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Cultura  |  17 agosto de 2020  |  12:59 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de domingo

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Que la tortilla se vuelva

Por Libaniel Marulanda

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A Antonio Gutiérrez Blanco


El policía barroso de la izquierda que empuña un fusil tan viejo como parecen ser todas las cosas de este pueblo calentano sumergido entre montañas y olvido le dijo a media voz a su compañero que nuestro director es marica porque aún conserva en la cara el maquillaje y como es el único de nosotros que permanece fiel a la ortodoxia actoral ha encendido la mirada burlona de los otros policías que alcanzaron a detectar el comentario aunque en ese momento convierten su risa en susto al doblar en esta esquina porque la manifestación que surgió de manera espontánea entre los espectadores se triplicó y ya se escuchan los primeros gritos de protesta de los campesinos más desinhibidos que exigen libertad para celebrar su día como les parezca y con quien les parezca así se enverraque el señor alcalde que marcha con gravedad arzobispal tras de nosotros cerrando el desfile abigarrado y hasta cómico porque la gente al confrontar mi corta estatura y las inmensas botas número cuarenta y cuatro conseguidas con dificultad comienza a reír y como mi atuendo tiene un exagerado diseño militar y llevo puesto además una máscara antigases y un rifle de aire y diecinueve condecoraciones de latón rechinante que hacen guiños bajo el sol de la una de la tarde yo me apropio de las circunstancias para caminar con el paso y el solemne acartonamiento castrense que los policías interpretan rabiosos como una bofetada al honor y debido acatamiento a la autoridad y a la ley pero que no obstante callan ante la furia que por otra parte se manifiesta en muchos de los espectadores que vieron truncarse el desenlace de la historia y que ahora marchan con nosotros con una actitud protectora y solidaria y que consigue que el policía barroso deponga su inocultable intención de estamparme un culatazo o hacerme probar la suela de sus botas y aunque en todo el desfile se han alternado las carcajadas del público con el disgusto de los agentes y la represada rabia de los campesinos que han liderado la protesta por nuestra detención que juzgan arbitraria porque para ellos presentar una obra de teatro dedicada a su día en un pueblo perdido del Tolima al que sólo van los políticos en gira y uno que otro circo pobre y extraviado no tiene por qué ser calificado de acto infiltrado por la subversión y los actores llamados guerrilleros financiados por el oro de Moscú o el de Pekín como dijo a gritos el alcalde al cortar la obra y todo porque preciso tenía que llamarse Cristóbal Pérez y nuestra obra “La muerte de Cristóbal Téllez” que por lo demás es una adaptación de “La muerte de Cristy Tocker” de Erskin Caldwell y aunque en la trama no interviene ningún alcalde y encima de todo el protagonista es víctima y no victimario para la primera autoridad de municipio el simple hecho de poner en escena a un campesino en conflicto con el dueño de la hacienda y que se llama así es razón sobrada para suspender en plena función nuestro trabajo con el argumento del Estado de Sitio de este invernal año mil novecientos setenta y uno de luchas estudiantiles y todas las universidades cerradas y el señalamiento público de un fraude electoral meses atrás en la competencia presidencial y esa es la orden del señor alcalde porque cada alcalde manda en su año aunque al final conviene en dejarnos en libertad a cambio de que abordemos el bus escalera cargado de gente y cajas de cartón y costales y llantos de niños y voces que se despiden que recomiendan que regañan con la cortina sonora de la alharaca de gallinas encostaladas y en medio de un revuelo de utilería con morrales y guitarras e instrumentos de percusión y con precipitud abandonamos el pueblo luego de suscribir un acta con el compromiso de no regresar con nuestros espectáculos preconcebidos para lavarle el cerebro a la gente sencilla y de bien y alimentar el rencor de los pobres contra los dueños de la tierra y las autoridades legítimas como si la violencia partidista de los años cincuenta no hubiera sido suficiente y estos habitantes con pasado guerrillero como el propio alcalde no fueran peligrosos cuando sienten herida el alma y el aguardiente que regaló la Gobernación no bastara para atizar recuerdos y odios y de sobremesa la música que toca el grupo de teatro como abrebocas para atraer espectadores no consiguiera que se sienta algo nuevo en el pueblo y que es grato como cuando pasan y pasan las semanas y los meses y no visita la lluvia los sembrados y todo el mundo espera y reza y espera hasta que aparecen una gotas y un cielo gris que igual al grupo de teatro en este día del campesino llegó en tiempo propicio como viento refrescante aunque ahora nos alejamos cantando en medio del polvo y el sol de mediodía en tanto que le añadimos nuevas coplas al viejo vals republicano que nos acompaña como un perro y que muda de piel en cada presentación y en cada pueblo.


Circasia ,1997. Ganador tercer premio Octavo Concurso Nacional de Cuento Breve, Municipio de Samaná, 1997

Nota: Esta narración es también un audiocuento. Vea el siguiente vínculo:

 

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