblo o por hacer realidad el cuento chimbo de la justicia social? O que se dan patadas por defender a los olvidados del Chocó y la Guajira, o por mejorar las condiciones de vida de los miles de desplazados que causan los narcos, las cuadrillas de Pablo Beltrán, los mariachis de Márquez o los compinches de don Otoniel. Nada de eso. Ellos, como otros pillos ambiciosos, van por lo que creen de su exclusiva propiedad. Para lograrlo no sienten asco de aliarse hasta con el diablo. En este hervidero de intereses lo que menos importa son la conciencia, los principios, la ética y el respeto por el pueblo.

Ahora bien, como esta escandalosa fiesta multicolor es también unisex, no faltan los reencauches. Aparece en escena misiá Ingrid Betancur pescando en río revuelto en busca de cualquier propuesta que le permita resucitar “de entre los muertos” a la vida política. Su amargo paso como secuestrada de Jojoy le dejó aún más acentuado su aromita de izquierda. Ingrid de no futuro, dicen sus contradictores. Aunque la mona vista de seda, mona se queda.

Aterrorizan al elector desprevenido propuestas como la de Luis Pérez de enfrentar al liberalismo -o lo que queda del pobre trapo rojo- con Petro y su descabellado catálogo de retrógradas ideas. Si el partido gana en una consulta con el Pacto Histórico, tendrá candidato que el perdedor debe apoyar. Pero si el colectivo rojo pierde, debe apoyar al camarada. Sea cual sea el resultado, nunca habíamos contemplado tal estado de tullidez del partido de López Pumarejo. En las mismas está la democracia colombiana. Que Gaviria y todo el partido tengan que apoyar al castro-chavista de Ciénaga… solo cabe en una cabeza a punto de ebullición.

La Tapita: Se pelea con tanta desvergüenza en esta efervescente ratonera que no nos extrañaría que, perdiendo el reto frente al Pacto Histórico, César Gaviria arrodillara al Partido Liberal a los pies de Petro, tal como arrodilló su gobierno ante otro refinado criminal: el poderoso Pablo Escobar. “La experiencia no se improvisa, viejo”, pregonaba Arrastía.   

 

 

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