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La Cosecha  |  24 febrero de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Misterio de la Visita Exploradora

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Por último os invito a descansar y seguir divagando por los “ensueños” del abuelo ensoñador ,

hoy por hoy más desquiciado que la casa con alma de carbón

...pero muy feliz tras haber descifrado el misterio de la Patasola”.

Por Guillermo García Castaño. MD

Somerset, enero 29 del año 2019 .

Éramos 5 exploradores: un baquiano guardabosques de nombre Mauricio curtido por el sol tropical, criado en las frías alturas de los frailejones, conocedor de cada centímetro cuadrado de la floresta y quien de noche se cobija con la niebla; un jubilado profesor de Biología llamado Jorge con su testa protegida por un sombrero estilo safari, vestido con liviana ropa, de cara juvenil enmarcada por una máscara de barba blanquecina; un amable caballero de nombre Iván quien ofreció su carro para la aventura y se inmiscuyó en el programa cual diligente alumno; un ferviente observador de pájaros quien responde al nombre Marco Horacio - mi hermano del alma - encapsulado en un chaleco con pintas de camuflaje , sus binoculares pendiendo del cuello y poseído por la sed infinita del descubrimiento. Por último ...Yo , conocido como el abuelo ensoñador y cazador de eclipses quien responde al nombre de Guillermo , médico en retiro parcial , ataviado de camisa de manga larga y pantalón bombacho , de testa coronada por una vistosa cachucha roja sangre de toro y rebosante de la ilusión de una aventura más. Hoy decidimos conquistar la reserva forestal La Patasola.

Desde Boquía ascendimos temprano en la mañana . Tras el efusivo saludo de rigor al apearnos del carro , Mauricio nos recibió con un café caliente , recién colado, servido en amplia taza . Ello revolcó mis recuerdos cuando visitando fincas del Quindío , mi viejo padre Guillermo Segundo, era siempre recibido con el calor humano servido en taza.

La primera mirada exploradora detectó arriba en la copa de un crespo pino un ave vigilante . Su mirada lancinante se encontró de frente con la nuestra, tenía la atracción inevitable de un gavilán . Seguramente madrugó a dominar desde su atalaya la abundante riqueza de roedores silvestres. Bajo la cobertura del corredor de la casa caminé hacia el patio de atrás para lograr una buena foto . Cuando entré en el círculo exterior de su territorio el ave desapareció como por encanto. Fue fugaz su vuelo como el abrir y cerrar de sus ojos cristalinos.

Desde el jardín enmontado se abrió el ventanal del paisaje . Al Norte se erguían Los Andes cual muralla azul verdosa con bellos picos y suaves hamacas en ribete. Era la majestuosa cordillera central. Mauricio con su artrítico índice bautizaba uno a uno los morros , los nevados carentes de nieves , los arenales rocosos salpicados de praderas de frailejones pardos y la desnudez del paisaje por la carencia de nubes en esa mañana de Enero . Con certeza nos dijo : “ahí tienen la ruta mágica del Parque de los Nevados”

El plan del día comenzó con el descenso por la ladera oriental de la montaña. Escoltados por el verdor tierno del pinar juvenil a lado y lado del camino, fuimos educados con paciencia acerca de la vitalidad del bosque . Los líquenes con sus diversas tonalidades vestían los tallos vivos y eran mortaja viviente sobre los troncos decadentes . Un hongo de vibrante color anaranjado parecía una repisa y otros apelmazados tenían la simetría de pequeños balcones de Gaudí.

Arriba , con su abierto paraguas de anchas hojas estaba el grisáceo yarumo . Por doquiera avanzábamos el camino estaba tapizado por sus hojas encanecidas las más , parduscas las menos . Muchas estaban perforadas cual coladores quizás rememorando el ataque de algún gusano glotón o del ejército de las hormigas arrieras. Eran hojas de gran tamaño que recordaban la tapas de las ollas donde se hacían los frijoles en las fincas cafeteras; otras las comparé con los abanicos faraónicos .

A medida que avanzábamos , Jorge el Biólogo nos descubría a cada paso las diversas maravillas de la florescencia tropical quindiana. Saltaron a la vista las gesnerias de cuya familia en un corto tramo , Jorge ya nos había enseñado una media docena . Unas tenían como flores bellas trompetas muy adecuadas para alimentar tominejos y mieleritos de pico curvo . Pronto surgió también un ejemplo de gobenias con sus hojas asimétricas ; eran aterciopeladas con bellas flores anaranjadas en miniatura . Jorge detectó con su ojo de águila la agradable evolución de la polinización. Él nos decía que los manojos de flores tenían la secuencia delatadora de una polinización sana y completa .

Otra maravilla fue conocer el bambú chusque el cual parecía una extensa regla. A tramos muy exactos de más o menos una vara los segmentos tenían un brote en manojo de hojas verde claro . La medición del bosque parecía seguir un patrón matemático.

