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Región  |  29 junio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Hace 35 años, el M19 se tomó el municipio de Génova, un sangriento episodio regional que dejó 22 muertos

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Vivencias de un periodista

Por Miguel Ángel Rojas Arias

Fotos de Orlando Quiceno López.

El día amaneció con rumor de fiesta. Era viernes, 28 de junio de 1985, y los festejos aniversarios del municipio de Calarcá estaban prendidos, en sus 99 años. Ese día, la agenda de Radio Sucesos RCN del Quindío, donde laboraba como redactor general, estaba casi toda orientada al cubrimiento de las fiestas de Calarcá y a la llegada de las candidatas para el Reinado Nacional del Café.

Había madrugado, como de costumbre, al noticiero matinal. Desde las 4:30 estaba en la emisora, ubicada en la esquina de la calle 21 con carrera 14, edificio del Banco Central Hipotecaria, en una de las esquinas de la plaza Bolívar de Armenia. El noticiero local empezaba a las 6:00 A.M. Abrimos con la noticia de las candidatas y la voz del gobernador Rodrigo Gómez Jaramillo (q.e.p.d.) dándoles la bienvenida.

Despedimos sin novedad con la nota editorial de Jorge E Orozco. Y me quedé en el pequeño escritorio de la sala de redacción, leyendo, como de costumbre, mientras me llamaban para el informe nacional. De pronto, suena el teléfono, era Luis Fernando Franco, amigo de Génova, pero que vivía en Armenia y me dice: “Hermano, se tomaron el pueblo, el M-19”. El hombre me dio tres teléfonos claves: Estación de Policía, hospital y cuerpo de bomberos. Inmediatamente llamé a los tres, y los dejé conectados con los nuestros, con la promesa de que no me colgaran.

De ahí en adelante, con la coordinación de Juan Gossaín en Bogotá, tuvimos la información siempre de primera mano, a través de la conexión con estos tres teléfonos. Por ahí transmitimos todo lo que iba sucediendo. Hacia las 9:00 am me llamaron, primero Gonzalo Uribe Aristizábal, del diario La Patria del Quindío, y luego el reportero gráfico Orlando Quiceno López, indicándome que salían para Génova, y se pusieron a la orden.

En tanto, en el aeropuerto El Edén, el gobernador Rodrigo Gómez Jaramillo esperaba las candidatas al reinado del Café, para darles la bienvenida. Me enviaron para el aeropuerto, y allí me encontré con el gobernador Gómez con quien había tenido fuertes discusiones y desavenencias porque él pregonaba que el Quindío era un remanso de paz, a lo que muchos periodistas nos oponíamos, porque conocíamos de situaciones delicadas, con células urbanas de guerrillas y con lo que llamábamos la ‘Mano Negra’, un pequeño grupo de policías dedicados a matar indigentes y ladronzuelos de Armenia y Calarcá.

También los periodistas teníamos información de la presencia, desde ocho días antes, de hombres armados en el corredor de la cordillera central y el páramo de Las Hermosas. Lo que le hicimos saber al gobernador. Sin embargo, Gómez Jaramillo insistía en el remanso de paz. Por eso, en el aeropuerto, y sabiendo ya que Génova estaba incendiada, hacia las 10 de la mañana, el gobernador rehusó saludarme. Ese incidente sirvió para que, semanas después, selláramos una firme amistad que duró hasta el día de su partida.

Las noticias de Génova hablaban cada vez de más muertos. Los guerrilleros bajaron de la montaña, hacia las cinco de la mañana y se instalaron en los principales sitios. Enfrentaron a los policías de la Estación, atacaron la alcaldía y la sede de la Caja Agraria, de donde se llevaron dinero en efectivo que hallaron allí.

Para tener una defensa muy férrea, instalaron metrallas y una bazuka en el cerro que hay en la entrada al pueblo por la carretera central, antes del puente sobre el río rojo. Ese punto fue mortal. Una volqueta del municipio de Caicedonia trató de pasar el puente, antes del mediodía, cargada con una docena de policías que llegaron como refuerzos, y casi todos fueron abatidos por las balas que disparaban los guerrilleros desde el cerro.

Las reinas habían recibido su bienvenida, y al medio día fueron objeto de un almuerzo en un club de Calarcá. El gobernador Jaramillo estaba en permanente comunicación con el alcalde de Génova, enterándose de los acontecimientos. La cifra de muertos, después del mediodía, subía a más de 15 y los heridos pasaban de 30. En el pueblo había un caos total. La gente apenas asomaba la cabeza por la ventana y veía pasar, raudos, a los guerrilleros. La Policía seguía apertrechada en la Estación, repeliendo el ataque, pero era ese cuerpo el que más bajas registraba.

Hacia las dos y treinta de la tarde busqué un carro y me fui a Génova. Llegué al puente sobre el río Rojo, a la entrada del pueblo, pero no permitían ingresar, aunque se decía que los guerrilleros del M-19 ya habían empezado su retirada. Vimos el ingreso del Ejército, y más policías. Por fin, después de las cuatro de la tarde, pudimos entrar al pueblo. Estaba semidestruido. Las escenas eran dantescas. Destrucción, muertos, heridos en el hospital, rostros de terror se veían en las ventanas, muchas mujeres lloraban con sus niños en brazos.

Con la toma violenta que el movimiento M-19 hizo al municipio de Génova, esta guerrilla le dejó un mensaje al presidente de la República Belisario Betancourt: se rompen los diálogos de paz entre el gobierno y la guerrilla, que habían empezado en agosto del año 1984 en Corinto y el Hobbo, en Cauca y Huila. Tres meses y medio después, la guerrilla del M-19 reaparecería en el Quindío, en la atrevida toma al batallón Cisneros de Armenia en el mes de octubre. Y unas semanas más adelante, el golpe más grande de este grupo: la toma al Palacio de Justicia en Bogotá.

Regresé a Armenia como a las 7:30 de la noche. El director del noticiero de RCN en el Quindío me dijo que fuéramos al hospital San Juan de Dios para confirmar el número de muertos y heridos: 22 muertos, entre ellos 13 policía, 7 guerrilleros y dos civiles. Además, había por lo menos 50 heridos, la gran mayoría civiles.

En Calarcá, las fiestas siguieron, las reinas hicieron su primera presentación en público, el jolgorio, el trago, el baile congregó en la plaza Bolívar de la villa del Cacique a los quindianos, mientras, en Génova, se lloraban los muertos y los heridos y en el Palacio de Nariño el presidente Betancourt lamentaba el rompimiento de los diálogos de paz con esta, la guerrilla urbana más potente del país.

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