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Columnistas  |  14 septiembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Armando Rodríguez Jaramillo

PATRIMONIO CULTURAL, UTOPÍA Y CONVICCIÓN

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Armando Rodríguez Jaramillo

Por Armando Rodríguez Jaramillo

Hace unos días la Academia de Historia del Quindío le remitió una carta al alcalde de Armenia donde expresa su preocupación por el lamentable estado en que se encuentran los bienes que forman el patrimonio cultural de la ciudad. La misiva firmada por Jaime Lopera Gutiérrez, presidente de la Academia, eleva una voz de protesta y solicita de manera enérgica una acción decidida y pronta para neutralizar esta situación y restaurar los bienes a su estado original en defensa de los símbolos que identifican a los armenios.

Esta solicitud me motivó a buscar lo que sobre patrimonio cultural dice la Ley General de Cultura (Ley 1185 de 2008), encontrando en el artículo cuarto que «El patrimonio cultural de la Nación está constituido por todos los bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los productos y las representaciones de la cultura que son expresión de la nacionalidad colombiana…» y otras cosas más sobre el patrimonio material e inmaterial. Entonces hice un alto en el camino para preguntarme si es preciso que una ley o un experto en la materia nos diga qué es patrimonio cultural para empezar a valorar lo que significa ser cuyabros, lo que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, lo que nos dice que somos un colectivo único e irrepetible que vive en un paraje del Paisaje Cultural Cafetero conocido como la «Ciudad Milagro».

Recuerdo que aprendí de mis padres y de mis maestros que esta tierra fue habitada por los Quimbayas, cultura que aún nos habla desde los museos, que luego llegaron familias de Antioquia y otros departamentos fundando pueblos y estableciendo cultivos, que la arquitectura de la región es la del bahareque, que el café fusionó economía y cultura, que la tradición oral tejió historias de espantos, mitos y leyendas, que músicos y compositores cantaron bambucos a la heredad y a lo que somos, que con los frutos de la tierra y las costumbres de otras comarcas sazonamos un sincretismo culinario; que el amor por la ciudad engendró civismo y cohesión social, que pusimos nombres a calles y parques evocando sucesos y hechos, que manos de artistas hicieron monumentos para mantener la memoria de los antepasados, que se empotraron placas conmemorativas recordando momentos memorables, que se levantaron edificaciones que dieron identidad al municipio, que escritores con su narrativa contaron la historia de un pueblo y que hay parques y plazoletas que nos recuerdan momentos trascendentales como el de la fundación de la ciudad y el día en que se convirtió en capital.

Esto y otras cosas definen mi ciudad por lo que nadie me tiene que recordar que el sitio donde nací, de donde es mi familia, donde crecí y conocí a mis amigos, donde vivo, trabajo y disfruto debo cuidarlo, pues esto lo llevo en el alma y siempre hay una voz interna que me dice que esta ciudad es mi casa, mi espacio vital, el lugar donde me hice ciudadano y del que emana parte de mi existencia. De ahí que no comprendo porqué razón algunos se empeñan en atentar contra el patrimonio histórico de la ciudad, en robar, estropear y escribir con pintura sobre placas y monumentos y de pasó convertirlos en orinales y basurales. Pero tampoco entiendo porqué motivo en los últimos tiempos las autoridades municipales se acostumbraron a no preservar ni restaurar el patrimonio de todos. Definitivamente creo que algo está mal, algo no funciona en esta sociedad, algo se dañó y no se ha reparado aún.

Y mientras persista este estado de cosas padeceremos la lamentable condición en la que se encuentran los bienes patrimoniales de la ciudad como el mausoleo con los restos de su fundador Jesús María Ocampo (El Tigrero) y esposa, el muro pétreo donde están grabados los nombres de la Junta Pobladora de la ciudad, el monumento a los Fundadores del maestro Roberto Henao Buriticá, el monumento al esfuerzo del maestro Rodrigo Arenas Betancur y la Calle Real cuyo diseño ganó la XXI Bienal Colombina de Arquitectura (2008) al rendirle homenaje al cultivo y beneficio del café en pleno Paisaje Cultural Cafetero. Sin embargo, creo que la batalla no está perdida y que este gobierno u otro que venga se pondrá el overol del civismo y rescatará el patrimonio material e inmaterial de la ciudad, acción por la que se le recordará.

[email protected] / Twitter: @arj_opina

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