Las orquídeas miniatura parecían brotar de la nada . Unas escollaban desde el suelo anhelantes de luz ; muchas se asomaban al balcón de los húmedos barrancos cual quinceañeras coquetas ; otras daban sombra al dintel de los nidos de los barranqueros ; muchas pendían como joyas del collar de los bejucos ; varias colgaban arriba cual lámparas del bosque ; otras extrañamente miraban hacia abajo con humildad y para ver su simple belleza Jorge las volteaba boca arriba para poder contemplar el patrón geométrico hecho color y aroma . Ese día conocimos por lo menos 10 variedades en el trayecto . Vimos muchas cabalgar en las cercas aterciopeladas sobre el musgo verde.

Otra orquídea en particular me conquistó el alma , se trataba de unas ramas con docenas de diminutas flores entreveradas cual Y griegas ó Equis . De inmediato encendió el recuerdo de aquel juego infantil del siglo pasado llamado Jazz. Eran alongados cordones con flores ensartadas, tapizados en fino diseño y suave color. Hasta en sus pétalos tenían finos bellos cual barba juvenil . Quizás no se afeitaban para poder captar la fresca agua del rocío matinal en estas alturas de 2200 metros. En resumen esas orquídeas eran una maravilla por su atrevido diseño , las sentí como el símbolo inequívoco y comunitario de un abrazo floral.

De repente cambiamos de ladera y al lado contemplamos unos escudos gigantes de helechos . Los asocié con los que se defendió Perseo cuando enfrentó a la Medusa . A fe que un hombre fácilmente se ocultaría detrás de ellos .

A pocos pasos se presentó una hoja de un precioso verde esmeralda y con un cerrojo por donde introdujimos la llave del bosque . Era la hoja de un anturio gigante : vertical , lozana , refulgente . Por su orificio se contemplaba la belleza infinita del resguardo .

Mauricio extrajo de su bolsillo trasero una llave un poco oxidada con la cual nos abrió la puerta y con paso decisivo nos adentramos a la encantada ladera .

Dominaba el entorno un entreverado cultivo de “chuzaojos” . Árboles de troncos decididamente rectos como la virtud ; altos de envergadura y espaciados unos dos metros el uno del otro . Era una población de estos árboles muy sana y extensa . Honestamente no los conocía . Al tener pocas ramas en su tronco principal se apreciaban como columnas rectas y dejaban filtrar la luz que coqueteaba e iluminaba tangencialmente el paisaje . Era un truco natural y muy práctico para que el aire y la luz pudieran filtrarse libremente.

El musgo revestía todo desde los adoquines del camino hasta las cortezas verticales de los árboles. La contraluz en los tallos daba un toque embrujado al paisaje .

Mauricio dio además el consejo a los que teníamos cachucha de revertirlas para poder gozar de un campo visual más amplio . Además el sol aunque penetraba al bosque ya no quemaba nuestra piel . A la siniestra del camino encontramos las barandas protectoras . Estaban empotradas y entreveradas. Vestían de una preciosa capa de verde y tierno musgo. A trechos la luz filtrada del bosque coloreaba de amarillo oro al musgo. En una curva el contraste era tan dramático que vi la ancha baranda encenderse cual llama ardiente .

El camino ahora era en descenso . Vi algo curioso en el suelo . Justo por la mitad estaba dividida la vía . Serpenteaba una línea demarcando ,como en las carreteras, la doble vía. Aquí la naturaleza dentro de este monte nos dio una lección de orden. Un bejuco había descendido de las alturas y gateando por el suelo nos estaba demarcando el paso de ida y venida para nuestra excursión en fila india .

Quiero ahora presentarles la belleza ganadora por diseño , color y funcionalidad del brazo de una futura hoja de helecho . Viene empacada como un bastón de Faraón con los segmentos confinados y simétricos . A medida que se desenrolla va presentando su patrón maravilloso luciendo como un gusano desenvolviéndose en su crisálida . El segundo diseño peludo , simulaba un gusano hippie.

 

Siguiendo nuestro paso de descenso , de repente desde más allá de una curva llegó un viento frío y fresco. Venía vestido de un estruendo acuático . Nos tomó por asalto la sorpresa de una catarata. No podía por menos que fuera cierto . En estas abrigados peñascos, en este bosque virgen , en este emporio de verdor puro tiene que existir uno y mil más nacimientos del líquido cristal. Dos curvas más adelante el estruendo era orquestal. Una precipitada y ancha corriente de agua en blanca sábana se abría ante nuestro asombro. Abajo donde las aguas se clavaban formando un pequeño remanso estaba de pies e inclinado un grueso tronco .

Parecía una columna de una ruina griega recostada a la catarata . Debió bajar en un ayer de las borrascas de mayo de un no sé qué año. La noche o el día cuando quedó allí plantada, debió ser todo un cataclismo de fuerza , majestad y ruido .

Los espejos flotantes del remanso ahora dominaban el paisaje. El reflejo multicolor del bosque que coqueteaba allí nos cautivó. Tenía el bosque todo el derecho a sentir “vanidad de vanidades, todo vanidad “. Le di permiso a las plantas, a sus flores , a los destellos de luz para que se contemplaran allí. Por aquí debió rondar siglos atrás Narciso.

