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Cultura  |  04 enero de 2018  |  01:29 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Crónica: Recuerdos de mi madre

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Crónica: Recuerdos de mi madre

Esta crónica hace parte del proyecto "Nostalgia a partir de imágenes". Una iniciativa de la tertulia literaria Café y Letras Renata.

Escrita por Gilberto Zuleta

Esta dama que vemos en la foto, fue una mujer verraca, nacida en Abejorral, Antioquia, a principios del siglo veinte. Sencilla, generosa, daba mucho afecto a los dieciséis hijos que trajo a este mundo, de los cuales yo soy el menor. Estoy seguro que como en mí, para todos, ella sigue viva en la mente, sobre todo al recordar que faltaba muy poco para llegar el siguiente siglo veintiuno, cuando recibió el descanso eterno.

Desde entonces, mi oración para ella es costumbre diaria, pues con amor nos enseñó la devoción a la Virgen del Carmen, bajo cuyo amparo tuvo todos sus hijos, ninguno bastardo, a pesar de que según me contó alguna vez, ella enamoraba con sus encantos de paisa.

Siempre fue una campesina que luchó al lado de mi padre en el cultivo de la tierra, la siembra del café o el ordeño de las vacas, entre las cuales había una especial de color negro azabache, que según me contaba, daba la leche caliente con la que nos bañaban para evitar el paludismo.

La casa, situada en la vereda El Carmen, a cuarenta y cinco minutos del municipio de Belalcázar, Caldas, donde fue nuestra crianza, quedaba a la orilla del camino, permanecía rodeada de flores que al ser movidas por el viento diseminaban el perfume y este se entraba por las rendijas que tenían las ventanas y puertas de madera. No sobra decir, que con el tiempo, los hijos crecimos y terminamos en Manizales.

Las reuniones con mi madre eran espectaculares y entre ellas, el mes de mayo era algo maravilloso. Muchos años después, le llevé un ramo de flores con una tarjeta que decía:

“Estas flores, con todo mi cariño para mi madre, están llenas de oración, amor y devoción. Dichoso quien tiene una madre y la puede abrazar”

Jamás necesitó el báculo para apoyar su cansado cuerpo, jamás estuvo sola y murió rodeada de todos sus hijos y su familia, con lo cual quedó demostrado que merecía el descanso eterno. Dios la tenga en su gloria.      

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