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Cultura  |  30 agosto de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos: El milagro de sobrevivir en otros tiempos

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Auria Plaza

En otros tiempos existieron allí casas con jardín, parques infantiles, familias que compartían los espacios verdes en picnics y juegos inocentes. La muchachada se juntaba en las esquinas a charlar. Eso era lo que me contaba mi abuela que en ese entonces tenía 96 años. Varias veces me dijo cómo empezó todo. Con su voz pausada, como si masticara cada palabra iba desgranando sus recuerdos: “El internet ¡qué maravilla!, los primeros celulares eran un símbolo de modernidad. Nos olvidamos del teléfono que había sido el asombro de nuestros abuelos. Seguíamos reuniéndonos, pero en vez de conversar entre nosotros teníamos el celular en las manos y compartíamos textos y nos mandábamos mensajes. Lo llamaban redes sociales y nos fueron atrapando poco a poco. Fue un control sutil aceptado voluntariamente. Manipulaban nuestras vidas, nos decían qué comer, qué música oír, cómo vestir…” La voz de la abue se iba apagando, como si de pronto solo hablara para ella. Se quedaba dormida, yo le ponía una manta por encima de las piernas y permanecía a su lado tratando de imaginar ese mundo.

No entendía, ¡claro! estaba muy chica y lo que veía me gustaba. Me encantaba que, con solo apretar un botón, las cortinas se abrieran; miraba la puerta de la nevera y sabía qué elegir de bebida y no era más que tocar la pantalla y poner el vaso en el dispensador. Mis clases eran “virtuales” como decía mi abuela. Otro de sus cuentos: “Los colegios o escuelas eran espacios a dónde íbamos a aprender. Chicos y chicas en grupos de la misma edad. Se estudiaba desde matemáticas hasta filosofía, se discutían toda clase de temas y lo mejor de todo los deportes. Anda... tráeme la tableta para mostrarte fotos de ese entonces. Mira esta soy yo jugando tenis, estos son mis hermanos después de un partido de fútbol…” Sus ojos se llenaron de lágrimas recordando aquellos tiempos. Qué manía esa de tener fotos de cada ocasión de sus vidas. Tanto sentimentalismo me parece que los hacía sufrir. Además, eso de juntarse para todo debió ser muy complicado y además corriendo el riesgo de contagio porque no quiero ni pensar la cantidad de gérmenes que los rodeaban. De milagro sobrevivieron.

Y, hablando de gérmenes, eso fue lo que pasó. El cambio de sus vidas edénicas comenzó, según ella, cuando obnubilados por WhatsApp, Instagram, Facebook, Twitter, Linkedin, Snapchat y otras, de cuyos nombres ni me acuerdo, les hicieron creer que empezaban a vivir un mundo en donde “todos tendrían el poder” por tener acceso a la información inmediata, colectiva y anónima. Uno de sus temas más recurrentes, me parece estarla oyendo: “Fíjate mijita que nosotros respetábamos a los profesores, los creíamos seres superiores por su conocimiento. Ahí fue donde entró míster Google, Duck Duck Go, Ecosia, Dog Pile, en fin, un montón de buscadores que con sólo teclear o hablarles nos daban la información sin ningún esfuerzo. Nos automatizaron, dejamos de pensar, razonar y cuando ya estábamos domesticados, apareció una pandemia. Nos metieron en el corral de nuestras casas como “medida de protección” dejamos de socializar, de abrazarnos, de pelear y discutir que era otra forma de decir que nos queríamos. Usábamos las redes para entablar relaciones; con llenar un formulario y contestar preguntas se elegía a la pareja que era compatible. Me hubiera gustado hacerlo al estilo de mi mamá, quien decía que se enamoró de mi papá con solo mirarlo a los ojos. No me puedo quejar; a mí me fue bien con tu abuelo, pero otras parejas no tuvieron tanta suerte”.

Pobre abuela, se resistió a la tecnología lo más que pudo, quería hacer las cosas a la antigua: Hornear pasteles, tejer bufandas, jugar cartas. Mientras el abuelo vivió, él le llevaba el apunte. A mí me gustaba escuchar sus historias, lo que sí me parecía una tontería era cuando quería leerme un libro. Quisiera devolver el tiempo, ahora siento que si yo hubiera prestado atención a lo que la abuela contaba, entendería lo que me está pasando.

La robótica, la biotecnología, la astrofísica, la ingeniería del software eran las profesiones del momento y a mí no me llamaba la atención ninguna de ellas. Así que simplemente me puse a trabajar como procesadora de datos. Pasaron los años y cuando tenía treinta me informaron que el programa me había elegido como compañera de un matemático. Nos casamos y por diez años todo anduvo bien. Ninguno de los dos quería tener hijos y el gobierno estaba de acuerdo. Dejé de trabajar en la casa y me movieron a un edificio en donde la información que se procesaba era de alta seguridad, ahí fue donde se me complicó a la vida.

Mi naturaleza tranquila, donde lo fantástico eran las historias de mi abuela, se vio alterada ante la presencia de un hombre. Todo en él era atractivo, sus ojos oscuros de mirada penetrante, su piel canela, las manos largas y de uñas perfectas. Irradiaba una energía sensual que alborotaba mis hormonas. Me imaginaba como una heroína de las novelas de amor de las que hablaba mi abue, sus brazos fuertes me ceñían y yo sentía un calor nuevo en todo el cuerpo. De pronto un mensaje que me solicitaba ir a la sala VI, y cuál fue mi sorpresa que también él estaba allí. Nos miramos con una intensidad jamás experimentada por mí. Recordé lo que mi abuela había dicho de su mamá ¿también yo me estaba enamorando? ¿Qué carajo significaba eso? ¿Acaso mis genes me estaban jugando una mala pasada? Soy una mujer casada. De pronto la anfitriona de la sala VI apareció en la pantalla y dirigiéndose a los dos:

–Se ha detectado una descarga de bombyhol emitida por usted señora Goldwell, lo que es muy extraño, pues estos compuestos químicos son segregados por los insectos, así que el sistema ha decidido ponerla en cuarentena para investigar qué es lo que causa este fenómeno.

«¿Cómo diablos se dieron cuenta? ¡Malditas máquinas! Todo lo detectan. Ahora resulta que después de tantos años de estar controladas las emociones, vengo yo a alterarles sus vidas perfectamente organizadas y como no lo entienden soy una freak»

–En cuanto a usted robot 2028, regresará a su cuartel general para ser revisado. La inteligencia artificial con la que ha sido creado no incluía ser receptor de sustancias que se creían eliminadas de los humanos.

El Caimo, agosto 2021

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