A continuación cruzamos el amplio riachuelo caminando sobre sólidas piedras planas y apoyados en el bastón curvo e improvisado de Mauricio. A la izquierda del final del remanso había un puente de ancho corredor con bellas barandas y piso tapizado en el siempre presente musgo. Sin embargo, una cinta amarilla de peligro con una gran X cerraba el paso . La base occidental del puente estaba a punto de colapsar y la prevención primaba sobre la utilidad del puente.

Continuamos ascendiendo un buen tramo con el mismo paisaje de enramadas: los tapetes de esmeralda de los musgos, los finos paraguas tejidos por los helechos palma, los espigados y canosos yarumos, las anchas hojas de los tabacones y el filtrado aire acondicionado y helado de la montaña . Que paz se respiraba . Era para mí todo un sueño , era la fantasía tropical en carne y hueso.

Súbito algo fantástico sucedió. Adelante , en la última curva del camino como una estampa fantasmal, surgió una casa. No era cualquier casa . Tenía peculiares

Primero parecía que estaba a punto de desplomarse y evaporarse en polvoriento remolino. El negro ocre de carbón predominaba sobre su techo. Tenía una inclinación de caída de Sur a Norte . Dos sólidos árboles “saca ojos” uno en Levante y otro en Poniente sostenían la casa como si estuviera en vilo ...en un par de muletas. El techo tenía una gruesa capa de hojas secas y opacas pintadas de otoño. Dos hojas anchas de zinc oxidado cuñaban la muleta del oriente . Unas sencillas ventanas rectangulares que se abrían al Norte estaban desnudas de vidrio y la puerta de su postigo . Solo dejaba ver el negro carbón del alma de la casa .

Al contemplar desde otro ángulo podía verse al otro lado el color verde de la selva del fondo del patio-jardín del frente ...porque las paredes eran ya historia . La entrada principal de la casa tenía la más impresionante postura del desplome. Los pisos parecían levitar y las puntillas estaban a punto de salir volando. Bellas telarañas impedían el paso. Mauricio con su cacumen de investigador nativo nos señaló unas huellas que correspondían a las patas de un animal típico de esta zona boscosa tropical . Él considera que ese animal es el único inquilino de la casa desvencijada. Adentro podía verse el piso de lodo y tierra donde las tablas levitaban. Allí se veían más frescas huellas quizás demarcadas recientemente por la bestia. Iván y Jorge , Mauricio y Marco Horacio conformaron equipos exploradores de las

huellas. Ellos detectaron las agobiadas y altas hojas lanceoladas del pasto circunvecino que demarcaban el paso de un animal grande y pesado .

En el cadáver de una hoja otoñal capté una familia de saltamontes . Sus grandes ojos y su camuflaje perfectamente se adherían a la pintura otoñal. Había dos grillos grandes y 4 pequeños componiendo lo que califiqué como una familia de saltimbanquis.

En un rincón de la planada del jardín había una puerta oxidada hasta en sus aldabas recostada al barranco... esperando el día del juicio final para ser levantada . Por ahora está reposando cerrada contra esta tierra pródiga.

Antes de retirarnos del entorno encontré algo muy interesante . Se trataba de un vestido de baño de mujer muy peculiar . Lo dejaron que se secara al aire libre en el patio. De verde color y repujado en su textura pareciera que pertenecía a alguien con perfil de un gran cucarrón .

Ahora bien me pregunto: ¿a qué viene todo este divagar del cuento ?, ¿a quién pertenece la casa en muletas?, ¿quién es el inquilino cuadrúpedo de la casa?, ¿a quién pertenece el vestido de baño femenino?, ¿quién es el dueño de la casa con alma y entrañas de carbón?

Tras 12.936 pasos andados , 7,2 kms recorridos y 39 pisos ascendidos, nuestra caminata de Enero 22 del año 2019 llegó a su fin.

Una dulce fatiga abrazó nuestros músculos, una noche de sueño reposado remató el día y los interrogantes de la exploración encontraron respuesta:

✓La casa perteneció a la afamada y misteriosa mujer de la leyenda de la Patasola.

✓El actual inquilino cuadrúpedo es una danta , residente oficial de las montañas del Quindío

✓El vestido de baño se presume es el de la Patasola que baja al espejo de la catarata a bañarse diariamente

 

 

✓La dueña de la casa con las oscuras entrañas y alma de carbón, es la Patasola pues está sostenida con fuerza titánica por dos muletas arbóreas

✓El cerrojo de la hoja gigante de anturio es por donde introdujimos la llave que nos dejó entrar al misterioso y encantado paisaje

✓Los grillos multicolores tienen el color otoñal , el favorito de quien escribió este cuento

✓El musgo omnipresente nos demuestra la pureza de la luz y del aire circundante .

Por último os invito a descansar y seguir divagando por los “ensueños “ del abuelo ensoñador, hoy por hoy más desquiciado que la casa con alma de carbón...pero muy feliz tras haber descifrado el misterio de la Patasola.

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