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Región  |  10 enero de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Murió el torero Andrés de los Ríos

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Por Jota Domínguez Giraldo.

Doce años y tres días después de haber tomado la alternativa en la plaza de toros de su ciudad Manizales y doce años y tres días después de haber armado una “escandalera” en la arena de esa monumental, un jueves frío (05 de enero de 2006) en horas del mediodía en el cual cortó cuatro orejas a sus dos toros frente a las figuras grandes de la torería que lo apadrinaron como César Rincón y El Cid, falleció en la capital caldense, el torero colombiano Andrés de Los Ríos.

Las primeras noticias señalan un posible suicidio por parte del torero de 35 años, pues éste fue encontrado sin vida en un apartamento ubicado en el barrio La Francia de Manizales, de donde era oriundo Andrés de los Ríos Cardona, quien había nacido el 14 de septiembre de 1982.

Esa gesta de su día de alternativa, fue repetida como novillero en Medellín, ubicándose entre los elegidos por la fiesta brava.

Aunque fue un torero que destacó su clase por todas las plazas del país, tuvo el mismo sufrimiento de los toreros colombianos, aislados, separados, alejados de los principales carteles de las ferias colombianas, las que contratan generalmente toreros extranjeros dejando muy pocas oportunidades para sus connacionales.

Manizales está hoy conmocionada. Esta es una ciudad que respira torería en su feria y todo el año y no se duda del impacto que ha causado en la ciudad pues la feria de Manizales y sus toros hacen parte de la gente, de sus habitantes, de sus entrañas y de su idioma. Se habla de esta fiesta los 365 días y seguramente no separarán este tema de sus conversaciones.

Manizales sin duda se viste de luto, ese luto que acompaña en el fondo del corazón a toda la familia taurina, que sabe siempre, que frente a un toro se ve el fantasma de la muerte. Los toros también matan fuera del ruedo y a Andrés de los Ríos se le vino encima la angustia, esa angustia del que no ve salida a sus circunstancias y dolores personales. Por eso en esta ocasión no se le juzga. Se le acompaña en su último paseíllo, en ese túnel oscuro de la muerte del que se sabe que no se regresa ni por los éxitos, ni por las orejas. Solamente queda en la naturaleza de los hombres el olvido, que ojalá en esta ocasión no exista para un buen señor, buen ser humano, buen torero al que la vida le propinó una estocada no merecida.

El 12 de noviembre pasado, fue la última vez que se visitó de luces haciendo el paseíllo en la monumental Cañaveralejo de la ciudad de Cali en el festival Toros para Todos.

Dios lo reciba en ese palco de Usía predestinada para quienes abrazaron este duro y difícil oficio.

 

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